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ENTREVISTA
Entrevista
JEAN-RENÉ ETCHEGARAY
Alcalde de Baiona y presidente de la Mancomunidad Vasca

«¿Que si aspiro a ir más allá de la actual institución? Sí, sí y sí»

Con tres síes responde Jean-René Etchegaray a la pregunta de si es el momento de abrir el debate de la evolución institucional. Tiene claro que, si se lanza la carrera de la reforma territorial, «no nos vamos a conformar con circular en motocicleta». Alusión a una Mancomunidad con potencia limitada y que «no se adapta a nuestras necesidades».

(Guillaume FAUVEAU)

 

La tarde está lluviosa y desde la ventana de la planta noble del Consistorio de Baiona se puede observar a unos pocos paseantes luchando por mantener erguido el paraguas a orillas del Aturri.

Jean-René Etchegaray aprovecha la sesión fotografíca previa a la entrevista para echar un ojo a la ciudad, antes de desmenuzar, con satisfacción indisimulada, los proyectos-faro que están llamados a transformar en los próximos años la capital labortana.

En el despacho, la pasión ciclista del mandatario originario de Beskoitze se expresa con varios recuerdos, entre los que destaca el perfil de la llegada del Tour a Baiona. Mientras, en la solapa de su traje, luce el pin del Aviron, lo que no deja lugar a dudas sobre las querencias blanquiazules.

«Hace un poco de frío», se disculpa, peleando con el sistema de calefacción. «Una temperatura acorde a los imperativos de sobriedad energética», le apunto. «Desde luego, empezando por el despacho del alcalde, y a riesgo de coger un catarro», bromea.

Etchegaray se forjó con el equipo del precedente alcalde conservador de Baiona, Jean Grenet, y desde 2014, ya como primer edil, se maneja con conocimiento de causa por los arcanos municipales.

Desde el 23 de enero de 2017 ejerce además al frente de la Mancomunidad Vasca.

A lo largo de la entrevista, que compartimos NAIZ-GARA y “Mediabask”, los proyectos urbanisticos que Etchegaray dibuja para Baiona se solapan con las acciones que lleva a cabo en distintos dominios la institución que representa a los municipios de Zuberoa, Nafarroa Beherea y Lapurdi.

En lo que afecta a ese incipiente edificio institucional de Ipar Euskal Herria, Jean-René Etchegaray ha venido preconizando avanzar paso a paso.

Sin embargo, ya sea por los anuncios por concretar de Emmanuel Macron, relativos a la apertura de una fase descentralizadora, ya porque en Corsica se habla de autonomía, el presidente de la institución de Iparralde deja caer que su posición no es inmutable.

Dando a entender que esa carrera está, más o menos lanzada, sugiere que no conviene que, mientras en otras latitudes se abren oportunidades, la falta de idoneidad de la institución que preside sea un lastre para el norte del Bidasoa. Recurre a una expresión francesa que, en traducción libre, equivaldría a la siguiente advertencia: «No vamos a conformarnos con circular en una motocicleta» cuando lo que puede estar en juego es «pasar a velocidad superior».

«Es hora de dar un paso al frente», remata al cierre de una larga charla con Baiona como fuente de inspiración.

Mancomunidad y Ayuntamiento de Baiona comparten caminos en materias claves, caso de los proyectos urbanísticos o de la política para atajar una crisis de vivienda a la que usted se refiere como «una bomba de relojería».

La Mancomunidad Vasca tiene la competencia en cuestiones como las que se refieren a la promoción de barrios que son objeto de una atención particular y tiene también qué decir sobre la llamada política de ciudad. De ahí que, por poner un ejemplo, en la zona norte de Baiona, en la ZUP, esa colaboración esté muy presente.

Ello porque entendemos que después de la renovación en los 2000-2010 de las viviendas sociales, de esas torres que concibió Marcel Breuer debe haber ahora una recuperación del espacio público. De lo que hablamos es de mejorar la circulación del barrio y de cambiar totalmente ese punto de encuentro que es la Plaza de los Gascones.

Se va a reconstruir la mediateca, un servicio que depende del Ayuntamiento, y contamos con abrir, de la mano de la cooperativa Otsokop, un espacio dedicado a la economía social y solidaria, que es una competencia que emana de la Mancomunidad.

En lo que afecta a vivienda social ¿cuáles son los principales desarrollos previstos?

En la zona posterior a las murallas, los edificios ya existentes (unas 240 viviendas) se han quedado obsoletos. La demolición está en marcha. Hemos dialogado intensamente con los vecinos, porque en ese barrio van 494 viviendas nuevas. Habrá más alquiler pero también se podrá acceder a la propiedad bajo ciertas condiciones.

Hablamos de una política municipal, pero sus implicaciones superan el marco de la ciudad para dar una respuesta a escala del territorio.

En esa margen derecha se plantea una operación que por su dimensión está llamada a cambiar de forma importante el paisaje de la ciudad.

Ese nuevo barrio abarcaría desde el Puente de Saint-Esprit (estación de tren) al Puente Rojo. Son 900 metros lineales.

Hace ya 12-13 años empezamos a adquirir esos viejos inmuebles, porque nos temíamos que se produjera, como así ha sido, una fuerte subida inmobiliaria. Una parte de los terrenos pertenecían al Ejército, otra, no menos importante, a la SNCF (compañía ferroviaria). Las negociaciones han sido largas, pero están llegando a buen puerto.

No se pueden cometer errores en un espacio tan deseable.

Quiero insistir en que hablamos de una actuación bajo estricto control público, sobre un espacio cuyo valor no se le oculta a nadie.

Ciertamente, no hay opción de error. Los vecinos están participando activamente en los debates, sobre las ideas que aporta el equipo del gabinete Güller, de Rotterdam.

Se trata de transformar la franja de terreno bajo la fortaleza Vauban, por lo que no se puede hacer cualquier cosa, pero, sobre todo, de dar nueva vida a entre 16 y 20 hectáreas junto a un río, con el consiguiente riesgo de inundación que también hay que tener en cuenta. ¿Se entiende mejor así que se haya optado por expertos de Holanda?

Con el horizonte de la Ley de Clima y la exigencia de cero artificialización.

Desde la ciudad, y también desde la Comunidad de Aglomeración, debemos medir el potencial de esa zona y cruzar datos con las necesidades de todo un territorio.

Esos terrenos están ocupados, se ha construido en ellos, pero a partir de 2030 entraríamos en ese escenario en el que allí donde no se haya construido no habrá posibilidad de hacerlo. Conviene tener en cuenta ese prisma. Está claro que la alternativa pasa hoy por construir ciudad sobre la ciudad.

Por lo demás, todos podemos tener cierta visión sobre a qué podría parecerse esa orilla. Sin embargo, prefiero escuchar antes a la ciudadanía..

¿Y de qué le habla la gente? ¿De una ciudad universitaria?

Tenemos un buen nivel educativo, pero hasta obteniendo la mejor nota en el Bac (título de bachillerato) muchos jóvenes vascos se ven obligados a marcharse a otros lugares.

Nos hemos marcado el objetivo de alcanzar la cifra de 10.000 estudiantes de grados superiores desde 2025. A nadie se le oculta la dificultad de encontrar terrenos aptos para acoger las actuaciones urbanísticas que implica tal proyecto. Necesitamos encontrar respuestas y pronto.

Lo que obliga a pensar en cómo alojar a esos estudiantes y hace que vuelva a aflorar la cuestión de la vivienda.

El mayor interés de la margen derecha es posiblemente ese. Ya que hablamos de facultades, y desde luego de residencias para los estudiantes, de viviendas, de servicios, en definitiva, de todo lo que comporta contar con un campus universitario vasco.

Habrá que pensar también en el lugar que ocupa el comercio y la cultura, porque no deja de ser un espacio de la ciudad, que debe tener todos los componentes propios.

Por cierto, que nuestros vecinos nos insisten en que el vacío también cuenta. Hay que ofrecer espacios libres, que permitan respirar. Y ese deseo enlaza, por otra parte, con las medidas previstas en el Plan Clima, que contempla acciones de suficiencia energética pero también aboga por plantar más en la ciudad.

En ese barrio está el centro Pausa de acogida a migrantes y servicios de atención a personas en situación de precariedad social, también el gaztetxe Zizpa y otras estructuras culturales. Tras la transformación urbanística ¿conservará esa diversidad?.

Si hablamos de acoger a habitantes de orígenes diferentes, en definitiva de interacción social, le diré que Baiona impone un código de conducta a los constructores privados.

Somos los únicos, lo que no obvia para reconocer que hasta que las recomendaciones no entran en el Plan de Urbanismo (PLU) no se puede confiar en que tengan efecto.

Sin embargo, incluso garantizando ese control público del que hablamos, y englobando ya a esos nuevos programas inmobiliarios -con un 45% del centenar largo de nuevas viviendas del barrio eco-sostenible de Sequé que tendrán carácter social- sólo nos mantendremos en ese 30%.

La institución que preside se ha dotado de dispositivos diferentes, también para frenar la expansión de Airbnb.

La situación es conocida: los propietarios de alquileres turísticos no solamente ganan más sino que además tienen mayores ventajas fiscales que los propietarios de viviendas alquiladas al año. Pueden llegar a desgravar hasta el 70%. Es de una injusticia simplemente insoportable.

He tenido la ocasión de expresar mi opinión en distintas reuniones habidas en París y quiero mantener la esperanza en que vean la luz iniciativas para hacer avanzar las cosas, a sabiendas de que hay resistencias e intereses extremadamente poderosos.

Si pasamos a hablar de la cuestión de la movilidad, en el renovado puente de Saint-Esprit conviven peatones, bicicletas y TramBus, pero siguen pasando coches.

En un futuro podría ver la luz una pasarela peatonal entre el puente de Saint-Esprit y el Puente Rojo, lo que permitiría hacer, de forma segura, el recorrido entre ambas orillas. Con todo, la cuestión de los usos del Puente de Saint-Esprit se planteará tarde o temprano.

¿Contempla restricciones al vehículo privado?

Baiona es una ciudad mediana, pero tiene problemas propios de una aglomeración urbana. Hay que reforzar los servicios, ofertar más aparcamientos disuasorios, pero, sobre todo, cambiar de hábitos, porque el párking que tenemos en Tarnos está semivacío. Toca perseverar. Barajamos construir un párking similar en Basusarri y posiblemente otro a la entrada de Baiona (Leroy Merlin).

¿Implantar la gratuidad del trasporte público ayudaría?

No soy favorable a la gratuidad. El billete de TramBus cuesta un euro, con abono, incluso menos. Lo que paga el usuario cubre el 15% del servicio. Lo que es gratis no se valora.

La línea de tren entre Baiona y Donibane-Garazi se evoca siempre como alternativa a los atascos cotidianos, pero el servicio no termina de estar a la altura.

Recordemos que hacemos una aportación de 500.000 euros por año en la mejora del servicio ferroviario. Ha aumentado la frecuencia, pero la duración del viaje es excesiva.

Es una línea importante, hablamos mucho de esta cuestión con la Región, que es la competente, y con la SNCF, que gestiona una línea que debe servir para descargar la carretera.

Ese tren da respuesta a la integración territorial. Es interesante mejorar esa conexión.

Hablando de la Región de Nueva Aquitania. Por primera vez, les permitirá gestionar fondos europeos.

Vamos a gestionar unos once millones de euros, porque hemos demostrado que sabemos actuar en esa materia, porque nos hemos dotado de un servicio especializado. Es un cierto reconocimiento, pero también demuestra la ambición de la Mancomunidad.

¿Cómo va esa institución que preside desde su creación en 2017?

Hemos sacado a la luz nuestras capacidades, porque sabemos abordar las distintas materias, pero ello no oculta las debilidades.

En cierto modo, en estos años hemos ganado una legitimidad, que parte de la labor de los alcaldes. Soy alcalde de Baiona y ejerzo, a lo sumo, de primus inter pares, porque otros alcaldes han elegido a este alcalde presidente de la Mancomunidad.

¿Es oportuno el debate de la evolución institucional o toca seguir en esa fase de consolidación a la que usted suele hacer referencia?

Diría que estamos a mitad de camino. Por una parte está esa demostración de capacidades de la que hablaba.

He participado en foros en que se quedan con los ojos abiertos cuando les contamos que desarrollamos políticas en favor de la investigación o que aspiramos a desarrollar la enseñanza superior en el territorio.

Indiscutiblemente hemos ganado en experiencia, pero tenemos una debilidad clara.

2024, año de reforma constitucional, de hacer caso a Macron.

Y en ese contexto yo sostengo que las estructuras intercomunales, con ese fuerte depósito competencial, deben mutar necesariamente en colectividad con estatus particular.

La diferencia mayor entre la Mancomunidad Vasca y una colectividad con estatus particular es que la segunda emanaría del sufragio universal directo. Sus miembros gozarían de esa legitimidad mayor.

Digo esto porque, aunque hasta el momento ese hándicap no nos ha impedido avanzar, llegará un día en que lleguemos, por así decirlo, a nuestros propios límites.

¿Ve cerca ese límite de capacidad de acción para la institución?

Si lo que me quiere preguntar es si mantengo mi aspiración a una reforma o evolución institucional, que vaya más allá de la actual Mancomunidad Vasca, la respuesta es: sí, sí y sí.

Hasta la fecha, el balance descentralizador de Macron no da para muchas esperanzas.

Mire, hablo de estas materias con el presidente (corso) Gilles Simeoni, y con el diputado Jean-Féix Acqua- viva. Hablamos de autonomía, de lo que les ha dicho Macron, claro está más allá de lo que sale en la prensa.

En Euskal Herria tenemos una institución que no se adapta a un país que quiere tomar sus propias decisiones.

Si se abre el debate territorial y hay oportunidad de avanzar más rápido, nosotros, desde luego, no nos vamos a conformar con andar en una motocicleta.

No soy abertzale, pero creo que en el País Vasco tenemos una identidad fuerte, con una lengua, una cultura, y una voluntad de tomar las riendas de nuestro futuro.

No fui yo, fuimos todos los alcaldes los que hicimos posible la Mancomunidad. Es hora de dar, entre todos, un nuevo paso al frente.