Josu MONTERO
Escritor y crítico

A mano

Suelo sacar fotocopias ampliadas de buenos crucigramas para facilitar las cosas a mi aita, que a sus 93 años no tiene la vista muy fina. A veces salimos a pasear y a disfrutar de este solecito de invierno, y en cualquier bar aprovechamos para resolver mano a mano uno o dos crucigramas; una vez completados hemos adquirido el hábito de escribir en el blanco reverso del DIN-A4. Y es que mi aita traza unas hermosas letras de caligrafía perfecta que aprendió de crío, y que yo por más que lo intento no puedo reproducir.

Ya casi nadie escribe a mano, la digitalización de la educación y de la vida diaria se está llevando por delante la escritura manual, por mucho que tantos expertos cuestionen esta exclusión y esté más que demostrado lo mucho que afecta a nuestra capacidad de memorizar contenidos o, lo que es más grave, a la comprensión lectora y a la capacidad de filtrar y cuestionar lo que se oye, mucho mayor cuando se escribe a mano.

Además del placer de trazar bolígrafo en ristre garabatos sobre un papel, signos que son palabras, aliento vital que surge del cuerpo.

Y si escribir a mano se halla en vías de extinción, no menos lo está leer en voz alta, a alguien o a uno mismo, desvelar lo que las palabras tienen de música.