Raimundo FITERO
DE REOJO

Espectros siniestros

Carlos III de Inglaterra padece un cáncer que ha puesto todo el sistema reproductor de astracanadas reales en pleno funcionamiento. De ser el eterno príncipe al rey más breve. Las crónicas que se están ofreciendo son incalificables. Si alguien tenía algún respeto a las monarquías como ejes de estructuración de un país, nación o Estado, con todo lo que se vislumbra en estas circunstancias, se demuestra que es un anacronismo antidemocrático, excesivamente caro para el erario y que no tiene otra función que un representación simbólica que refleja épocas de imperialismo y derroche de carrozas, oro y tradiciones para perpetuar la especie y el linaje. Todo lo anteriormente escrito sirve para cualquier monarquía.

La concatenación de noticias sobre la condición humana nos coloca ante las puertas del asombro, de los pasadizos que conducen a todos los rincones que existen en cualquier despliegue de un mapa de la empatía, los deseos, la ruptura que provoca la violencia cotidiana, la angustia y la venganza. Como la noticia contada con tanto morbo que se ha convertido en un escrupuloso acto irreverente. La aparición del cadáver de una mujer en Castro Urdiales, la búsqueda de su dos hijos menores de edad como posibles autores de su muerte, las condiciones concurrentes en el primer relato y su ampliación hasta la náusea posterior. Señalar que los niños eran adoptados y de origen ruso le dota, hoy, de estigma. La biografía amputada de la víctima es meterse dentro de un método de camuflaje. La verdad no se puede encontrar en la codicia ni con los espectros siniestros.