Joseba ITURRIA
Entrevista
LUIS URANGA
Presidente de la Real Sociedad entre 1992 y 2001

«Sería maravilloso vivir otra final Real-Athletic y volver a ganarla»

Desde su niñez iba a Atotxa con su padre, vivió como directivo las finales de Copa de 1987, con triunfo y una gran alegría en Zaragoza, y 1988, con una decepción en Madrid, y fue uno de los pocos invitados que pudo disfrutar del título de Sevilla contra el Athletic. Quiere que los aficionados puedan vivir otra victoria ante el club presidido por su sobrino Jon Uriarte.

(Jon URBE | FOKU)

Luis Uranga fue desde 1983 a 1988 directivo con Iñaki Alkiza, que luego le pidió que lo sustituyera. Trabajó para tener un nuevo campo que se construyó en Anoeta, que vivirá hoy un partido decisivo (21.30-La 1) con el Mallorca para llegar a la final de Copa tras el 0-0 de la ida. Su historia es la de la Real.

En 1983 entra en la directiva con Alkiza para sustituir a Orbegozo sin cuajar el intento de tener el campo en Zubieta.

Estaba en la Guipuzcoana con Pela Arzak e Iñaki Sarriegi me dijo que Iñaki Alkiza tenía interés en que entrara en su directiva. Le dije que sí, porque siempre había sido de la Real. La he tenido como una referencia de mi vida. Fue un orgullo que Iñaki contara conmigo. Estuve muy a gusto cinco años. Lo dejé en 1988 y volví como vicepresidente porque él ya estaba cansado con vistas a coger las riendas en 1992.

En Atotxa la Real debía vender jugadores para mantener al resto sin gastar en fichajes.

Eran cifras que no tienen nada que ver con las actuales. En los últimos años de José Luis Orbegozo los directivos tenían que pasar por la Caja de Ahorros para avalar créditos para poder subsistir hasta que se produjera el siguiente traspaso que volviera a asentar la situación económica. Se empezaba a poner el fútbol de una forma en la que hacía falta arriesgar un poco y cubrirlo con el bolsillo de los directivos para competir bien en Primera, que es lo que se consiguió desde el ascenso de Puertollano para hacer un equipo más grande hasta los títulos de Liga de 1981 y 1982.

Deja el club por vez primera en 1988 tras el título de 1987 y los subcampeonatos de Liga y Copa en 1988 y vuelve en 1991 para el paso a Anoeta.

La final de Zaragoza la vivimos con toda la ilusión. Ni sabíamos desde cuando había jugado la Real una final. La ganamos y fue una inmensa alegría y una satisfacción impresionante, como la vuelta subiendo a Aranzazu y pasando por todos los pueblos. A Madrid al año siguiente íbamos con la mosca detrás de la oreja...

Luego asumí la presidencia en el último año de Atotxa y el traslado a Anoeta supuso un salto cualitativo de capacidad económica porque pasamos de 11.000 socios a más de 20.000. Me acuerdo que mi consejero Antonio Ollo puso como objetivo la cifra de 20.000, pensábamos que estaba loco y se quedó corto.

La respuesta a la construcción del estadio en Anoeta fue sensacional, aunque tuvimos que tragar con sus pistas. Si no, no había financiación porque el CSD exigía para poner el dinero las pistas de atletismo. Nosotros no teníamos ninguna duda de que queríamos un campo como el que tenemos ahora. Fue un paso necesario, aunque no absolutamente satisfactorio, para llegar al campo actual. En Anoeta me siento especialmente satisfecho de la ampliación en un verano de 3.500 localidades en una grada intermedia en los dos fondos. Se hizo en dos meses, el coste no creo que llegara a los dos millones de euros asumidos por la Real con el salto que supuso por el aumento de abonados y de venta de entradas.

Además asume el proceso de conversión en SAD. ¿Por qué no se pudo seguir como club?

Fue imposible a pesar de que lo intentamos. Todos los clubes se tenían que transformar en SAD, salvo que en los cinco años anteriores hubieran dado beneficios. La Real cumplía todo menos un año que se cerró con una pequeña pérdida. Luchamos con el CSD para que tuviera en cuenta los resultados positivos de los otros cuatro y nos dijeron que no.

Teníamos claro que la Real se tenía que transformar en SAD, pero que el espíritu del club debía permanecer. Fue un gran éxito. El club siguió siendo de todos, con 15.000 accionistas con entre cinco y ocho acciones, salvo cuatro o cinco que aportaron una cantidad importante para llegar al capital social que había que cubrir.

Por primera vez en su historia la Real pasa de ser un club vendedor a poder mantener a los mejores canteranos y hacerse fuerte para sacar mucho dinero por los que se iban. Solo se fue Etxeberria...

Con los traspasos en la época de Iñaki Alkiza se quedó la cosa ordenada y el paso a Anoeta nos dio un poder económico importante para gestionar el club. Ya solo se van jugadores como Kodro o Karpin por la cláusula y se venden a algunos como Kovacevic porque lo habíamos pactado al renovarlo.

Con Joseba Etxeberria me creía las mentiras que me decían desde el Athletic. Era un juvenil de 17 años firmado para cinco temporadas y estábamos en el proceso de readaptación del contrato para mejorar su remuneración y ampliarlo algún año más.

El presidente del Athletic, Arrate, me traslada que lo quería fichar y yo que no lo quería vender y él me dice que ‘me doy por jodido’, que no iba a hacer locuras... Si me llega a decir que iba a pagar la cláusula me habría lanzado un poco más a la piscina, pero me engañó absolutamente. Y Arrate me decía que pagó la cláusula porque la iba a pagar el Betis y quería venir al día siguiente a comer a mi casa como teníamos previsto. Le dije que no.

Consiguen tener buenos resultados con pocos fichajes y muchos jugadores de Zubieta, económicos y con una estabilidad social hasta 2001.

Me siento orgulloso de lo que hizo mi directiva, empezamos trece personas y acabamos los mismos y eso no es fácil. El puesto medio en mi mandato fue el octavo, con un tercero, con una plantilla basada en lo que creo que siempre hemos querido, en la cantera.

El club estaba supersaneado con 2.000 millones de pesetas (12 millones de euros) en el banco. En diez años no pisé ni la Seguridad Social ni Hacienda ni ningún banco porque no los necesitamos. Éramos el ejemplo a seguir en el fútbol español, lo decían más los de fuera que los de dentro, hasta que hubo un momento en el que no ayudaron los resultados deportivos. En el partido de Copa de Beasain salí protegido por la Ertzaintza, viví episodios desagradables en la avenida de Madrid y pensé que no nos lo merecíamos y no me lo merecía yo. Les dije a los compañeros de directiva que nuestro periplo en la Real había terminado. Anunciamos que en dos meses nos íbamos y después vino lo que vino y yo me convertí en lo que había sido antes, un seguidor empedernido de la Real. Veo una evolución increíble. Pasamos por unos años negros, pero ha vuelto el orden, con una muy buena gestión del club para salir de una situación a la que nunca se debía haber llegado.

Decían que el dinero debía estar en el campo, no en el banco, y así llegó la grave crisis deportiva, económica y social.

Acabé con la satisfacción de irme con el deber cumplido. El dinero debe estar en el campo y en el banco para poder invertirlo como hicimos nosotros y como han hecho ahora en el campo o cuando el equipo lo necesitara. Los que nos sustituyeron se gastaron en el primer mercado de invierno esos 2.000 y otros mil y empezó a estar en peligro el club.

Apoyó a Astiazaran, que era su consejero y le sustituyó...

No fue un apoyo explícito, pero todas mis acciones fueron para él. No me arrepiento de nada, pero sí hubo cosas que me sorprendieron y no positivamente. Con aquellas elecciones se perdió una cohesión a nivel social absoluta. Tuvimos que renovar dos veces nuestro mandato al acabar el cuarto y el octavo año y recibimos la confianza de los accionistas. No se presentaba nadie. Todo el mundo daba por hecho que el club se llevaba bien y cuando terminó nuestro periplo empezaron las guerras civiles alrededor del club y se deterioró mucho la estabilidad social.

Ahora todo es muy diferente. ¿Qué siente al ver el nuevo campo de Anoeta y una Real con un presupuesto de 161 millones de euros?

El campo que inauguramos nosotros ha sido el embrión del que tenemos ahora con una buena gestión de Jokin Aperribay, que ha llevado a que el club esté como está. Lo que no sé es si por un objetivo lícito de consecución de objetivos deportivos se ha podido tensar demasiado lo económico, pero han conseguido que la Real sea un club admirado no solo a nivel estatal, también a nivel internacional.

Vivió la final de la pandemia como invitado en Sevilla.

Fui uno de los privilegiados que pudo asistir, muy triste porque no estuvimos todos los que teníamos que estar y al mismo tiempo muy feliz por la victoria. Fue una experiencia que no se me olvidará en la vida. A ver si ahora estamos todos los que queremos y puedan estar, vivimos una final fabulosa y logramos el título. Para eso hay que pasar.

¿Cómo ve los dos partidos de Copa y contra el PSG, dos de los más importantes de la historia de Anoeta en ocho días?

Fundamentalmente es el del Mallorca. El del PSG es consecuencia de una trayectoria intachable en la Champions, sería algo histórico, pero todavía habría que superar otras dos eliminatorias. El de Copa supone que de ganarlo desde el miércoles estamos en una final. Le doy muchísima más importancia al partido con el Mallorca que al del PSG.

¿Le gustaría vivir una final contra un Athletic que preside su sobrino Jon Uriarte?

Sería maravilloso para dos grandísimas aficiones, con una dosis de rivalidad máxima, que no pudieron disfrutar de la última de Sevilla, y volver a ganarla. Estoy orgulloso por Jon porque le han dado muchos palos al principio, diciendo que era un advenedizo, un jovencito al que nadie conocía, pero plantó cara y arrasó contra el poder establecido.

Lo conozco y sé de sus capacidades para llevar el club por una línea muy clara a rajatabla. Es mi sobrino y alguna pregunta me ha hecho por mi experiencia en el fútbol y le contesto, pero ni se me ocurre decirle que haga esto o lo otro. Le deseo lo mejor, menos si nos enfrentamos en la final, que le desearé lo peor porque será lo mejor para nosotros.