Raimundo FITERO
DE REOJO

Suflé de chocolate

Esas cosas que llamamos vida, mundo, realidad, están formadas de tantos elementos exógenos a nuestras capacidades volitivas que, sin entrar en detalles paranoicos, la manera de sobrevivir es andarse por la espuma de todos los oleajes neurotizados que producen las marejadas obscenas de la coyuntura más chata. Cuando se insiste en comunicarnos cada día si estamos por debajo o por encima de los 9.000 puntos en la Bolsa, la angustia crece porque la duda crece, ¿qué significa este mensaje en la elección perentoria de una clínica dental de las decenas que se abren cada semana para una revisión? Probablemente los comunicadores de las incidencias del tiempo meteorológico están muy atentos a estos asuntos, pero a los pedestres de la historia nos preocupa mucho más los nuevos casos de viruela del mono o la plaga de dengue en Perú.

Por eso celebramos de manera incondicional y con festejos inconmensurables que exista un Día Mundial del Suflé de Chocolate. Por fin los calendarios laicos se aproximan a los intereses de las mayorías sociales silenciosas o silenciadas. Existen hitos de la cultura popular universal que son ignorados o menospreciados por las élites políticas, económicas, gastronómicas. Por eso vamos a proponer una procesión simultánea en todos los lugares donde el chocolate (todos los chocolates) tenga cofradías para su adoración y sacerdotisas que lo eleven a categoría de manjar espiritual más allá de cualquier contingencia especulativa. Maíz, trigo, arroz, patatas y cacao. Sin estos sustentos primordiales en todas las culturas no hay manera de llegar a Bach.