No pudo ser, el Partido Popular retuvo la mayoría absoluta, pero los resultados del BNG han sido históricos, fruto de un gran trabajo mantenido en el tiempo y una maravillosa campaña. Por otra parte, como se sabe, las dos fuerzas que se presentaron a las elecciones gallegas, Sumar y Podemos, quedaron no solo fuera, sino muy lejos del Parlamento. Podría esperarse que esto trajera consigo una profunda reflexión autocrítica. Y digo autocrítica, no «auzokritika», esto es, echarle la culpa a otro. Nada de eso ha ocurrido, hasta donde yo sé, por lo menos.

Lo más desesperante es la perseverancia en los marcos mentales que han ocasionado el desastre. Incluso en la debacle hay gente capaz de pujar por el título de la interpretación más brillante y adoctrinar a quienes han superado barreras históricas. Así, nos encontramos con las enésimas tentativas de apropiación: el BNG, como EH Bildu, crecen porque dejan de lado lo nacional en beneficio de lo social. Según esta perspectiva, les va bien porque hablan a la gente de lo material y no tanto de lo identitario. Así −hay que flipar− los éxitos de ambas fuerzas políticas se deben a que han dejado de parecerse a sí mismas y han tomado el camino de la izquierda española, que cae precipicio abajo, por si todavía no se han dado cuenta.

Visto lo visto, hasta en el desastre insisten en los enfoques erróneos. No hay contraposición entre lo material y lo identitario, ni entre lo social y lo nacional. Lo identitario es social y material y las cuestiones sociales y materiales se expresan en términos identitarios y nacionales. Sería bueno que alguien se preguntara si no será la obstinación en no entender eso lo que está haciendo desaparecer a un espacio político que hace pocos años ganaba elecciones. Los resultados en Galiza eran una oportunidad para comprenderlo y cambiar de rumbo. Pero, por lo visto, es más cómodo explicarnos las cosas, también ahora.