El gris personaje interpretado por un muy oportuno Nicolas Cage hace equilibrios constantes en su mecánica cotidiana, entre la mediocridad y la monotonía. Da clases en una universidad donde los alumnos apenas muestran entusiasmo, tiene un matrimonio cómodo y vive en un viejo caserón junto a esposa y sus dos hijas. Sin embargo, tras esa fachada de calma, bulle su frustración: estalla en ira ante el éxito de los demás y se siente excluido de cenas intelectuales por un colega más exitoso. Este personaje anhela destacar. Y de manera imprevisible, su deseo se torna realidad. Sus hijas y conocidos comienzan a soñar con él: una presencia indiferente en escenas oníricas que oscilan de la inquietud a la violencia extrema. Luego, otras personas ajenas a su vida también experimentan este fenómeno. De esta manera, nuestro protagonista se convierte en una celebridad instantánea, sin haber hecho nada para merecerlo. Tras la confusión inicial, este personaje vislumbra la oportunidad de obtener el reconocimiento intelectual que tanto ansía. Pero las cosas no salen como esperaba. La película sigue una estructura clásica y perfectamente ejecutada: dividida en tres partes diferenciadas. En la primera se presenta el concepto desconcertante y extraordinario, reminiscente de los guiones de Charlie Kaufman. Es original, desestabilizador y transita con naturalidad entre lo surrealista, lo siniestro y el humor. La segunda normaliza la singularidad de la primera, revelando la metáfora escurridiza que aborda la fama gratuita en las redes sociales. Finalmente, la tercera nos descubre la parte menos interesante del filme, reflejando el declive de su interesante trama al abordar cuestiones demasiado evidentes.