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[ ANDRÉ VENTURA ]

El camaleón que dirige la ultraderecha portuguesa

André Ventura llega a la sede electoral de Chega. (A. DIAS NOBRE | AFP)

André Ventura es una figura voluble y controvertida que ha impulsado a la extrema derecha a la tercera fuerza política del país.

Profesor de Derecho de 41 años e hincha del Benfica, se hizo conocido por sus arrebatos como comentarista de fútbol en televisión. Antes de ir a la universidad, este ferviente católico frecuentó un seminario contra el deseo de sus padres, una familia humilde que lo crió en un suburbio de clase trabajadora al oeste de Lisboa.

Se ganó la vida como inspector de Hacienda y probó suerte como novelista antes de utilizar su talento como comunicador para irrumpir en los medios y en la política.

Cuando todavía militaba en el principal partido de centroderecha, el Partido Social Demócrata, concurrió a los comicios locales de 2017 en Lisboa.

En una entrevista, este hombre de opiniones hasta entonces moderadas atacó a la comunidad gitana con comentarios xenófobos y ganó notoriedad nacional como un personaje escandaloso y divisor.

«La ambición ha moldeado sus ideas, buscando un camino libre para escalar social, mediática y, después, políticamente», resume el periodista Vitor Matos en su biografía.

Consciente del potencial de un discurso populista donde ningún partido de este tipo había logrado aún un gran avance, Ventura dejó el PSD para fundar Chega (Basta), en 2019. Reunió en su seno desde la ideología más conservadora hasta la derechista más radical, y prometiendo luchar contra la corrupción y la inmigración, entró en el Parlamento como único diputado ese mismo año. «Analizó el mercado y se convirtió en el producto que mucha gente quería comprar», concluye Matos.

«En política hay que ser diferente. Y yo quería ser diferente», justificó un día Ventura su recorrido guiado, según él, por una «misión divina».

Admirador de Donald Trump y Jair Bolsonaro, suele aparecer con líderes ultraderechistas europeos como Marine Le Pen, Matteo Salvini o Santiago Abascal. Igual que algunos de sus modelos europeos, recientemente ha adoptado un discurso más moderado para poder pretender influir en la formación del Gobierno.