Dabid LAZKANOITURBURU

Reacción sin claveles

Las elecciones tienen un gran perdedor, el PS y, en general, la izquierda, y un incontestable ganador, la ultraderecha populista de Chega. La de la coalición centro-derechista AD, liderada por el PSD, es una victoria pírrica que le puede permitir formar un Gobierno débil en minoría, pero que anticipa una lucha cainita entre los que rechazan pactar con Chega y los que defienden hacerlo.

El histórico partido socialdemócrata (PS), mayoría absoluta en 2022, se deja dos años más tarde casi un tercio de los votos.

El Ejecutivo saliente paga por los escándalos de corrupción. El que forzó a finales del año pasado la renuncia de Antonio Costa perdió fuelle pese a que salpicaba a su jefe de Gabinete y, sobre todo, cuando la Fiscalía reconoció que el investigado no era el primer ministro, sino un sospechoso que se llamaba y apellidaba como él.

Pero fue el último de una serie de denuncias que han provocado dimisiones en cascada de sus ministros en los últimos años.

Antonio Costa, que nunca ocultó su intención de dar el salto a la política europea, decidió dejar de quemarse y dimitir.

Una decisión que, más allá de cuestiones personales, le honra y dice mucho y bien sobre Portugal en términos comparativos ibéricos.

Parco consuelo para un malestar popular creciente y que no ha sido canalizado hacia formaciones más a la izquierda como el Bloco y el PCP. Quizás ha sido el recuerdo de la alianza de la geringonça, con la que permitieron gobernar al PS entre 2015 y 2022, el que ha llevado a una identificación de aquellos con este último.

Con lemas como “Limpiar Portugal”, la ultraderecha lo ha capitalizado. Chega, que se nutre de jóvenes descontentos con el sistema, del electorado del empobrecido sur renuente a la inmigración y de nostálgicos de la dictadura salazarista, triplica sus votos y cuadruplica sus escaños.

Y lo hace torpedeando las expectativas de la derecha homologada, tendencia europea, y que le aboca al dilema de mantener el cordón sanitario a la derecha extrema o integrarla en sus Ejecutivos. Luís Montenegro, al que el presidente de Portugal, el también conservador Marcelo Rebelo de Sousa, probablemente encargue formar Gobierno (no se exige mayoría parlamentaria), insiste en que no negociará con Chega. El candidato socialdemócrata, Pedro Nuno Santos, se hace a un lado y ha anunciado que nunca unirá sus votos a los de la extrema derecha contra el Gobierno.

Otra excepción ibérica de Portugal que está por ver si se mantiene cuando llegue el debate de los presupuestos.

El centro-derecha tiene un problema estratégico. La izquierda lusa afronta uno existencial en vísperas del 50 aniversario de las Revolución de los Claveles. El de entender por qué la rabia llega (Chega) en clave reaccionaria.

Entenderlo, que no justificarlo, para intentar articular una respuesta.