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LOS PEQUEÑOS AMORES

Un reencuentro familiar lleno de matices


En su emotiva ópera prima, “Viaje a la habitación de una madre”, Celia Rico Clavellino retrató el amor maternal en la juventud de una hija. Ahora, la cineasta sevillana vuelve a explorar la complejidad de las relaciones maternofiliales en esta su nueva película. En esta ocasión, la historia se desarrolla en una etapa distinta de la vida de la hija: su independencia ya está ganada. Sin embargo, el vínculo con su madre sigue siendo fuerte, tan delicado como misterioso.

Rico mantiene el estilo intimista, sencillo y honesto de su anterior filme. A través de la cotidianidad, narra lo que sucede entre madre e hija cuando esta regresa temporalmente al hogar familiar tras un tiempo fuera. La enfermedad de la madre provoca una inversión de roles. La hija siente culpa por no estar siempre presente.

Aparecen los roces generacionales, los reproches por expectativas no cumplidas, el miedo al juicio o a hacer daño, la soledad de ambas. “Pequeños amores” se convierte así en un retrato honesto y bello de la familia como un lugar ambiguo: de seguridad pero también de vulnerabilidad. Del vínculo madre-hija como una tensión no resuelta entre ese amor no elegido que se espera incondicional y el compromiso que implica.

A través del cuidado por el detalle, las miradas y gestos cotidianos, los silencios, ausencias y fuera de campo, por lo no dicho más que por lo dicho. También, a través de la recreación de espacios, vestuario y objetos de memoria sentimental y las frases específicas que de forma casi velada logran decir mucho. Mención especial merecen las magníficas interpretaciones de María Vázquez y Adriana Ozores, las cuales abordan sus respectivos roles con naturalidad y cercanía.

Clavellino vuelve a demostrarnos la capacidad narrativa del cine sin necesidad de grandes artificios.