GARA Euskal Herriko egunkaria
2021

Una ley al sur y un anhelo de decidir el final de la vida al norte

Profesionales sanitarias trabajando en la unidad móvil de cuidados paliativos que tiene su base en el Hospital de Baiona. (Guillaume FAUVEAU)

Pese a la posición obstruccionista de PP y Vox, el legislativo español aprobó la llamada Ley de Eutanasia por amplia mayoría tal día como hoy, el 18 de marzo de 2021. Una ley esperada que por el avance que implicaba y pese a las fallas que se le presumían saludaron las asociaciones defensoras de la muerte digna.

No en vano, en la memoria colectiva habían dejado una marca abrupta casos como el del tetrapléjico Roberto Sampedro, que logró escapar de su no-vida un 12 de enero de 1998.

Lo hizo de manera furtiva y sin el refugio -para él y para sus cuidadoras más cercanas- que otorga un marco legal.

Avanzando en el tiempo, dos familias encabezaron la recogida de firmas que precedió a la aprobación de la Ley de Eutanasia hoy en vigor en Hego Euskal Herria.

Defendieron a dos seres queridos que no podían valerse por sí mismos. Hablamos de Luis de Marcos Vera y Maribel Tellaetxe, esta última, vecina de Portugalete.

Una dirección con un nombre tan significativo como sos-amatxu.com sirvió para recabar apoyos para una causa humana, íntima y personal, pero que la sociedad vasca comprendió muy pronto que trascendía lo individual por ser una demanda de buenas prácticas, para vivir y para morir.

Maribel Tellaetxe padecía la enfermedad de Alzheimer y había manifestado una década antes su voluntad de que se le practicara la eutanasia. Por aquel entonces todavía conservaba sus capacidades intactas.

Su familia se fajó para que esa voluntad fuera respetada. No pudo ser, y Maribel falleció, a los 75 años de edad, un 6 de marzo de 2019, casi dos años antes de que se hiciera realidad el cambio legal.

No obstante, cuando se aprobó la ley, la familia de la portugaluja no dudó en saludar el avance al sentenciar que «Maribel estaría exultante». La norma por la que el Estado español tomó la senda de otros países como Luxemburgo, Países Bajos, Canadá, Colombia o Nueva Zelanda, también llegó tarde para Luis, que murió antes de que sobre el aval de esas 280.000 firmas recabadas por su familia y la de Maribel el Congreso diera respuesta a la demanda de aquellas personas a las que la existencia se les hace insoportable.

Quizás sea esa, la de los límites, la primera aclaración a hacer, ya que la norma española circunscribe el acceso a la eutanasia a «aquellas personas mayores de edad que padezcan una enfermedad grave e incurable o un padecimiento grave, crónico y causante de incapacidad que provoque un sufrimiento físico o psíquico intolerable sin posibilidad de curación o mejoría».

La ley adoptada en el Estado español marca, por lo tanto, un camino balizado, para algunos expertos demasiado largo e intrincado, ya que exige al paciente ratificar su voluntad en las distintas etapas y deja, en todo caso, la decisión final en manos de una Comisión de Garantía y Evaluación. Hay otras cuestiones, ligadas al periplo del paciente, que cobran hoy por hoy mayor relevancia si cabe a la hora de analizar los lastres a la aplicación de esta ley.

De hecho, tal como se recordaba en este diario en un reportaje firmado por Nerea Goti, el estado de salud de ese eslabón básico del sistema sanitario público que es la atención primaria es clave a la hora de facilitar o dificultar un recorrido que no es nunca banal pero que puede ser más o menos complicado según los medios disponibles.

La explicación, en ese artículo, de la médico jubilada Marta Barandiaran en este sentido era más que clarificadora: «Sin una primera atención digna no es posible la muerte digna», explicaba en una de las muchas charlas organizadas por Derecho a una Muerte Digna (DMD).

RETRASO AL NORTE DEL BIDASOA.

La red de DMD no sabe de fronteras, como lo demuestra la reunión organizada el mes pasado por su sección de Nueva Aquitania en la localidad labortana de Angelu, en la que, por cierto, ejerció de anfitriona la diputada macronista Florence Lasserre.

El gran hándicap al norte del Bidasoa es la cadena de retrasos en la promulgación de una ley a la que se han prestado la derecha republicana, de una parte, y de otra un Emmanuel Macron hasta ahora reticente a tomar la iniciativa.

Por ser justos, hay que atribuir al socialista François Hollande la primera marcha atrás en la promesa hecha a esa amplia mayoría social que, como reveló la Convención Ciudadana que luego impulsaría su sucesor, Emmanuel Macron, secunda en el Estado francés la aspiración a tener una buena muerte.

A través de una entrevista con los diarios “La Croix” y “Libération”, el pasado 10 de marzo, Macron rompió su propia inercia al anunciar su intención de abordar el debate sobre «el final de vida», aunque evitó expresamente hablar de eutanasia o suicidio asistido.

También en el Estado francés hay casos que pesan como losas en el pasado reciente, y que parecen haber decidido, por fin, a Macron a impulsar una reforma legal que aunque el mandatario avance que «planteará criterios drásticos» deberá superar resistencias.

Macron ha valorado, sin embargo, que es peor seguir en una senda en la que la ausencia de una legislación adecuada aboca a largas querellas jurídicas (caso del joven Vicent Lambert, entre otros casos) y hasta a actos con una fuerte dosis de impotencia, como el que llevó a Alain Cocq a tratar de morir a la vista de todos en las redes sociales.

El dictamen publicado en setiembre de 2022 por el Comité Consultivo Nacional de Ética (CCNE), favorable a legalizar la eutanasia, ofreció ya un marco, y la citada Convención Ciudadana el refrendo social necesario. A partir de ahí, corres- ponde al legislador definir los contornos del «modelo francés» respecto al derecho a morir que preconiza Macron.

La sociedad francesa, y los ciudadanos de Ipar Euskal Herria esperan con anhelo que, superando ese marco insuficiente de la ley sobre cuidados paliativos retocada en 2019, el fin de vida se regule mediante un texto de ley que se espera que tome forma a lo largo de este primer semestre de 2024.



[2023] Alegato de Antoine Mesnier, enfermo de ELA

Para Antoine Mesnier, médico del Girondins de Burdeos en los años 90, el diagnóstico de su enfermedad fue sinónimo de una bajada a los infiernos. “Mediabask” recogió en un podcast su alegato vital a partir de una entrevista, realizada el pasado otoño por Ximun Larre y que recupera ahora Etorkizuneko Artefaktua.

Fue el 23 de febrero de 2022. Era el día de su cumpleaños, pero la noticia que recibió en una consulta médica fue todo menos un regalo. Tenía la enfermedad de Charcot, más conocida como Esclerosis Lateral Amiotrófica. Conocía las implicaciones del diagnóstico, ya que, según reveló en la entrevista, él mismo ayudó a morir a un amigo, el deportista Patrice Lestage, aquejado de ELA.

Mesnier compagina los pequeños placeres, como el acudir diariamente al Café del Frontón, en Baigorri, con una lucha en favor de la muerte digna. «Mis hijos no quieren ver partir a su padre, es normal, pero creo que apoyarán mi decisión. Tengo derecho a que me ayuden a morir, pero legalmente. No quiero poner a nadie en los problemas en que yo mismo me metí», resume Mesnier.