Cuando el cuento se resquebraja
La frase «yo soy la autoridad», pronunciada por un agente de la policía autonómica, grande como un armario, viene a ser como el abracadabra de la violencia policial. A partir de ese instante, la tortura empleada a pie de calle para reducir a una persona se convierte en el proceder normal de la Ertzaintza en momentos de tensión. Se diría que esas palabras poseen el poder establecido de un modelo de policía que no contempla en su conducta el respeto a los Derechos Humanos. La oscura muerte del joven Eneko Valdés durante una intervención de la Ertzaintza en Astigarraga es la consecuencia trágica e inadmisible de actuaciones que se repiten desde hace años por toda la CAV. No hay más que mirar la hemeroteca. En setiembre de 2021 yo misma escribí una columna relatando el matonismo de los que decían ser la «autoridad», cuando intentaban reducir, en el centro de Gasteiz, a un joven con problemas mentales. Tantas actuaciones impunes, incluso justificadas por el Departamento de Interior, en lugar de alarma suelen crear costumbre e insensibilidad en la opinión pública... hasta que un día, como ocurrió con George Floyd en Minneapolis, alguien muere y el cuento jeltzale de la «proporcionalidad» en las actuaciones de la Ertzaintza se resquebraja como un espejo, de parte a parte, que diría Agatha Christie.