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OBITUARIO [ RICHARD SERRA ]

El escultor que dejó anclados espacio y tiempo en las entrañas del Guggenheim

Richard Serra, en mayo de 2005, durante el montaje de su obra en el Guggenheim. (Monika DEL VALLE | FOKU)

Creador de monumentales esculturas de acero en las que el ser humano transita por el espacio y el tiempo; artista de mirada acerada y exigente, intransigente incluso, con los errores; figura internacional que se declaraba admirador y «alma gemela» de Jorge Oteiza, desde que le conoció en Bilbo en los 80; artista esencial al que las grandes pinacotecas de todo el mundo lloraban ayer en las redes sociales alabándolo como uno de los artistas más relevantes del siglo XX... Richard Serra, como todo los seres humanos y más en el caso de un gran creador, tenía tantas vueltas, revueltas y recovecos como sus esculturas. También alguna historia curiosa.

Enmarcado en el minimalismo en el inicio de su actividad artística, convirtió la experiencia en sí en lo esencial. Lo hizo usando materiales industriales. Muchos de sus trabajos son, en realidad, procesos de desaparición: el espectador se disuelve en el campo escultórico, percibido como el paso del curso del tiempo. Eso es lo que sucede en el monumental conjunto escultórico “La materia del tiempo”, una de las obras clave, que se exhibe desde 2005 de forma permanente en el Guggenheim bilbaino.

Son siete esculturas creadas específicamente para este espacio, que se unen a su pieza “Serpiente” y forman una instalación de una escala y dimensión sin precedentes. Pero la obra en sí no la constituyen las elípticas y espirales que se extienden por la sala más grande del edificio diseñado por Frank Gehry, sino las que nosotros creamos en nuestro deambular por los pliegues del acero corten.

Juan Antonio Vidarte, director general del Guggenheim de Bilbo, recordaba ayer que esta instalación es «a la que personalmente tengo especial cariño. Para mí, constituye un ejemplo magistral de cómo una escultura puede convertirse en lugar de experiencias desde múltiples perspectivas, y simboliza mejor que cualquier otra lo que este museo aspira a ser: un espacio para vivir momentos mágicos y disfrutar de obras de arte excepcionales en un contexto arquitectónico único».

Y eso que la compra de la instalación, que costó 20,3 millones de dólares, le trajo sus buenos dolores de cabeza y llegó al Parlamento de Gasteiz. En 2008, una auditoría encargada por el propio museo puso en cuestión una operación de compra de dólares realizada por la Tenedora del museo en 2002, en previsión de la compra futura de la obra de Serra. Se depreció el dólar y se perdieron seis millones de euros de dinero público.

Cesar Caicoya, arquitecto ejecutivo del Guggenheim, daba ayer alguna clave de cómo era Serra trabajando. En declaraciones a RTVE Noticias, explicaba que «era muy amigo de Gehry y, durante la construcción del Guggenheim, vino bastantes veces. Se enamoró de Bilbao. Como toda esta gente que está en la cumbre del deporte, de la literatura... era un hombre enormemente exigente, e intransigente con los defectos o los errores. Era muy conceptual, un auténtico intelectual».

DESIERTO Y PÉRDIDAS

Con obra presente en todo el mundo, desde Nueva York hasta Qatar -las más recientes son unas torres oscuras que parecen surgir del suelo en el desierto; solo es accesible en vehículos 4x4-, su relación con Euskal Herria fue muy estrecha. En una balconada lateral del exterior del Guggenheim está también “Plow” (Arado, 1992), dos grandes planchas de hierro donde Serra dialoga con Eduardo Chillida y Oteiza. El Bellas Artes exhibe la pieza “Bilbao” (1983), en la plaza exterior de Artium está “Finkl Octagon”, y en Donostia puede contemplarse, en la explanada del palacio de Miramar, “Five Paltes Counter Clockwise”.

El Museo Reina Sofía de Madrid fue también el protagonista de la rocambolesca desaparición de una de sus esculturas. La historia está recreada en forma de novela en “Obra maestra” (Anagrama, 2022), de Juan Tallón, y es una sátira sobre el tinglado que se montó en 2005 al conocerse la desaparición de “Equal-Parallel/Guernica-Bengasi”, formada dos grandes bloques de acero verticales de 38 toneladas de peso, de los almacenes donde había permanecido arrinconada desde 1990. Serra hizo una copia, que está en la antigua biblioteca del museo.