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Athletic geuria... denona?


Los y las aficionadas zurigorris ya están contando los días para la disputa de la final de la copa del rey. Un clásico donde los haya, habida cuenta del número de trofeos de esta índole que posee el Athletic en sus vitrinas de Ibaigane y de las finales disputadas en los últimos años.

Este club cuenta con forofos y seguidoras que han demostrado ser pacientes en lo deportivo y reivindicativas en lo político, pues claro es el recuerdo de sus sonoras pitadas al jefe del Estado y al himno español, que tanta controversia suscitaron en los mentideros hispanos. Solo espero que en esta ocasión tamaña afición rompa con el maleficio que le viene persiguiendo en los últimos años y se alce con la victoria, pues la tienen bien merecida. Victoria que, si llega, será celebrada por todo lo alto a lo largo y ancho de Euskal Herria, y de forma muy especial, en Bilbo.

Así, como en anteriores ocasiones, asistiremos a la botadura de la gabarra, la cual volverá a recorrer la ría del Nervión al objeto de hermanar a jugadores y afición en un fraternal abrazo. No obstante, mucho me temo que esta vez, si la final se decanta a favor del Athletic, no volveremos a ver esas imágenes de celebraciones tan populares como las protagonizadas en los años 80. Una razón de peso puede interponerse entre el recuerdo de ese fervor desbordante y la realidad acontecible en el futuro inmediato. Así, el club rojiblanco, con el beneplácito de la autoridad competente, ha manifestado su intención de cobrar un canon nada despreciable a toda embarcación que acompañe a la gabarra en su periplo por la ría. Cantidades que oscilan desde los 200 euros hasta los 4.000, dependiendo de su tamaño y tripulación. Una nueva ocasión para convertir la ilusión y la fiesta en ingresos contantes y sonantes que van a parar a los bolsillos de determinados «amigos».

Hasta donde alcanzan mis entendederas, la ría no es patrimonio del Athletic y no llego a comprender cómo se le concede tamaño privilegio y la potestad de cobrar por un espacio del que no es dueño. ¿Se imaginan que la panadería de debajo de casa comenzara a cobrar a los transeúntes que pasan por su acera? No parece lógico. Me inclino a pensar que detrás de esta decisión o atropello se esconde nuevamente la obsesión recurrente de que hacen gala algunos de nuestros gobernantes por privatizar espacios festivos populares para dejarlos en manos de aquellos que pueden pagarlo todo.

Una privatización en diferido que mancha el buen nombre de una afición y de un club histórico que no tienen precio.