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DE REOJO

Música contra la estupidez


De lunes a viernes, quienes acuden a su puesto de trabajo, lugar de estudio o paseo recomendado escuchando su radio preferida forman parte de una parte de la sociedad que vive sobresaltada, a golpe de efecto. Las tertulias radiofónicas, antes que las televisivas, van construyendo un imaginario cargado de toxicidades. Como se busca el espectáculo y no la información, se debe sobreactuar, recortar, retransmitir medias verdades, destripar supuestas exclusivas, alamar, alertar, buscar en los extremos del diapasón esos tonos muy graves o extremadamente agudos para mantenernos en estado de excitación.

Los fines de semana, los puentes auspiciados por el calendario católico y otros días de descanso secular se convierten en remansos de paz, donde caben conciertos de músicas populares o clásicas, la tranquilidad se apodera del quehacer, un vermú se convierte en un reencuentro. Son reminiscencias de otros tiempos donde al estrés lo teníamos cogido por las orejas y lo soltábamos a media tarde para hablar de asuntos transcendentales: la cena del sábado, el desliz de nuestro equipo de fútbol, el divorcio de la prima Julia. Esos tiempos vivos que hoy se denominarían de la basura porque estamos exigidos en todos los ámbitos para cumplir expectativas otorgadas por amigos o enemigos.

Escribo escuchando música clásica porque sufro ataques de sensatez. Veo a Mónica Oltra después de su absolución y me cuesta mantener el tino y el tono. La injusticia de la extrema derecha española política, judicial, económica es un terror cotidiano y continuado.