GARA Euskal Herriko egunkaria
1986

De entradas y salidas

Mientras no caminó por alfombra gubernamental, el PSOE se prodigó en declaraciones contrarias a la OTAN y a lo que esa alianza político-militar representa. En 1981 Felipe González había alertado, incluso, de que «en España hay dos tipos de otanistas, los convencidos y los conversos», para añadir que si bien los convencidos son respetables, los conversos son peligrosos.

A la derecha, marcha de apoyo a los refugiados políticos ante la oleada de detenciones y entregas de París al Estado español; y abajo, portada de “Egin” con los resultados del referéndum sobre la OTAN. (EGIN)

Meses más tarde reiteró la oposición de su partido a la OTAN avisando de que siempre estarían en contra «con las consecuencias históricas que tenga mantener una coherencia lógica entre lo que decimos y lo que pensamos hacer». De la misma opinión era su entonces mano derecha, Alfonso Guerra, que anunciaba que harían campaña «para que no se esté en la OTAN».

Dos años más tarde, en 1983, y ambos siendo ya desde hacía pocos meses presidente y vicepresidente del Gobierno español, insistieron en que se debía estar fuera de la OTAN. Incluso lanzaron sutiles amenazas a quienes, formando parte de su Ejecutivo, pretendieran pertenecer a esa alianza. Esa fue la última ocasión en la que sus declaraciones fueron en ese sentido, ya que muy poco después se pasaron al bando contrario, precisamente al de los conversos pro-aliancistas a quienes anteriormente habían denostado sin misericordia.

De aquella travesura adolescente del «OTAN, de entrada no» con la que llenaron paredes y vallas publicitarias pasaron a una cerrada defensa de la Alianza Atlántica, hasta el punto de tener que contener la respiración el día del referéndum, porque parecía que el plan les podía salir mal. De hecho, no mucho después de la consulta confesaron que eso de preguntar a la sociedad qué quiere podrá ser muy democrático pero en ningún caso una buena idea.

NEGOCIO REDONDO PARA EL PNV

El PNV, por su parte, hizo gala de la habilidad que siempre le ha caracterizado y viró en sentido contrario; esto es, del atlantismo convencido a una neutralidad profiláctica que le aconsejó dejar libertad de voto a sus militantes. Ni sí ni no, ni todo lo contrario. Y es que la oposición a la OTAN parecía ser la que tenía más posibilidades de imponerse en las urnas vascas. Que fue lo que ocurrió el miércoles 12 de marzo de 1986, cuando algo más del 62% de los ciudadanos de la Euskal Herria peninsular rechazó la pertenencia a la Alianza Atlántica.

Los jelkides, así, pudieron celebrar el resultado electoral en ambos sentidos: como otanistas, porque vencieron a nivel estatal con casi un 57%, y también como contrarios, por la clara negativa vasca. Salió lo que querían y quedaron bien frente a la ciudadanía de este país. Negocio redondo.

De hecho, Xabier Arzalluz y el lehendakari Ardanza votaron a favor, mientras su predecesor, Carlos Garaikoetxea, volando ya fuera del nido jeltzale, se mostró contrario y protestó porque en Nafarroa no le dejaran votar en euskara. Los alcaldes de Gasteiz y Donostia, José Ángel Cuerda y Ramón Labayen, también enfrentados con la dirección jelkide, votaron «no» y «sí», respectivamente.

Herri Batasuna lo hizo en contra y, tras el resultado, destacó, una vez más, la necesidad de soberanía nacional. Euskadiko Ezkerra interpretó que la sociedad vasca era pacifista, si bien Kepa Aulestia no pudo evitar la ocasión para asegurar que eso también significaba que los vascos estaban contra ETA.

La pregunta del referéndum sobre la OTAN no fue todo lo clara que debería esperarse para una consulta popular. En cualquier caso, ninguna de las condiciones que se mencionaban en la papeleta fue respetada. Los efectivos militares de EEUU continuaron donde estaban y no se redujeron, se les admitió la posibilidad de almacenar, instalar o introducir armas nucleares y, en 1997, ya con Aznar como presidente, España se incorporó a la estructura militar integrada. Pleno al tres.

Por cierto, cuatro años antes del referéndum ya había sido reconocida como 16º miembro de la OTAN y, en enero de 1986, entró en la Comunidad Económica Europea.

Lo que no entró, sino que salió, fue el grupo de disidentes del PNV. Los problemas que habían empezado el año anterior entre directivas, expulsiones varias, colisión de personalismos, discrepancias entre el EBB y el lehendakari Garaikoetxea que llevaron a su defenestración, las diferentes concepciones sobre las atribuciones del Gobierno Vasco y las diputaciones forales… abocaron a una escisión que se consumó en septiembre con la presentación de Eusko Alkartasuna. Su primer gran acto público fue en octubre en el velódromo de Anoeta, con lleno absoluto.

Aquel verano del 86 había sido particularmente caliente entre los jefes del PNV y sus críticos, sobre todo después de que se descubriera un chapucero montaje de la Ertzaintza para intervenir el teléfono de Garaikoetxea. En agosto, su teléfono en Zarautz no funcionaba debidamente, por lo que dio parte a Telefónica. Al comprobar la línea se descubrió que estaba puenteada y derivada hacia un teléfono de Orio anexo a una vivienda alquilada por la compañera de Javier Zumalde, “El Cabra”, que para entonces estaba ya de contratista del PNV.

GARCÍA DE ANDOAIN

El frustrado operativo de espionaje habría sido llevado a cabo por Adjuntos a la Viceconsejería de Seguridad, AVCS, una particular unidad de la Ertzaintza formada por elementos de la máxima confianza de la dirección del PNV. En las investigaciones posteriores fueron apareciendo no solo los nombres de los tres ertzainas directamente implicados, también los del responsable de Interior, Luis María Retolaza, o del propio Genaro García de Andoain, entonces delegado general de Lakua para asuntos de Policía.

García de Andoain moriría el 2 de noviembre, durante una operación de los «berrozis» en la zona de Ubidea, en Bizkaia, para liberar al industrial Lucio Aginagalde, precisamente amigo personal del fallecido.

Efectivos de AVCS habían localizado la cueva en la que se encontraba retenido el empresario, custodiado por miembros de ETA. García de Andoain se introdujo en la cavidad y se produjo un intercambio de disparos, en el que resultó muerto el jefe policial y herido un militante de ETA, organización que días después acusó al PNV de no haber «facilitado un final satisfactorio» del secuestro de Aginagalde, que «ha puesto en grave riesgo la vida de este y ha causado la muerte de Genaro García de Andoain, para mayor satisfacción de los enemigos reales del pueblo vasco».

Era el máximo responsable de Inteligencia y tareas operativas contra ETA, e incluso estaba por encima del organigrama jerárquico de la Ertzaintza, encabezado por dos militares.

El año había empezado con la muerte de tres militantes de ETA ametrallados por la Guardia Civil entre Pasaia e Intxaurrondo. Tres semanas más tarde, el 6 de febrero, ETA mataba en Madrid al vicealmirante Cristóbal Colón de Carvajal y su conductor; luego fueron cinco guardias civiles, y así hasta un total de 41, más de la mitad en Madrid.

En febrero, dos miembros de los GAL irrumpieron a tiros en el bar Batzoki de Baiona, dejando seis refugiados heridos. Ese año realizaron dos atentados más en los que acabaron con la vida de tres personas que no tenían relación alguna con el independentismo. En el sur del país la guerra sucia se centró, principalmente, en la quema de vehículos de militantes abertzales o de sus familiares; aunque también se dio un secuestro con torturas en Errenteria.

El Gobierno francés, sumergido ya en el colaboracionismo, dio una vuelta más de tuerca en su acoso a los exiliados vascos y, aplicando un decreto de 1945 que autorizaba a expulsar de su territorio a cualquier extranjero considerado peligroso, entregó a España por procedimiento de urgencia absoluta a 26 refugiados políticos vascos durante los seis últimos meses del año. Txomin Iturbe había sido deportado a Gabón en julio, pocos días antes de que una gran marcha recorriera diversos puntos de Hegoalde en solidaridad con los refugiados. El día que empezó esa marcha, se inició una serie de expulsiones.

En noviembre, el colaboracionismo francés entró en el terreno policial con la “Operación Sokoa”, planificada en el cuartel de Intxaurrondo y llevada a cabo por unidades francesas. En la fábrica de muebles de Sokoa se incautaron de armamento y documentación.

AÑO ELECTORAL EN TODA EUSKAL HERRIA

1986 fue año electoral en todo el país. En la zona continental votaron en marzo para la Asamblea Nacional francesa. Ganó la derecha de Jacques Chirac, lo que dio paso a la llamada «cohabitación»: esto es, un presidente de Gobierno de derechas con un presidente de la República de izquierdas.

En junio acudieron a las urnas los vascos peninsulares para el Congreso y Senado en Madrid. El PSOE de Felipe González revalidó la mayoría absoluta, aunque perdiendo 18 escaños y más de un millón de votos.

La última cita electoral fue en noviembre y las urnas se abrieron para el Parlamento de Gasteiz. Era la primera vez que se presentaba EA. El PNV perdió 15 escaños, 13 de los cuales pasaron a manos de EA y dos a HB, que también consiguió 13.

Como los tres herrialdes del tercio autonómico tienen 25 representantes cada uno, se dio la circunstancia de que el PNV sacó algunos votos más que el PSOE pero menos parlamentarios. En cualquier caso, Ardanza siguió como lehendakari porque le apoyaron el PSOE y el CDS de Adolfo Suárez.

A finales de abril, en la central nuclear ucraniana de Chernóbil se produjo la explosión de un reactor y el posterior incendio de las instalaciones. El accidente tuvo en vilo a toda Europa y está considerado el más grave de la historia de la energía nuclear.

El panorama internacional en 1986 no fue tranquilo: ataques estadounidenses a Libia y Nicaragua, conflicto en Líbano, otra matanza en Soweto… En Madrid murió el histórico socialista Tierno Galván y en Estocolmo, el presidente sueco Olof Palme, en un atentado cuya responsabilidad nunca ha sido suficientemente aclarada.

También se perdió al director de cine Vicente Minnelli, al escultor abstracto Henry Moore y al escritor y poeta Jorge Luis Borges, quien, entre otras lindezas sobre los vascos, dijera que «me parecen tan inservibles como los negros».

En Euskal Herria, el año que Sebastián Lizaso ganó la Bertsolari Txapelketa Nagusia falleció el bertsolari de Muxika Balendin Enbeita, cuyos bertsos echados en una comida en Arantzazu en 1956 tienen hoy, casi setenta años más tarde, la misma vigencia, si no aún más:

Ez da indarrik maitasunaren

indarra menperatzeko.

Guk be euskera maite badogu

ez da sekula galduko;

itxartu eta jagi gaitezan

belutu baiño lenago.