Koldo LANDALUZE
DONOSTIA
SANGRE EN LOS LABIOS

Furia y anabolizantes

Vibrante y feroz, así se revela este thriller negro de reminiscencias de serie B y muy ochentero, una década en la que se escenifica este polvorín fílmico que se desarrolla en las elecciones estadounidenses que determinaron el adiós a Ronald Reagan y saludaron al no menos terrible George W. Bush padre. Una época tumultuosa en la que emergieron el culto al cuerpo y el odio hacia el colectivo LGTBI, y las armas tejían el vínculo de la vida en comunidad. Para dar forma a su historia, Rose Glass ha optado por la senda del cine negro, cuyos códigos siempre han reflejado incómodamente la realidad. La autora de “Saint Maud” (2019) fusiona “Sangre en los labios” con los moldes dramáticos de los grandes clásicos. Por ello, los personajes encarnan arquetipos muy reconocibles dentro del género, pero con un giro fresco y mordaz. En este escenario, donde el deseo y el sexo se presentan como vías de escape en una sociedad enferma, las escenas entre las dos protagonistas no solo son necesarias, sino también reveladoras.

La cineasta apuesta por subvertir las convenciones narrativas, guiándonos a través de un mundo de pesadillas poblado por culturistas feroces y descensos a los infiernos. El personaje de Kristen Stewart se encuentra atrapado en las paredes de un gimnasio en un remoto pueblo de Nuevo México. Allí, desempeña el papel de gerente, mientras vigila a su hermana, quien soporta el peso de un matrimonio marcado por el maltrato. Esta es su manera de protegerla, manteniéndose a distancia de su padre (Ed Harris), un hombre que dirige un sindicato del crimen ocultando sus actividades tras la apariencia de un campo de tiro. La vida del personaje da un vuelco con la irrupción en su gimnasio de una culturista (Katy O’Brian). Con estos elementos, Glass ha creado un cóctel explosivo, libre y salvaje.