Las sociedades deciden las guerras
Durante la guerra de Vietnam hubo un encuentro entre altos mandos militares estadounidenses y vietnamitas. Los primeros dijeron que era evidente que los guerrilleros comunistas no podían ganarles ninguna batalla. «Eso no tiene la menor importancia», respondieron los vietnamitas. En efecto, las armas, las tecnologías y las estrategias militares juegan un papel importante en el resultado de las guerras, pero lo que las decide son las relaciones sociales en cada uno de los bandos. La historia la hacen seres humanos, cuya voluntad y claridad de objetivos tienen un peso decisivo en la dilucidación de aquello que las armas por sí solas no pueden decidir.
Desde Sun Tzu y Clausewitz sabemos que la cohesión interna de una nación juega un papel decisivo en las grandes guerras. Eso hace posible que países que tienen menor potencial bélico puedan derrotar a fuerzas superiores, y que las grietas que aparecen o que ya existían en sociedades más desarrolladas pueden inclinar la balanza en su contra. Algo de esto sucedió en Vietnam.
En efecto, Estados Unidos debió retirarse del campo de batalla sin haber sufrido ninguna derrota en combates tremendamente desiguales. Lo hizo porque su sociedad ya no estaba dispuesta a seguir sosteniendo una guerra que le resultaba innecesaria y perjudicial. En ese sentido, las masivas protestas y rebeliones desde fines de la década de 1960 decidieron a los gobernantes de la época a dar un giro completo y dejaron que el régimen del sur de Vietnam se hundiera, al retirar las desmoralizadas fuerzas armadas del Pentágono.
Desde el 7 de octubre de 2023, se registraron más de 8.000 protestas en Estados Unidos contra la guerra, en 850 ciudades. En estos momentos hay más de cien universidades con campamentos que exigen el fin de la guerra de Israel contra el pueblo palestino. La policía detuvo a más de mil manifestantes y las autoridades amenazan con suspensiones.
Además del fin de la guerra, los estudiantes demandan que sus universidades dejen de invertir en Israel y en empresas que financian la guerra, ya que lo hacen con sus propios recursos. Por lo que pude ver, en cinco universidades, en Filadelfia, Nueva York y California, la participación estudiantil es diversa y forma un amplio abanico que incluye latinos, afroamericanos, jóvenes de clase media, anarquistas, musulmanes y, casi siempre, judíos antisionistas.
La pregunta es si las protestas en el país que apoya y financia la guerra podrán frenar a su más poderoso aliado en el mundo. No es fácil aventurar una respuesta, pero parece evidente que si la anunciada ofensiva contra Rafah aún no se ha concretado es porque la Casa Blanca viene presionando a Netanyahu para retrasarla. Las próximas elecciones pueden significar un duro revés para Biden, ya que una parte de su electorado parece dispuesto a no votar en estas circunstancias.
De todos modos, la cuestión central va más allá del ciclo electoral y se relaciona con los problemas que enfrentan las sociedades europeas y estadounidense. ¿Están las sociedades occidentales en condiciones de sostener guerras permanentes y cada vez más intensas, incluso contra poderosas naciones como China, Rusia e Irán?
En el caso de Europa, el continente que puede decidir el futuro, el Laboratorio Europeo de Anticipación Política (LEAP), sostiene que el continente está atravesando «profundas divisiones y preocupaciones de la sociedad civil, que se reflejarán en virulentas tensiones sociales y que también tendrán ocasión de expresarse electoralmente en ocho de los Estados miembros» (Geab 181, enero 2024).
En su boletín de marzo, el LEAP sostiene que las tensiones que están agrietando el edificio de la Unión Europea están contenidas por las elecciones de este año, pero la «sumirán en un estado de guerra «total» a principios de 2025» (Geab 183, marzo 2024). La conclusión es tremenda: «La crisis sistémica mundial ha alcanzado tales profundidades que resulta imposible evitar la confrontación abierta». Para 2025, «la Europa fragmentada implosiona bajo la presión de la guerra».
Estados Unidos quedaría aislado sin el apoyo de Europa, situación que lo forzaría a un repliegue ante el Sur Global que viene fortaleciendo sus posiciones tanto en la alianza BRICS+10 como en la consolidación de la multipolaridad en Asia y África. Por eso creo que el futuro europeo inmediato puede torcer la balanza de la geopolítica global y conseguir que la paz pueda imponerse en Ucrania y Gaza.
Cuando las guerras no pueden ser decididas por las armas, y raramente lo son, el factor decisivo es la cohesión social de cada sociedad y su disposición a sostener el esfuerzo bélico. Aunque no existen medidas exactas para ello, podemos asegurar que la sociedad china se encuentra en pleno auge, confiada y optimista.
Por el contrario, la sociedad estadounidense presenta serias grietas, a tal punto que la esperanza de vida se viene reduciendo año tras año: desde 2014 los estadounidenses viven dos años menos, tendencia que empezó antes de la pandemia y que se profundiza entre los sectores sociales de menores ingresos. En el mismo período, la esperanza de vida en China creció en más de dos años y superó la de Estados Unidos.
Pese a las duras sanciones impuestas por Estados Unidos, la empresa Huawei ha pasado de un 47% de implementación de componentes chinos a cerca de un 90%, «un importante paso para lograr la completa independencia de tecnologías estadounidenses» (xataca.com, 29 de abril de 2024). Este dato revela que la «guerra comercial» ha fracasado y que el crecimiento tecnológico del Dragón es imparable. Las tendencias de larga duración no se pueden frenar ni revertir con medidas voluntaristas, por más radicales que parezcan.
Creo que las sociedades son las que, tarde o temprano, por activa o por pasiva, deciden las grandes tendencias de la humanidad. Este confuso período que atravesamos no puede ser la excepción. Por eso, no tenemos otro camino que confiar en la gente común, aunque a veces nos defraude.