06 MAY. 2024 DRAMA MIGRATORIO EN EL MEDITERRÁNEO Rescatando a la naufragada humanidad en el Mediterráneo Esta crónica narra, a bordo del barco humanitario Life Support, el intento, frustrado por la vigilancia europea de Frontex, de recoger a un grupo de náufragos varados en una plataforma de gas de Túnez, y el rescate, exitoso, de una patera con 52 refugiados a bordo, que serán desembarcados en Catania, Italia. En la página anterior, momento en el que llegan a cubierta los primeros náfragos. Arriba, una activista oteando las olas en busca de embarcaciones. (Giacomo SINI) Giacomo SINI Mohammad -nombre ficticio para garantizar su seguridad-, un joven sirio de 24 años, sube la escalerilla del barco con los ojos brillantes y cansados, mira a su alrededor y, tras los primeros pasos en cubierta, respira aliviado oteando el cielo y sonriendo. Después de una agonía de siete horas en alta mar, está a salvo. Estamos en la Life Support, un barco de búsqueda y rescate en el Mediterráneo de la ONG Emergency. «El proyecto se creó en 2022 tras años de experiencia como sujetos en tierra durante el desembarco de náufragos y aportando conocimientos médicos a bordo de otros barcos de ONG», explica Alessandro Bertani, vicepresidente de Emergency. «Siempre hemos trabajado en condiciones difíciles, en favor de las víctimas de la guerra y la pobreza, con Life Support continuamos esta labor en el mar». A bordo, la tripulación es internacional. Junto a los marinos ucranianos, azerbaiyanos y rumanos, está el equipo de la propia ONG. Los días en el mar están marcados por el ritmo de las olas y por los drills, entrenamientos para el salvamento marítimo y la organización posterior del rescate. Las tareas están muy ordenadas. Varios equipos desempeñan una función específica a bordo: el equipo SAR (Search and Rescue), que interviene en el salvamento marítimo con las RHIBs (Rigid Hull Inflatable Boat), que acogen a los náufragos a bordo, y el equipo médico, compuesto por un médico y dos enfermeros. Por último, está el grupo de logística y dos mediadores culturales. Todos se turnan a diario para limpiar las zonas comunes, escuchar las comunicaciones por radio y observar el mar desde el puente donde se da la alarma cuando se avista una embarcación en dificultades. Coordinan las operaciones Ani, una asturiana, y María, de Liguria, que lleva el mar en la sangre. Al mando está Domenico, de Calabria, con una larga experiencia de navegación a sus espaldas. Tras unos días de navegación, alcanzan la zona SAR maltesa, Ani agita el equipo: «A partir de ahora intentamos estar preparados para todo y tenemos las radios a todo volumen». Sus palabras, mientras el mar se pone cada vez más bravo, suenan a premonición. Pasan unas horas y Ani convoca una reunión de urgencia. «Hemos recibido un mayday relay del avión Sparrow 4 de Frontex, que ha avistado a unas 40 personas a bordo de la plataforma de gas tunecina MISKAR. Estamos a pocas millas, prepárense para intervenir» Llegando al área, las RHIBs bajan al agua y se dirigen hacia la plataforma. «Tenemos autorización para que se acerquen», informa Ani. Estamos a bordo uno de los dos RHIB. Ian, un timonel sueco de unos setenta años, coge velocidad. El mar está muy agitado y hay un fuerte viento. La plataforma está a pocos metros. «¡Puedo verlos, están cerca de las escaleras!», grita Bader, mediador cultural marroquí. La estructura está sostenida por pilones muy altos y se accede a ella por una escalera que parece desaparecer entre las olas. Los náufragos se atrincheran cerca, agitando las manos. No lejos pasa a la deriva un bote vacío. De repente, Ani pide al RHIB que se aleje al menos 500 metros. Minutos después, no hay más comunicación con la Life Support. Son momentos frenéticos, la tensión a bordo es alta y no se puede hacer nada. «Volved a la nave», ordena de repente Ani. En el RHIB todos se miran, un coro unánime de desaprobación rasga el silencio en el mar. La luz de una unidad naval se acerca a la plataforma. Pasan las horas, el avión de Frontex se aleja y la luz intermitente de una antorcha llevada por los náufragos desaparece. Volvemos a bordo mientras las RHIB permanecen en el mar. «Les dejamos volver después de que la plataforma, a pesar de una luz verde inicial, se negara repentinamente a dejarles acercarse, pidiéndonos que entregáramos a los náufragos a una unidad naval tunecina, nos negamos, Túnez no es un país seguro para ellos», cuenta Ani en una reunión nocturna de emergencia. Durante todo el tiempo, la Life Support intentó ponerse también en contacto con el MRCC (Centro de Coordinación de Salvamento Marítimo) maltés e italiano sin recibir respuesta. La denegación de intervención se produce nueve meses después del Memorandum firmado en Tunis entre la UE y Túnez. Eso prevé que la Comisión Europea daría 105 millones de euros al país norteafricano para la gestión de la migración y el refuerzo de los controles costeros. Como publicó “Financial Times”, Bruselas acordó el 25 de marzo de 2024 entregar 164 millones de euros a las Fuerzas de Seguridad tunecinas, a pesar de las críticas de varias organizaciones humanitarias como Human Rights Watch. «Las autoridades tunecinas han repatriado por la fuerza a personas que huían en barco y corrían el riesgo de sufrir graves daños en Túnez», declaró en julio Lauren Seibert, investigadora de derechos de refugiados y migrantes de la ONG. Durante la noche, Life Support permaneció en las inmediaciones de la plataforma. Intentamos ponernos en contacto con MISKAR sin recibir respuesta. «Estas son las condiciones en las que operamos cada día», denuncia Ani con un suspiro al final de la reunión. «Aquella escena se me ha quedado clavada en la mente», dice Bader. «Estábamos encantados de poder rescatar a esas personas, las vimos bien y me dispuse a asegurarles que nos las hubiéramos llevades a la Life Support». Bader tiene la voz entrecortada por la rabia y la mirada fija en el mar: «Pude ver claramente a dos niños y algunas mujeres». Hasta hoy, las solicitudes de la Life Support sobre el resultado de la operación de rescate y sobre qué pasó con los náufragos siguen sin respuesta. SEGUNDA OPERACIÓN DE RESCATE Cae la noche y la Life Support se dirige hacia la zona SAR libia. El barco se balancea entre largas olas. De repente, la voz de Ani resuena en todas las radios. «A todo el personal de Emergency, estamos en contacto visual con una pater. Prepárense para las operaciones de rescate». Solo han pasado unas horas desde la intensa jornada anterior, pero no hay tiempo para reflexionar, hay que actuar. Desde la cubierta exterior se ve una embarcación repleta de gente, está muy cerca de la ‘Life Support’. En segundos, los RHIB se lanzan en el agua. No queda mucho tiempo. «Nos dimos cuenta de que, dada la altura de las olas, el barco podría volcar. Así distribuimos los chalecos salvavidas lo más rápidamente posible», cuenta Nicola, socorrista milanés. Cuando la RHIB se acercó a la embarcación le llamó la atención el hecho de que tuviera doble cubierta. «Había gente bajo cubierta, un fuerte olor a gasolina. De inmediato noté a un hombre inmóvil y acostado», cuenta, «creímos que se había desmayado, estábamos muy preocupados». Afortunadamente, nadie queda atrás, todos los náufragos son trasladados conscientes a la Life Support. La mayoría, agotados por la fatiga, apenas se tienen en pie. Una mujer apenas camina. En su mirada, todo el dolor de un viaje interminable. Tarde, en la noche, el mar se hincha. Son en total 52 náufragos. Vienen de Pakistán, Bangladesh, Siria, Egipto y Nigeria. El equipo de Emergency les lleva a la shelter area, una zona donde hay un pequeño ambulatorio. Tras nuevos controles médicos, no se detectan casos clínicos graves. Domenico baja del puente para reunirse con los náufragos unas horas después del rescate: «Las autoridades italianas nos han confiado el puerto de Catania para desembarcar, mañana por la tarde estaréis en Italia», Un aplauso estalla. Ahmed, un joven de 24 años de Alepo, abraza a Abdel y Mohammad, sus compañeros de viaje. «Salimos anoche de Zwara, Libia. El mar estaba muy agitado, nos vimos obligados a caminar entre las olas antes de llegar al barco, el agua nos llegaba al pecho, todos teníamos miedo de ahogarnos», cuenta. Llegó a Jordania y después a Líbano, donde permaneció tres años. «Hace cuatro meses tomé la decisión de partir hacia Libia», continúa. «Es la segunda vez que intento la travesía. Los libios siempre nos han tratado mal, incluso fuimos capturados por una milicia que nos pidió más de 2.000 dólares a cada uno para liberarnos. Uuna vez libres, decidimos intentarlo de nuevo juntos, no teníamos otra opción». Los tres relatan el viaje por el mar, pagaron 8.500 dólares: «Una pesadilla, hacíamos agua y nos turnábamos para sacarla del barco, entonces os vimos, erais la salvación. Abbas, un egipcio de 44 años, escucha la conversación y asiente. Habla bien italiano. Ha vivido y trabajado varios años en la península itálica. «Una noche decidí volver a Egipto, echaba de menos a mi familia, fue el mayor error que pude cometer», confiesa el hombre. «Allí no tienes libertad de pensamiento, sufres mucho». De vuelta en Egipto, Abbas se deprimió, no encontraba trabajo. Conseguir un visa para Italia era cada vez más difícil. Así que decidió reintentar el viaje a través de Libia y junto a las otras 51 personas tomó la ruta marítima. «Cuando vi vuestra embarcación salvavidas y oí que erais italianos no me lo podía creer. Para mí, ese viaje por mar fue la última esperanza. Me hicisteis renacer. No me interesaba vivir ni morir. Ya estaba muerto en Egipto». A lo lejos se vislumbra el pico nevado del Etna. Un joven señala tierra firme. Abbas sonríe y lo abraza. A bordo reina un silencio irreal solo roto por el susurro del viento. La Life Support atraca. Han pasado casi treinta horas desde el rescate. Mohammad desciende lentamente la escalerilla del barco, se vuelve y se despide con un gesto de la mano. Ha dejado atrás la violencia de los libios y el peligroso balanceo de la embarcación con la que intentó la travesía del Mediterráneo. Por delante tiene un nuevo viaje, tal vez una nueva vida, un futuro diferente.