Koldo y su tiempo de radio...
A Koldo Landaluze le conocí hace años y, también, hace años que no nos veíamos. Algún correo y recuerdos a través de conocidos, ese ha sido nuestro único contacto. Hablé con él cuando publicó “Los perros del Rey”, y recuerdo que “Días de Barrena”, su primera novela, la compré para enviársela a un amigo que entonces se encontraba en la cárcel. “Crónicas de piratas, corsarios y filibusteros”, su segunda obra, la leía todos los veranos. Era uno de los libros que guardaba en la «furgoneta», en la vieja autocaravana con la que mi compañero y yo, ya jubilados, recorrimos los rincones más bonitos y escondidos de la costa. El libro de Koldo y los misterios de Agatha Christie se convirtieron en los libros imprescindibles del verano, los que había que leer frente al mar. Un día, creo que después de la pandemia, intenté visitarle en su librería de Zumaya y decírselo, pero ese día estaba cerrada. Pensé en llamarle, pero solo le escribí un correo.
Al Koldo periodista le conocí en Egin Irratia. Entonces él hacía un programa de noche y no sé cómo me invitó a colaborar en su programa. Fue el primero que, en esta profesión, me dio la oportunidad de escribir lejos del rigor de la actualidad y del periodismo informativo. Durante un tiempo colaboré con un relato muy breve que se escuchaba a altas horas de la madrugada dentro de la magia y el misterio que ofrece la palabra en la radio de noche. Después de aquella experiencia volvió a confiar en mí y me dejó diez minutos en su primer programa de cine. Llamó al espacio “Luz de gas”, en homenaje a la película clásica de 1944, un lugar donde la literatura, la música y la historia del cine se daban la mano. Fueron tiempos en los que el periodismo era bonito, imaginativo, temerario... se disfrutaba con él. El arbitrario e injusto cierre de “Egin” y de Egin Irratia dejó las noches silenciosas... igual que las mañanas y las tardes, pero no las vivencias y los recuerdos. Aún guardo las cintas, las «casetes» donde Koldo me grabó los textos que yo escribía y leía y que, más tarde, cuando podía, me enviaba para que los guardara.
He sido una fiel lectora de sus artículos, de sus críticas y reportajes y este escrito es mi modesto homenaje. Con Koldo Landaluze me sucede lo mismo que con Xabier Rekalde, colaborador de 7K, crítico de jazz y un poco poeta en sus horas libres. Tengo el convencimiento de que ambos eran y serán periodistas muy especiales, difíciles de olvidar. Agur eta ohore.