Más aranceles no arreglan nada, retrasan lo inevitable
La Comisión Europea comunicó ayer a China que impondrá aranceles a los vehículos eléctricos que variarán entre el 17,4% exigido a BYD y el 38,1% a SAIC en función de si los fabricantes chinos cooperan o no con el procedimiento establecido por las autoridades comunitarias. De no mediar acuerdo con Pekín, estos nuevos aranceles serán definitivos en noviembre. De este modo, la UE sigue los pasos de EEUU, que ha elevado desde el 25% hasta el 100% los aranceles, o Turquía, que ha aprobado un aumento del 40% en un intento de frenar las importaciones de coches chinos.
El Gobierno chino criticó la medida por «infundada y proteccionista» e instó a la UE a corregir su decisión por medio del diálogo y la consulta. Los productores de automóviles chinos, sin embargo, no le dieron mayor importancia, confiados seguramente en la calidad de los vehículos que hacen. Por otro lado, algunas multinacionales europeas mostraron su preocupación, ya que poseen plantas en China, a cuya producción también afectarán los nuevos aranceles. De la misma forma, los fabricantes europeos señalaron, acertadamente, que lo que Europa necesita es una estrategia industrial sólida y que los aranceles darán algo de tiempo, pero no revertirán la llegada de mejores automóviles. Entre los Gobiernos de la Unión, el francés apoya la medida, pero varios ministros alemanes se posicionaron en contra e instaron al diálogo para evitar una guerra comercial. Lo cierto es que la globalización ha tejido una densa red de relaciones económicas y los intereses cruzados son extensos y, a menudo, contradictorios.
Los vehículos chinos tienen una cuota de mercado europeo de apenas el 8%, lo que lleva a preguntarse si esta decisión tiene que ver más con su potencial para ganar cuota o con la confrontación geopolítica. Además, los coches eléctricos no han tenido demasiado éxito en la UE y encarecerlos no ayudará a su despliegue, lo que dificultará aún más el cumplimiento de los objetivos medioambientales. Tal vez ha llegado el momento de reconvertir una industria del automóvil enfocada hacia la movilidad individual -insostenible, sea convencional o eléctrica- y apostar por el transporte colectivo.