EDITORIALA

Pasos significativos, firmes y esperanzadores

Las instituciones navarras están dando pasos relevantes en el reconocimiento y la reparación de las víctimas cuyos derechos humanos fueron violados por las FSE. Ayer, por un lado, la Red de Torturados de Nafarroa informó de que el Gobierno de María Chivite ha reconocido como víctimas a otros 19 ciudadanas y ciudadanos navarros, entre ellos a Garbiñe Urra, Iker Moreno, Iker Aristu, Mikeldi Diez y Oihan Ataun, que fueron torturados por cuerpos policiales entre 2005 y 2011. Eso supone asumir que esas barbaridades no se dieron solo antaño ni fueron puntuales. Por otro lado, el Ayuntamiento de Iruñea aprobó una moción que precisamente aboga por el reconocimiento y la reparación de las personas torturadas y por ofrecer garantías de no repetición. El texto salió adelante con los votos de EH Bildu, PSN, Geroa Bai y Contigo-Zurekin, con la abstención de UPN y con el único voto en contra del PP, que se quedó aislado en el negacionismo. UPN se abstuvo, es cierto, pero pronunció un sonoro «Os creo» por boca de la concejala María Caballero. Es un gesto muy importante que hay que poner en valor.

La sociedad civil ha impulsado una dinámica que está dando sus frutos. Estableciendo principios básicos que parten de los derechos humanos; tejiendo complicidades y confianza entre personas y grupos con diferentes trayectorias, vivencias y proyectos; trabajando con perseverancia y discreción, han propiciado compromisos que se están traduciendo en resultados visibles. No es fácil, y por eso es también importante.

En este sentido, la tortura es un crimen de lesa humanidad que no puede ser condonado ni quedar impune. Las instituciones que la utilizaron como parte de una estrategia contrainsurgente deben asumir su responsabilidad. Para las personas que la sufrieron es muy importante que se reconozca lo que les hicieron, que se avance en la verdad, la justicia y la reparación, y que se establezcan garantías de no repetición. Para la sociedad es indispensable que se rindan cuentas, que algo que todo el mundo reconocía en privado adquiera carácter público y que se haga una lectura crítica. Esa es la forma en la que puede mejorar la cultura democrática de una sociedad.