29 JUN. 2024 Tras el debate, los demócratas entran en pánico y ya buscan sustituto para Biden El cara a cara entre Donald Trump y Joe Biden, en el que el presidente se mostró perdido y dubitativo, ha hecho saltar las alarmas en el Partido Demócrata por la imagen que proyectó su condición física y cognitiva. «No he entendido muy bien lo que ha dicho al final de la frase. Creo que él tampoco lo sabe», le espetó Trump, que ganó por goleada. Cara a cara entre Donald Trump y Joe Biden en el debate de la CNN celebrado en Atlanta. (Andrew CABALLERO-REYNOLDS | AFP) Urtzi URRUTIKOETXEA La actuación de Joe Biden en el debate presidencial del jueves (madrugada de ayer en Euskal Herria) ha puesto al Partido Demócrata ante un escenario de pesadilla. Ha sido un presidente perdido en su discurso ante un Donald Trump mucho más sólido a pesar de sus mentiras continuas. Apenas quedan cuatro meses para los comicios y siete semanas para la convención que, se suponía hasta el debate, debía nombrar al actual presidente como candidato a la reelección. Cuando en mayo se anunciaron los debates presidenciales (debería haber otro en septiembre), más de uno mostró su extrañeza porque el equipo de Trump aceptara las condiciones de Biden y, por la fecha, en junio, más temprana que nunca antes. Algún día se conocerán los entresijos de la negociación entre los dos partidos, pero tras el desastre que se vio en televisión, los demócratas pueden felicitarse de que haya sido tan lejos del día de las elecciones. Y es que la reacción general ha sido que alguien con poder en la Casa Blanca tiene que convencer a Biden para que se aparte, y cuanto antes mejor, mientras el Partido Demócrata maniobra estas semanas para dar con el o la candidata que pueda frenar el regreso de Trump, con una agenda más autoritaria y extremista que hace ocho años. SALTAN LAS ALARMAS El cara a cara entre Trump y Biden había levantado muchísimas expectativas. Mientras el expresidente y candidato republicano fanfarroneaba por medio país ante sus seguidores con su lenguaje más soez, Biden se recluyó en Camp David en los últimos días para preparar el debate. Cada candidato se enfrentaba a sus propios retos: el presidente debía despejar las dudas relacionadas con la edad. El interés respecto a Trump tenía algo de morbo: saber si podría contenerse ante las normas aceptadas. Los estrategas republicanos sabían que lo importante era que no cometiera errores que ahuyentaran a la gente y, sobre todo, que la atención se centrara en Biden. Bastaron cinco minutos para que saltaran las alarmas sobre la primera cuestión. Al cuarto de hora, el presidente parecía un líder acabado. Dubitativo, perdió el hilo del discurso constantemente, se vio el esfuerzo que tenía que hacer para introducir los elementos que había memorizado y se le escapaban. Entre las normas del debate estaba que los moderadores de la CNN tampoco harían fact check (revisión de hechos), con lo que el expresidente pudo continuar con su discurso racista y plagado de falsedades sobre la inmigración o la sanidad. Tras el debate se confirmaron 38 mentiras o falsedades de Trump frente a nueve de Biden. Pero para entonces, la mayoría estaba a otra cosa. Según la encuesta de la propia CNN, dos de cada tres telespectadores consideran a Trump ganador del debate. PASO AL FRENTE La sensación final es que Trump se centró en su discurso para que sus mentiras sonaran más convincentes, sin regodearse en la senilidad de Biden. Tiene tres años menos que Biden, «pero parece que hay 20 años de diferencia», dijo un estratega republicano tras el debate. La CNN apretó las tuercas a la vicepresidenta Kamala Harris para que reconociera que el pánico se había instalado entre los demócratas. Harris defendió a su jefe. Ahora muchas miradas están puestas en California, concretamente en su gobernador, Gavin Newsom. Tras el debate, este recordó los logros de Joe Biden para concluir que «hay que dar un paso al frente, y es lo que pienso hacer». FATÍDICOSi Biden pierde las elecciones de noviembre, se recordará para la historia que solo se necesitaron diez minutos para destruir su Presidencia. El debate del comandante en jefe de 81 años fue un auténtico desastre político; para muchos analistas, el más fatídico jamás conocido en EEUU.