EDITORIALA

Grecia guía el retroceso en los derechos laborales

El pasado uno de julio entró en vigor la reforma laboral que el gobierno de Grecia aprobó en septiembre de 2023. La nueva norma permite al empresariado imponer una jornada laboral de 48 horas y seis días a la semana en aquellos sectores que trabajan ininterrumpidamente 24 horas. Asimismo, concede a los trabajadores la posibilidad de tener jornadas de hasta 13 horas diarias siempre que el trabajo se haga en dos empresas diferentes. La reforma cuenta con la oposición frontal de los sindicatos y el aplauso de los empresarios, que con estos cambios ganan flexibilidad.

El gobierno conservador de Kyriakos Mitsotakis justificó los cambios señalando que con ellos se reduciría la informalidad y se podría atajar la falta de personal cualificado. El papel lo aguanta todo, pero es del todo imposible que la obligación de trabajar más horas y más días a la semana atraiga trabajadores cualificados. Lo más probable es que busquen mejores condiciones laborales, no peores, aunque reciban un 40% más por las horas complementarias y un 115%, si son en festivo. Tampoco es probable que se ataje la informalidad dando más flexibilidad a los empresarios. La razón de estos cambios está en que las políticas de austeridad han llevado a que aproximadamente la mitad de los trabajadores griegos cobren menos de 1.000 euros brutos. Según la OCDE, el salario medio en Grecia se han reducido un 25% desde 2007. Un empobrecimiento que obliga a muchos asalariados a hacer horas extra o a buscar un segundo empleo, ya que un empleo a jornada completa no les permite llegar a fin de mes. La reforma simplemente da carta de naturaleza a esta situación.

A medida que las condiciones de trabajo empeoran, más difícil será que las personas que emigraron vuelvan a Grecia. Y seguirán empeorando, porque el euro y las políticas de austeridad de la Unión Europea están diseñadas para que el centro desarrollado se alimente de la mano de obra y los recursos de la periferia. Además, por desgracia, la derecha está ganando terreno en toda la UE, por lo que lo más previsible es que el modelo griego se imponga en otros países. Grecia marca el camino en el recorte de los derechos laborales.