AMAIA EREÑAGA
BILBO
Entrevista
Ibon Cormenzana y Pablo Scapigliati
Director y actor de “El bus de la vida”

«Como vamos a morir mañana, hoy vamos a reír, a cantar y a gritar»

“El bus de la vida” es una road movie rural, sobre enfermos de cáncer, que rezuma ganas de vivir y humor, fino, emocionante incluso. Es también un viaje con la marihuana, y la risa que provoca, como compañera terapéutica. En cartelera desde el pasado miércoles, la nueva película de Ibon Cormenzana está repleta de actores vascos.

(Monika DEL VALLE | Foku)

 

A caballo entre el viaje iniciático para encontrarse con uno mismo -pongamos, “Little Miss Sunshine”, influencia que el propio Ibon Cormenzana admite- y el género de instituto, con un profesor que conecta con sus alumnos, “El bus de la vida” es una fábula vitalista que da un paso más y se pasea, con acierto, por los bordes afilados de la comedia. Bordes tan escarpados como los cresteríos de Urduña, cuyo paisaje marca esta historia.

El productor Ibon Comenzana (“As bestas”, “Robot Dreams” y “Blancanieves”) cambia de registro en su quinta película como director, con Edu Sola como coguionista, y ha rodado una comedia coral protagonizada por Dani Rovira, metido en la piel de un profesor de música a quien, cuando llega a Urduña a cubrir una sustitución, le detectan un cáncer de oído. Para el tratamiento en Basurto realiza auténticos viajes iniciáticos con sus compañeros de autobús: la conductora, Susana Abaitua, que tiene su secreto; Elena Irureta, Amancay Gaztañaga... lo cierto es que hay una amplia representación de actores vascos y humor negro a espuertas. Y entre los que viajan está también uno de sus alumnos, interpretado por un Pablo Scapigliati, un debutante catalán que, junto a Julen Castillo (“Goazen”) y la navarra Miriam Rubio, forma un trío que resulta un auténtico descubrimiento. Pablo Scapigliati canta rap, toca la batería y más instrumentos... y ¡lo ha aprendido en Youtube!

“El bus de la vida” es una película muy vizcaina: se ha rodado en Bilbo, Basurto y Urduña. Pero, ¿por qué eligió Urduña? Por cierto, dice que se está poniendo de moda.

Ibon Cormenzana: Precisamente, ahora se está rodando la sexta película en Urduña y Álex de la Iglesia empieza este mes de julio a rodar allí. Julio Medem lo hizo en febrero; o sea que poca broma con Urduña. Yo estuve mirando como en cincuenta pueblos y como la única ciudad de Bizkaia es Urduña -Bilbao es villa, no es ciudad-, decidí hacerla allí.

Pablo Scapigliati: Esa es una coña que Ibon suele hacer, pero no verdad [risas].

I.C.: La razón es que mis aitites, por parte de madre, eran de Urduña y de un pueblo que está al lado. Los dos están enterrados en Urduña. Cuando nací, ya vivían en Deusto y, a mí, o no me llevaron o no tengo recuerdo de ello, porque las únicas veces que había ido a Urduña fue en noches lluviosas de invierno, a enterrarlos. Para la película vi unos cincuenta sitios, pero quise ver Urduña también y, como corredor de montaña, pensé: «Si me tengo que tirar tres meses en un sitio, aquí están los átomos de mi aitites y veo mucho monte». [En agosto, Cormenzana vuelve a correr la Ultra Trail de Chamonix, de 170 km, diez años después de protagonizar “El hombre que empezó a correr”, para volver a conseguir fondos para construir pozos en Etiopía].

Es cierto que el cresterío marca la película. Pero, la idea no le surgió allí, sino en Tutera.

La familia de mi ex pareja es de Tudela y a un tío de ella, un día que paraba yo a comer allí, porque siempre paraba cuando viajaba entre Bilbao a Barcelona, le vi un agujerito aquí [se señala en la cabeza, sobre la oreja] y me contó que le habían detectado un tumor en el oído y que, como para ir hasta Pamplona hay una hora y pico en coche, le habían ofrecido subirse a un bus que se llamaba “El bus de la vida”. Y claro, con el acento maño tan divertido y el humor británico que tienen los de Tudela, me empezó a contar anécdotas que le habían sucedido con los pacientes en el bus, en los hospitales y en los restaurantes. Y, de repente, hice como el clic y me dije: «Algo difícil, de lo que nadie quiere hablar y que nos cuesta tanto... y para eso hago yo películas, para poder hablar de cosas que nos cuestan». Mezclándolo con el humor, pensé que así había una manera de conseguir llegar a más gente y darle como más vitalidad al personaje que hace ese viaje. Porque yo siempre he sido más dramático, vengo de “Alegría Tristeza” y de “La cima”, que también eran superaciones personales, pero desde un lugar mucho más de ayuda psicológica externa. En “La cima”, Javier Rey se subía al Annapurna por sus huevos. Pero aquello era como muy serio y aquí quería llevarlo más a algo como: «Nos podemos morir mañana; vamos a reírnos hoy, a cantar, a gritar». Lo interesante es que el colectivo del autobús, de alguna manera, le hace cambiar al protagonista y también él hace cambiar a los demás. Es como que la interrelación entre todos hace que cada uno saque su lado más positivo.

Es una película muy coral, con un estupendo grupo de secundarios. Pero en la búsqueda de los arquetipos se podría haber caído en clichés, tal vez uno de los principales retos a los a que se ha enfrentado. Pablo, por ejemplo, ¿cómo construyó su personaje?

P.S.: Yo empiezo a informarme sobre el cáncer de médula, que es lo que sufre mi personaje, viendo documentales, entrevistas y tal, y lo llevo un poco a más. Me agobiaba un poco, tengo que decir, interpretar a alguien que tiene esa enfermedad, porque nunca podré realmente sentir lo que siente. Y luego me dije: «Si me ha cogido Ibon es por lo que tengo yo, que es esta fuerza, este color, esta alegría, esta luz y estas ganas de vivir». Y también por la música.

¿Habló con enfermos de cáncer?

P.S.: No, solo con Dani Rovira y me ha servido de mucho.

El de Dani Rovira es, por cierto, el personaje más triste de todos. Él mismo acababa de pasar la experiencia de superar un cáncer y no sé si le costó convencerle de que hiciera el papel. Supongo que le removería cosas, ¿no?

I.C.: La decisión de guion era hacer un personaje gris y ver cómo podía evolucionar gracias al compañerismo del grupo, para atreverse a quitarse sus miedos, sus inseguridades y sus mierdas de encima y decir: «Bueno, a mí me gusta esto. Hay que hacerlo y punto». Dani lo tiene súper superado, lo que pasa es que, obviamente, cuando hicimos alguna escena concreta se acordaba de su caso personal. Por ejemplo, en la escena con Javi Tolosa, cuando el médico de Basurto le dice «tienes un cáncer», cuando a él le pasó en su vida real se desmayó. Entonces ahí sí que noté que él estaba...

Es una enfermedad tan extendida que la sufre tanta gente, pero sigue siendo un tabú. Es difícil de entender por qué.

I.C.: Es como si la enfermedad o la propia muerte, da igual, sean como un pecado. Que nos vamos a morir es un hecho y lo bueno es que hemos nacido y, entre medio, está un viaje donde reír y llorar.

P.S.: Eso lo puedes aplicar a cualquier cosa, ya sea del cáncer, ya sea de una inseguridad o de una deformación física que no agrada a la sociedad, porque no entra en el canon de belleza actual. Mi personaje es muy extremo, pero lo que le pasa a él le pasa a muchísima otra gente [quiere dejar de ser virgen antes de morir, dice, pero no lo tiene fácil. Queda con una chica por Instagram, pero cuando ella ve su pierna ortopédica...] y también lo vi como una denuncia de las redes sociales, porque en Instagram hablas con gente, pero luego cuando quedas...

“El bus de la vida” se enfrenta a dos retos: uno, el humor. Contar las vivencias del cáncer con humor y no pasarse...

I.C.: ...Y el otro, el drama y no pasarse.

Luego está la música: podría haber elegido centrarse en la historia personal, pero le ha dado mucha importancia a la música. Hay rap, hay versiones, ¿por qué?

I.C.: Podía haber pasado por encima, pero con la música pasan dos cosas: una, que es terapéutica, y todos la utilizamos en momentos concretos de nuestra vida. Y dos, que junto con el mundo rural y urbano, simboliza lo que queríamos trasmitir con la película, que es «el vivir aquí y ahora, y no estar en otras cosas». Una canción de tres minutos que te mola te conecta con tu emoción y como que te olvidas de antes y después. Queríamos lograr que el público sienta eso al ver la película. Y contraponer el mundo rural y urbano también transmite eso: en la gran ciudad, estamos todo el día con que tengo que hacer esto y lo otro. Y no estás en el aquí y el ahora. En el mundo rural te puedes sentar con los amigos a tomar una taza de café y se te estropea el autobús y no pasa nada.

¿Ha sido una película fácil de hacer?

I.C.: Pues sí, porque en el casting tiendo a buscar actores que se parezcan a los personajes de la película. O sea, que la persona real se parezca al personaje, para hacerme la vida fácil. Así, medio trabajo hecho, Como todos eran muy vitalistas, eran todos muy luminosos y con energía positiva luego, cuando empezamos, todo estaba ahí. En el rodaje tiendo a ser bastante free style; es decir, que me gusta improvisar con los actores cuando estamos en el rodaje y no atarme a tener todo hecho, ya dibujado.

Pensaba que como productor le gustaría tenerlo todo atado, para que no se alargase la cosa...

He pillado una manera de hacer que no alarga los rodajes, incluso los acorto y todo porque hago mucho plano secuencia, donde luego corto cachos que no sirven. Pero así creo que ayudo a los actores a trabajar los personajes.