11 JUL. 2024 KOLABORAZIOA Por una tasa turística sanferminera Asier IBÁÑEZ MARTÍNEZ Por fin, San Fermín. Así somos la gente de Iruña, desde el primero de enero −si no antes− celebrando la llegada de nuestras fiestas populares al canto de nuestra «escalerica». Pocas personas fuera de nuestra ciudad entenderán la emoción y el nerviosismo que corre por nuestras venas la madrugada del 6 de julio o la tristeza que hace lo propio minutos antes del Pobre de Mí. «¡Ya falta menos para los sanfermines del año que viene!», gritamos para consolarnos. Y es que no hay Pamplona sin San Fermín ni San Fermín sin Pamplona. San Fermín es la expresión de nuestra cultura −diversa, como diversa es Navarra−, la esencia de nuestro pueblo, su tradición, su forma de pensar y su manera de entender el mundo. O, al menos, así es como debería ser, en San Fermín y en cualquier fiesta popular. Sin embargo, hace años que esto dejó de ser así, décadas si preguntamos a los más mayores. El capitalismo, la necesidad urgente de convertirlo todo en un negocio, la fama y la turistificación de borrachera camuflada de cosmopolitismo, no han hecho más que desdibujar la esencia de nuestras fiestas populares en un festival de la costa mediterránea. Durante todo el año, los pamploneses y pamplonesas pagamos con alegría nuestros impuestos hasta completar los 3 millones de euros que el Ayuntamiento ha destinado en 2024 para financiar nuestras fiestas populares: conciertos, verbenas, fuegos artificiales y demás eventos que suman un total por encima del medio millar. Todo ello en una ciudad de apenas 200.000 habitantes. Si comparamos estos datos con los de Madrid encontramos que para 3,5 millones de habitantes el Ayuntamiento apenas destinó 600.000 euros a las fiestas de San Isidro, un presupuesto cinco veces menor al que destina el consistorio pamplonés a los sanfermines. Al ver estas cifras, cualquiera podría pensar que en Pamplona nos sobra el dinero: «los navarros están forrados», que le dijo Broncano a Amaia. Pero aquí hay gato encerrado. Lo que deberían ser nuestras fiestas populares, nuestro espacio de encuentro y esparcimiento después de todo un año trabajando, la máxima expresión de nuestra cultura y tradición, es, en realidad, un macrofestival al que asisten más de un millón de turistas ajenos a nuestra ciudad. ¿De dónde vienen? ¿Para qué vienen? No importa demasiado siempre que respeten las normas de convivencia. Lo que sí importa es el impacto de esa masificación en nuestra ciudad, en Iruña. Para los hosteleros, San Fermín es el negocio del año, para los vecinos más tranquilos, sin embargo, su oportunidad para irse de vacaciones fuera de la ciudad, para los jóvenes con menos oportunidades, una experiencia cercana a la esclavitud tras la barra de un bar, lo mismo que para las mujeres que limpian las habitaciones de esos hoteles con ocupación al 95%. Y, mientras tanto, el Ayuntamiento, con los impuestos del conjunto de la ciudadanía, multiplicando su gasto en seguridad, limpieza, «naranjitos» y otra serie de servicios que no tienen otro fin que el de servir a la masificación. Los beneficios para unos pocos, las consecuencias para todos y todas. Toma fiestas populares. Y ahora bien, ¿qué podemos hacer con esto? San Fermín ya no va a cambiar, al menos no en lo que se refiere a la llegada de turistas y la masificación. Es más, desde hace varios años esa misma masificación forma parte de la propia esencia de la fiesta. Lo que sí podemos hacer, como mínimo, minimísimo, es poner una tasa turística a ese millón de personas que vienen, junto con nosotros y nosotras, a disfrutar de los sanfermines desde diferentes partes del mundo. De esta forma, nuestras fiestas populares seguirán estando masificadas y, desgraciadamente, seguirán alimentando trabajos precarios, pero al menos los beneficios no recaerán exclusivamente, como ocurre ahora, sobre unos pocos hosteleros, sino sobre el conjunto de la ciudadanía. La misma ciudadanía que con sus impuestos paga los servicios y espectáculos de nuestros queridos sanfermines. Si la llegada de turistas hace que aumente el gasto público, también deberán aumentar los ingresos públicos. Es lo más justo desde el punto de vista lógico y social, al menos desde una perspectiva de izquierdas, que es la que se espera del presente Ayuntamiento. San Fermín es un negocio para la hostelería pero también un esfuerzo triple para la clase trabajadora de nuestra ciudad, también para quienes ven afectado su día a día por la aglomeración, el ruido y la suciedad. Es de justicia que ese esfuerzo que realizamos los pamploneses y pamplonesas repercuta, al menos, en más y mejores servicios municipales, más seguridad, más parques y jardines y, en definitiva, mejor calidad de vida. No solo para quienes regentan un bar en la calle San Nicolás, también para la enfermera de la Txantrea, la informática de Buztintxuri, la albañil de la Rochapea o la cajera de supermercado de la Milagrosa. San Fermín es posible gracias al esfuerzo de todos y de todas, pero ni todos aportamos lo mismo ni todos disfrutamos ni nos beneficiamos de las fiestas por igual. Es hora de hacer justicia. Es hora de una tasa turística sanferminera. Si la llegada de turistas hace que aumente el gasto público, también deberán aumentar los ingresos públicos. Es lo más justo desde el punto de vista lógico y social, al menos desde una perspectiva de izquierdas