Escribir es un oficio suicida
Este verano seguiré escribiendo mi columna. Es un respiro en el «largo invierno» de la soledad que no deseamos y, también, en esa imaginativa inquietud que surge de repente ante una noticia o un hecho inesperado que alarma, con su injusticia, la idea con la que miramos cuanto nos rodea. Uno de los libros que he leído con más interés de García Márquez ha sido el que recoge los artículos de prensa entre 1961 y 1984, una verdadera magister class del buen escribir periodístico. En “Desventuras de un escritor de libros”, un artículo corto publicado en julio, pero de 1961, García Márquez afirma que «escribir libros es un oficio suicida». Lo debía de ser entonces y también ahora. Hace pocas semanas, leí que, en las distintas ferias de primavera, los libros que más han atraído el interés del público son los escritos por influencers o por conocidos rostros de la televisión. Creo que se ha perdido el respeto a la literatura y no se entiende que escribir una novela es un arduo trabajo imaginativo que no se puede crear y redactar en un mes y, menos, porque lo diga el marketing de la cultura imperante. El inconformismo del escritor «es una condición esencial que no tiene remedio -afirma García Márquez− porque un escritor conformista muy probablemente es un bandido, y con seguridad es un mal escritor».