EDITORIALA

La difícil labor de traducir la conciencia y la emoción del regreso del exilio a esta nueva fase política

El regreso a casa de los militantes catalanes exiliados en Suiza es una gran noticia no solo para el independentismo, sino para todas las personas y colectivos que defienden la democracia y los derechos civiles y políticos. Con la líder de ERC Marta Rovira a la cabeza, que ha estado más de seis años refugiada en Suiza, el viernes regresaron a Catalunya el diputado republicano en el Parlament Ruben Wagensberg, el vicepresidente de Òmnium, Oleguer Serra, el periodista de “La Directa” Jesús Rodríguez y el activista Josep Campmajó. Son políticos, activistas, periodistas… un buen ejemplo de lo que se ha criminalizado en la lucha por la independencia de Catalunya. Tal y como recordaron, aún siguen exiliados Toni Comín, Lluís Puig y el president Carles Puigdemont.

Tres factores han precipitado el regreso de Rovira y sus compañeros: la derogación de la sedición, la aprobación de la Ley de Amnistía y el archivo de la causa contra el Tsunami Democràtic por un error procedimental que ha obligado al juez Manuel García Castellón a cerrar el caso. Los dos primeros son consecuencia de las negociaciones llevadas a cabo por el independentismo con el Gobierno de Pedro Sánchez.

El tercer factor, que decaiga la acusación de «terrorismo» contra los activistas y dirigentes catalanes, responde al despropósito del poder judicial. La judicialización de la política -y la politización de la judicatura- llevada a cabo por la derecha es un problema político de primer orden. La desidia, cuando no complicidad, del PSOE en esta deriva acabará pasándoles factura. El reciente pacto entre PSOE y PP es un error como mínimo de cálculo. Que en el PSOE no piensen que les juzgará la historia; les juzgarán jueces retrógrados designados para darles caza por sus ideas.

En este sentido, el sabotaje del poder judicial a aplicar lo decidido por el poder legislativo en relación a Catalunya es parte de la constante excepcionalidad española, que no termina de integrar en su cultura los rudimentos básicos del Estado de Derecho.

EMOCIONES Y ACTOS PARA EL RESETEO POLÍTICO

Las evidencias de que los poderes del Estado no tienen voluntad de democratizarse no deberían distorsionar los logros del independentismo catalán. Sobre todo la amnistía, que es un éxito político que hay que reivindicar, sin por ello olvidar las causas del conflicto ni minusvalorar los problemas que va a haber para que se aplique con justicia. Por ejemplo, es significativo que los primeros beneficiados de la Ley de Amnistía hayan sido los policías que reprimieron a la ciudadanía que acudía a votar. Ahí, los jueces no dudan.

Tampoco se pueden tapar los problemas que tiene el independentismo. Los exiliados regresan cuando se ha perdido la mayoría en el Parlament, en medio de complejas negociaciones para las legislaturas catalana y española, con las estrategias tanto partidarias como comunes sin aclarar ni pactar, con intrigas internas y una necesidad apremiante de relevo.

Sin menospreciar los efectos de la represión, las luchas partidarias por la hegemonía, la incongruencia y falta de sinceridad política y las pugnas personales han provocado que una gran parte de la base social se desvincule. Enrocarse en premisas falsas y en un moralismo políticamente inoperante dificultará avanzar. En general, los y las independentistas comparten la lectura de sus problemas, pero discrepan en las soluciones. No obstante, incluso con sus mensajes internos cifrados, los discursos del viernes contenían las claves de esta nueva fase política.

Para quienes ambicionan la libertad, es emocionante ver a militantes regresar a sus pueblos, el encuentro con su gente, cómo se unen el viaje físico, el emocional y el político. Aunque sea difícil, es hora de centrarse en la conciencia histórica contenida en este momento y en esa emoción emancipadora.