Larraitz UGARTE
Abogada
GAURKOA

Más gestión, menos política

Es un título que a más de un lector le habrá contrariado o incluso desagradado. Esta es una vieja dicotomía que se produce entre aquellas personas que amamos la política, también la institucional, como método de cambios estructurales. No he tenido pocas discusiones a cuenta de este tema. Un debate irreconciliable y quizás irresoluble cuando se está en el gobierno de una institución. Yo diría que la gestión se debe parecer más a una empresa y que la política se parece más a una facultad de filosofía, al mundo contemplativo de las ideas. Ambas son necesarias en la política institucional, porque una gestión eficaz y eficiente es un must, pero la visión política no debería faltar. La cuestión está en el equilibrio, pero mucho me da que la política (y en especial la comunicación política) tiene mucho más peso que la gestión en los últimos años de distintos gobiernos.

Todo podría ir mucho mejor si las instituciones funcionaran más como empresas: mirando más a la cuenta de resultados (obviamente en un sentido menos numérico) que al postureo del “hacer que se está haciendo” mediante frases rimbombantes, rondas de contactos... Pero claro, lo segundo es más fácil. Y en mi opinión, eso es un desastre.

No quiero minusvalorar la política que es ese mecanismo a través del cual uno tiene un objetivo claro, una visión sobre dicho objetivo, se adjudica una misión (la consecución de ese objetivo) y plantea una estrategia para alcanzarlo. La elaboración de propuestas, las alianzas necesarias para conseguir que salgan adelante, la negociación para obtener acuerdos o acertar con los posicionamientos cuando no se obtienen por manifiesto desacuerdo... Una buena planificación política, una pizca de honradez (con el resto, pero sobre todo con uno mismo y los suyos) y una buena dosis de astucia son elementos indispensables en una acción política con posibilidades de obtener éxito.

En esta concepción la política es la herramienta que hará que pactemos leyes, presupuestos o las directrices de un nuevo sistema educativo. Para ganar una batalla cultural en torno a los valores que defendemos sobre modelos de seguridad o las políticas migratorias (esta semana tenemos un vivo ejemplo de esto con los movimientos de la extrema derecha en el estado español). Puede serlo también para que el gobierno en el que está saque adelante tu programa de gobierno, bien por necesidades aritméticas, bien por cultura democrática. Pero lo que la política no puede hacer jamás es ser el instrumento para ocultar graves carencias o errores en la gestión. Ni es honesto con la ciudadanía ni es eficaz para solucionarlos.

Digo esto por la propuesta de pacto de país ofrecida por el lehendakari Imanol Pradales en torno a la Salud. Dice que propondrá un gran pacto por el sistema vasco de Salud, con una metodología de trabajo y un diagnóstico. Ya ha iniciado una ronda de contactos con agentes y partidos con el objetivo de trenzar acuerdos de mínimos.

He de confesar que estoy hasta el gorro de escuchar esta expresión de pactos de país que de tanto repetirlo se ha vaciado de contenido, pero es cierto que a veces se hace necesario que uno se autoimponga como objetivo alcanzar grandes pactos de país en torno a cuestiones cruciales. Si nos ponemos de acuerdo en algo, a priori está bien, en eso sí que estamos todos de acuerdo. Veis? Ya tenemos el primer gran acuerdo de país.

Pero el problema es que, como intuyo que sucede esta vez, uno propone rondas y grandes acuerdos de país cuando no sabe muy bien qué hacer con algo o por dónde empezar. Y es que hay cosas que no requieren acuerdos, sino acción, simplemente acción.

¿Los problemas en Osakidetza necesitan grandes acuerdos, o necesitan grandes decisiones? He ahí la cuestión. Por eso me irrita sobremanera que en lugar de poner un diagnóstico serio encima de la mesa en periodo electoral (cuando se ha estado semiocultando el problema) y una acción inmediata tras la primera reunión de gobierno, el lehendakari se dedique únicamente a hacer rondas de contactos, que no digo yo que no esté bien, sin proponer una sola medida en la dirección correcta.

Ya sé que la cortesía política tiene por costumbre esperar a los primeros 100 días de gobierno para realizar una primera valoración. Pero es que el próximo domingo se cumplen tres meses desde la celebración de las elecciones y no se oyen más que generalidades en torno a este tema, mientras vemos cierres de ambulatorios en verano, datos actualizados de listas de espera y un tensionamiento general del sistema de salud que ya nadie puede achacar al periodo poscovid.

Todas somos perfectamente conscientes de que la negligente y deficiente gestión realizada en Osakidetza en los últimos años atacando uno de los bastiones clave de la fortaleza del autogobierno, del basque way of doing things, no se va a arreglar de un día para otro. Pero no hay que empezar de cero a realizar un diagnóstico y un montón de reuniones para rellenar páginas de periódicos. En esta materia tan importante, la salud, no es tiempo de política, es tiempo de gestión. Necesitamos una cuenta de resultados satisfactoria a la mayor brevedad y la responsabilidad de dicha cuenta de resultados no es cooperativa, no es de toda la sociedad, los partidos, sindicatos y trabajadores.

La responsabilidad máxima de darle la vuelta a Osakidetza es del Gobierno, más aún en este caso, cuando la responsabilidad de que haya degenerado tanto es suya. Por tanto, Sr. Pradales, evite la tentación de corresponsabilizar a todo quisqui de la situación, reconozca la gravedad del problema haciendo una autocrítica sincera (esto sí sería un acto político) y póngase a gestionar inmediatamente. Menos política y más gestión.