Torquemadas ricos y poderosos en el siglo XXI
Observando las andanzas de algunos que en la actualidad visten toga o sotana y que, a semejanza de los antiguos «matadores de toros», van acumulando fama y riqueza, según van cortando apéndices, me llegan bonitos y lejanos recuerdos. Un profesor de literatura que comenzaba su clase disertando sobre el monje Gonzalo de Berceo −que nació navarro, pues Navarra era Berceo en el siglo XV− terminó citando a otro monje, concretamente a Tomás de Torquemada. No se parecían en nada, «benedictino», piadoso y trabajador el primero, «dominico», torturador y asesino de miles de judíos, el segundo.
Si se hiciera un análisis serio, con método, se llegaría al convencimiento de que Tomás de Torquemada, el monje que fuera depredador de judíos y general de la Inquisición, tiene hoy muchos seguidores. Cierto que han incluido variantes en su actividad respecto a su «maestro», ya que, careciendo de judíos a los que perseguir, han optado por los catalanes y vascos.
El tiempo transcurre inexorable y debo reconocer que no me siento cómodo asumiendo el papel de mero espectador ante los acontecimientos y situaciones que −desde Madrid− están provocando en Catalunya. Claro que esto que en Europa se vive con cierto asombro no es nuevo, pero eso no minimiza la gravedad de la situación. Desgraciadamente, esta situación ni es nueva, ni llega sola, pues en una democracia «joven y delgada» como la española ya hubo otras experiencias similares. Siempre son los mismos y utilizan el mismo método porque no conocen otro: la violencia.
Cuando llegan al gobierno utilizan el mismo método que cuando lo buscan. Se olvidan de diálogos y negociaciones y actúan como lo hacía su «maestro» Torquemada. Activan todos sus medios para controlar a sus adversarios −hoy no los matan− y entre las sotanas, las togas y los delincuentes a su servicio, consiguen poder y fortunas, pero no los saben gestionar y les dura poco.
En los últimos años estamos «reviviendo» situaciones similares a las conocidas en el mundo hace cuatro o cinco décadas. Como entonces, tampoco hoy se ejerce gobierno desde las instituciones de máximo rango. No hay un sistema reconocible, no se permite gobernar en democracia. Todo se resume a la búsqueda de apoyos con los que evitar la involución.
Y lo triste es que todo esto es posible porque es evidente que, en el Estado español, cientos de miles de ciudadanos desconocen, ignoran, que en democracia no hay espacio para los «matones», ostenten estos cargos públicos o no. Como consecuencia, no admiten los resultados electorales si estos no les benefician. Son una muestra evidente de la mala salud de la democracia española.
En la misma línea, día tras día estamos siendo testigos de una «siembra» cuyos frutos alimentarán el enfrentamiento. No aceptan el «juego» democrático y dañarán y romperán cualquier atisbo de raciocinio, lo que unido a la notoria presencia de los nuevos inquisidores, impondrán lo que de verdad buscan, desestabilizar el país.
Mirando atrás, uno recuerda que, como extraña secuela del debilitamiento de la Unión Soviética, sobrevino una falsa y deliberada simplificación.
La hecatombe del socialismo real significaba «también» la definitiva derrota del socialismo como propuesta doctrinaria y, a su vez, la ratificación del capitalismo como ideología hegemónica.
Es decir, las inadmisibles conductas de personajes como Ceaucescu y Zhivkov inhabilitaban a Lenin, y un Lenin así inhabilitado descalificaba retroactivamente a Marx.
Sin embargo, fue «otra» la visión que se vendió al mundo respecto a Nixon o Color de Mello, expulsados ambos, el primero en 1974 y en 1992 el segundo. Los dos también por conductas inadmisibles, de las presidencias de Estados Unidos y Brasil.
A pesar de lo que inicialmente pudiera parecer, no tuvo las consecuencias esperadas y no se exigió la inhabilitación del sistema capitalista que los encumbró a tan altos cargos.
Esto nos muestra que el cinismo y la hipocresía −en las democracias vigentes− son estimadas como una de las «bellas artes».
Estamos en condiciones de afirmar - la historia así nos lo permite− que, tanto en el Estado español, como en otros países europeos, la experiencia en situaciones similares es más que amplia.
Entre otros, puede citarse a Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy, al italiano Silvio Berlusconi, al británico Tony Blair y a Felipe González y José María Aznar.
Esto quiere decir que no debiera extrañar tanto la «reacción» del fascismo español ante el movimiento independentista de Catalunya.
Con anterioridad citaba la involución que ya se está dando, y que en fechas verá acrecentada su actividad dirigiéndola al mundo intelectual. Parecerá como si todas sus demandas, lógicas y democráticas, hubieran sido sepultadas bajo el pronunciamiento de La República de Catalunya.
No quiero simplificar, porque no se trata solo de la llamada «caverna mediática», hay más, mucho más. Se sabe, porque se conoce quién financia esos movimientos, quién protege, alimenta y forma a los delincuentes que «encienden» enfrentamientos que buscan el caos ciudadano.
Solo una sociedad compuesta de mujeres y hombres libres, cultos, con criterio, puede enfrentarse con éxito a los cerebros enfermos que, vistiendo togas y sotanas, pretenden la «reconquista» camino de un pasado sumiso e ignorante.