Carlos GIL ZAMORA
Analista culltural

Institucional

Una sombra alargada indica que, por razones circunstanciales que se han convertido en una suerte de dogmas de fe, no se ha planteado de manera estructural crear en el ámbito de las Artes Escénicas compañías de bandera en Euskadi. Ni siquiera existe una reglamentación, un marco para que, en algún teatro importante, pese a ser de titularidad pública, con producciones cada año exista algo similar a lo que sería un estatuto de compañía estable. De actrices, actores, directoras, dramaturgos, coreógrafas, bailarinas y escenógrafas que estén contratadas para cumplir con un plan que vaya más allá de lo coyuntural, de cada montaje.

Seguro que este revisionismo que me aparece a modo de efecto colateral no entra en ninguna propuesta de ningún partido. Ni parece que las asociaciones y gremios se estén planteando reivindicar la existencia de un Centro Dramático, una Compañía Nacional tanto de teatro como de danza. Eso sí, orquestas tenemos y nadie lo cuestiona. La duda es si estas instituciones, organizadas a partir de la experiencia de estas décadas con un funcionamiento más circunstancial, consolidando proyectos privados, tienen sentido y contribuirían a consolidar desde lo cultural un mayor desarrollo y proyección.

Todo es cuestión de los modelos que se empleen, pero en Europa existen instituciones y convocatorias de colaboración, desarrollo y coproducción en las que fijarse y comparar.