20 JUL. 2024 EDITORIALA La apuesta deber ser por la autonomía tecnológica Una actualización deficiente de la plataforma de ciberseguridad CrowdStrike Falcon sembró ayer el caos de forma global y transversal. Durante horas, ni un avión salió a su hora en países tan dispares como Alemania, Australia, India o EEUU, igual que resultó imposible que médicos de Osakidetza recetasen con normalidad medicamentos a sus pacientes. No fue un día normal ni en aeropuertos, ni en ambulatorios ni en infinidad de servicios y puestos de trabajo de todo el mundo. La razón que explica semejante afectación es que la plataforma dañada es la que utiliza en sus sistemas Microsoft, una de las cinco grandes compañías tecnológicas que dominan el sector. Son pocas las operaciones digitales de cualquier índole que no pasen, en algún momento, por las manos de estos gigantes tecnológicos. Dicho más crudamente, hoy en día es difícil encontrar actividades de cualquier tipo que, en algún momento u otro, de forma directa o indirecta, no pasen por el filtro de estas macrocorporaciones que dominan, de forma oligopólica, las Tecnologías de la Información. La empresa se afanó ayer en aclarar que la grave incidencia no tuvo nada que ver con un ciberataque ni con problemas de seguridad, sino con el diseño defectuoso de una actualización del propio sistema. El alivio será para ellos. Uno de los recordatorios que deja lo ocurrido es que siempre, en última instancia, hay una mente humana responsable. Para lo bueno y para lo malo. Incluso la Inteligencia Artificial más avanzada parte de un diseño humano. La segunda lección tiene que ver sobre todo con la dependencia y la exposición de millones de interacciones -sociales y económicas- hacia a unas pocas macrocorporaciones tecnológicas. Lejos de suponer una fortaleza, convierte en más débiles y vulnerables las redes que nos conectan a lo largo y ancho del mundo. Es muy difícil escapar de esta lógica que impregna todas las escalas, desde los hogares hasta las organizaciones supraestatales. Pero graves incidentes como el de ayer muestran que, por humilde que sea, todo esfuerzo por avanzar hacia mayores cotas de autonomía tecnológica merece la pena.