Expectación con el tesoro del San José, construido en Aginaga
Colombia y México preparan una inmersión al galeón San José, construido en Aginaga con madera de los bosques de Zizurkil y hundido en 1708 en las costas de Cartagena de Indias con un enorme cargamento de monedas y lingotes de oro en sus bodegas. Varios Gobiernos y la nación Qhara Qhara reclaman su titularidad.
Euskal Herria se convirtió en los siglos XVI y XVII en una auténtica potencia mundial en la construcción naval. Las naos y galeones que salían de los astilleros de la costa vasca eran capaces de recorrer grandes distancias, transportando grandes cantidades de mercancías, y de hacer frente a las más adversas condiciones meteorológicas. Y todo ello gracias al grado de excelencia alcanzado por los constructores navales vascos, quienes contaban con la estrecha colaboración de los leñadores que preparaban y seleccionaban los mejores árboles en los bosques del entorno.
Según los expertos, los barcos vascos «constituían los mejores buques oceánicos de Europa» y es por ello que la monarquía hispana fue uno de sus principales clientes, hasta el punto de que el 80% de los barcos que a partir del año 1520 integraron las flotas de la Carrera de Indias eran de construcción vasca, según Xabier Alberdi, director de Euskal Itsas Museoa de Donostia.
Uno de estos galeones era el San José, construido en el astillero de Mapil, ubicado en un recodo del río Oria, en el barrio de Aginaga (Usurbil), y en el que según algunas fuentes, se construyó también la nao Santa María, la mayor de las tres que Cristóbal Colón utilizó en su primer viaje a América en 1492, aunque este hecho no está documentado científicamente.
Lo que sí está perfectamente documentado es que de sus gradas salió en 1698 el San José, un galeón de 1.066 toneladas de desplazamiento, uno de los mejores ejemplos de la tecnología puntera de la época. En este astillero, que se encuentra río adentro a ocho kilómetros de la costa, se construyó hasta la segunda de sus tres cubiertas y, para trasladado a Orio, donde se fabricó la cubierta principal y se instaló el armamento, hubo que retirar parte de las nasas o estructuras de madera que en aquella época se utilizaban para la pesca del salmón.
El San José (que tenía un gemelo construido en el mismo astillero, el San Joaquín) zarpó en 1706 junto con otros barcos desde Cádiz hacia el mar Caribe y llegó a Cartagena de Indias (Colombia) después de un mes de navegación. Dos años más tarde, en 1708, junto con el San Joaquín y otros navíos de la flota española, zarpó de Cartagena de Indias hacia Portobelo (Panamá), donde se hacían intercambios de mercancías que venían del Virreinato de Perú y donde fue cargado con 11 millones de monedas de ocho escudos en oro y plata. Actualmente, el valor del tesoro se estima en unos 18.500 millones de euros (20.000 millones de dólares).
La escuadra naval la dirigía el general andaluz José Fernández de Santillán, conde de Casa Alegre, y estaba compuesta por once mercantes y siete unidades de combate. Cuando inició su travesía atlántica para regresar a Europa, el 8 de junio de 1708, la flota sufrió una emboscada por parte de buques británicos en el contexto de la guerra de Sucesión Española (1701-1713) y tanto el San José como el centenar de marineros que iba a bordo, así como todo el cargamento que llevaba en sus bodegas, terminaron hundiéndose bajo las aguas de la península de Barú, actual mar de Colombia.
HALLADO EN 2015
La ubicación del barco fue un misterio durante tres siglos, hasta que en el año 2015 fue hallado por el Estado colombiano a 600 metros de profundidad. El entonces presidente Juan Manuel Santos lo describió como «uno de los más grandes hallazgos de patrimonio sumergido, si no el más grande, dicen algunos, de la historia de la humanidad».
En el año 2022, la Armada Nacional y la Dirección Nacional Marítima de Colombia hicieron una primera exploración del galeón, gracias a la cual se conocieron imágenes del mismo, que revelaban la existencia de cañones, monedas y muchas piezas de porcelana y vasijas.
Ahora, el Gobierno colombiano ha anunciado una segunda intervención más ambiciosa, que contará con el apoyo de México y su gran experiencia subacuática, y que ha sido bautizada con el nombre «Hacia el corazón del galeón San José».
Las autoridades colombianas insisten en que este proyecto es meramente científico y arqueológico, y que no contempla la extracción de material. Para ello, se ha declarado la zona como Área Arqueológica. «Se delimita un pecio arqueológico (...) Empieza a protegerse como tal, no como un tesoro. Esto no es un tesoro, nosotros no le damos ese tratamiento», declaró el ministro de Cultura de Colombia, Juan David Correa, en la presentación de la expedición. Además, desde que se encontró el pecio, las coordenadas del galeón son secreto de Estado colombiano.
La expedición contará con la participación de los buques de la Armada colombiana Simón Bolívar y Caribe, a los que se sumará desde México el Instituto Nacional de Antropología e Historia, que participó asimismo en el rescate del galeón Nuestra Señora del Juncal, construido también en Gipuzkoa y que naufragó en 1631 frente a las costas de México cuando se dirigía a España cargado con un millón de monedas de plata y reales.
Para realizar los trabajos, los científicos utilizarán un robot de control remoto de diseño sueco que descenderá hasta el galeón y recuperará algunas de las piezas con el objetivo de estudiar cómo reaccionan al salir del agua. Las piezas serán analizadas en un laboratorio de Cartagena y, a medio plazo, se contempla la construcción de un museo. La primera fase de la investigación cuenta con un presupuesto de 4,5 millones de dólares (4,1 millones de euros).
DISPUTA LEGAL
El hallazgo del pecio del San José ha originado una disputa legal entre las autoridades colombianas y españolas, que reclaman la propiedad del codiciado tesoro que guarda en sus bodegas. Así, el Estado español asegura que se trata de un «barco de Estado, de guerra, y no privado», por lo que le amparan las normas internacionales para reclamar su titularidad. Colombia, mientras tanto, defiende que el buque se encuentra hundido en aguas de su jurisdicción, por lo que tiene derecho a iniciar una investigación científica.
Y en medio de este litigio, también los indígenas del cerro de Potosí reivindican el oro y la plata expoliados de sus minas. Se trata de la nación boliviana Qhara Qhara, cuyos miembros aseguran que sus ancestros fueron esclavizados en las minas de Potosí por parte de la Corona española. Pero no solo eso, también afirman que muchos objetos sagrados de sus ancestros fueron saqueados y transformados en monedas y lingotes antes de trasladarlos a los galeones con destino a Europa. Incluso aseguran disponer de documentos que acreditan la procedencia del tesoro, como un escrito de 1708 donde se les informaba del naufragio con parte de sus bienes a bordo.
Otra de las partes en litigio que también reclama su titularidad es la empresa cazatesoros estadounidense Sea Search Armada, que asegura que encontró el pecio antes que Colombia, motivo por el que reclama 10.000 millones de dólares, la mitad del valor estimado del tesoro. El Ejecutivo colombiano, sin embargo, asegura que las coordenadas que aporta esta empresa no son las coordenadas donde está el galeón.
Y por si esto fuera poco, en medio de esa polémica ha terciado la denuncia interpuesta contra el expresidente colombiano Juan Manuel Santos (2010-2018) por el saqueo de los restos del galeón, en base a una investigación llevada a cabo por historiadores independientes entre los años 2016 y 2020
BOSQUES DE SATXOETA
Sea de una forma o de otra, lo cierto es que lo que guardan las bodegas del galeón San José sigue generando una enorme expectación a ambos lados del Atlántico. Unas bodegas que se han conservado durante nada menos que 300 años gracias a las técnicas y materiales empleados en su construcción, y que nos trasladan a los bosques del interior de Gipuzkoa, el lugar donde surge toda esta historia.
Allí, en los montes que ascienden desde el Oria hacia la cima del Andatza, familias de leñadores preparaban concienzudamente, incluso desde generaciones anteriores, las piezas de madera de haya y roble que iban a dar forma a las distintas partes de los buques. El haya para fabricar la quilla, no en vano los carpinteros de ribera sabían desde tiempos inmemoriales que no se deterioraba en contacto con el agua. Y el roble para construir el resto de las piezas.
En el caso de los galeones que se construían en el astillero Mapil de Aginaga, existe constancia documental de que la madera procedía de los bosques de Learbaso, Uztartza y Satxoeta, en Zizurkil, 20 kilómetros río arriba. Eran árboles cultivados expresamente para su función naval y que, una vez seleccionados y cortados en luna menguante, eran desbastados y arrastrados con mulas a través del estrecho valle Abalotz hasta el Oria, cerca ya de Lasarte-Oria, sobre cuyas aguas se trasladaba hasta el astillero de Aginaga.
Existe un documento de julio de 1697 en el que se menciona la compra y traslado de más de 500 piezas de roble «desbastadas y labradas» desde dichos bosques hasta el astillero Mapil, por encago del armador Pedro de Aroztegui, «para la fábrica de dos baxeles y galeones que a empezado a poner sus quillas en los astilleros de Mapil… para la Carrera de las Indias». Sin duda ninguna, el material para construir los galeones San José y San Joaquín que salieron del astillero de Aginaga al año siguiente dando inicio a esta apasionante historia.