Ane URKIRI ANSOLA
PARIS
JUEGOS OLÍMPICOS DE PARÍS

«Ser voz de los sinvoz», la causa palestina en el escaparate de París

Ocho deportistas conforman la delegación de Palestina en los Juegos Olímpicos de París y su deber va más allá de competir: levantar la bandera de su país ante un Gobierno que no reconoce al Estado palestino y que considera que Israel «no es el agresor». «Yo nado para competir, ellos [los palestinos] nadan para sobrevivir», dijo la nadadora Valerie Tarazi antes de debutar en París.

El nadador palestino Yazan Al-Bawwab hace el gesto de la paz antes de competir en 100 metros espalda.
El nadador palestino Yazan Al-Bawwab hace el gesto de la paz antes de competir en 100 metros espalda. (Oli SCARFF | AFP)

Layla Almasri es una de las tres, entre 54 corredoras de 800 metros lisos, que no tiene un registro en el World Ranking (ránking mundial). A su vez, es la única que compite bajo la bandera de un Estado no reconocido por el Estado francés. Almasri, que nació en Illinois, tiene sangre palestina. Sus padres nacieron y crecieron en Nablus, a unos 200 kilómetros de Gaza, en territorio palestino, y ha debutado en París en una cita olímpica.

La corredora palestina recibió aplausos, primero tímidos y luego más sonados -cuando desde la megafonía se anunció la procedencia de Almasri- cuando se le presentó en sociedad. Quedó última en su ronda, aunque registró un nuevo récord para Palestina, pero el objetivo de la delegación palestina en París, la más númerosa de la historia, va más allá de los resultados: quieren ser voz de los sinvoz.

«Yo nado para competir; ellos [los palestinos] nadan para sobrevivir», decía la nadadora Valerie Tarazi, nacida en Illinois, de padre palestino, antes de debutar en los Juegos Olímpicos de la capital francesa. Con la bandera palestina dibujada en el hombro y señalándolo con orgullo, Tarazi, que mientras se preparaba para la competición ha visto «a palestinos nadando en el mar en busca de ayuda humanitaria», terminó en segundo lugar en su serie de 200 metros combinados.

Siete de los ocho participantes palestinos en París 2024 son de la diáspora, por las evidentes limitaciones impuestas por la ocupación israelí. Tan solo el boxeador Waseem Abu Sal, que ha sido el primer púgil palestino en unos Juegos -cayó eliminado en el primer combate ante el sueco Ibrahim Nebil-, y el corredor Mohammed Dwedar -competirá el próximo miércoles en 800 metros lisos- residen y han nacido en Cisjordania ocupada.

«MERECEMOS LOS MISMOS DERECHOS»

«Seré completamente honesto: Francia no reconoce a Palestina como país. Pero estaré ahí, levantando mi bandera. Ese es mi papel», reconoció el nadador Yazan Al-Bawwab, cuyos padres nacieron en Jerusalem y Lod, una ciudad que se ubica hoy en el centro de Israel. También son los únicos que portan la bandera de la valentía, de la dignidad, una dignidad que en el caso del presidente francés Emmanuel Macron va de capa caída, con sus intentonas de justificar la decisión del COI de aceptar la participación de la delegación israelí mientras Rusia, acusado de promover la guerra con Ucrania, está vetada, declarando a modo de argumento que Israel «no es un país agresor».

De todas formas, como en todos los Estados, hay reticencias sobre este tema tan delicado, y en esa tesitura, el territorio vasco sigue siendo un ejemplo de la lucha internacionalista. El alcalde de Maule y ocho de sus concejales han decidido privarse de parte de su asignación para financiar la participación de los atletas palestinos en los Juegos Olímpicos de París 2024.

Yazan Al-Bawwab compitió el pasado domingo en 100 metros espaldas -acabó en 43º lugar de 46 competidores- y en una entrevista posterior concedida a “Ouest France”, envió un mensaje de humanidad, dado el contexto en el que se encuentra su país: «Me escuchan gracias al deporte, porque de lo contrario a nadie le interesa lo que dicen los palestinos». «Trátennos como seres humanos. Merecemos los mismos derechos que todos», pidió, y añadió que «estoy aquí para enviar un mensaje de humanidad al mundo. Quiero poder practicar mi deporte como todos. Eso es todo lo que pido. Y tratarnos como iguales. No tenemos piscina, ni se nos ocurre construir una, porque estamos buscando tener lo básico para un ser humano».

Son completamente conscientes de que son el altavoz para el pueblo palestino. «Somos de los pocos palestinos que la gente va a escuchar en todo el mundo», insiste también Valerie Tarazi, nadadora que compitió el pasado viernes en 200 metros estilos, y por eso siente el deber de «hablar por aquellos que no tienen voz; por nuestros entrenadores, compañeros, depor- tistas, familiares y amigos que han muerto en esta horrible guerra en Gaza».

«No se trata de las medallas, sino de hacer llegar al mayor número posible de personas la causa palestina. No me importa el dinero. Si una medalla me permite llamar más la atención, eso es lo que me interesa», declaraba, en el mismo sentido, Al-Bawwab.

300 ATLETAS MUERTOS

Más de 39.500 personas han muerto desde que inició la guerra en Gaza, de acuerdo con oficiales locales de salud. Entre los fallecidos hay cerca de 300 atletas, árbitros, entrenadores y otras figuras del deporte olímpico de la Franja.

Quizá el deportista de mayor renombre que murió en la guerra fue el fondista Majed Abu Maraheel, quien en 1996 (en Atlanta, EEUU) se convirtió en el primer palestino en participar en los Juegos Olímpicos. Falleció de un fallo renal a inicios del año debido a que no pudo seguir un tratamiento en Gaza y no pudo ser evacuado a Egipto, confirmaron las autoridades palestinas.

LA LECCIÓN DE BADAWI

Resulta complicado mantenerse de pie en esta tesitura, llegar a París y elevar el pundonor. El judoka Fares Badawi, que en caso de ganar la brimera batalla podría verse las caras con su rival israelí, fue muy tajante al ser preguntado sobre si le estrecharía la mano: «Por supuesto que no. No puedo darle la mano a alguien que mata a mi gente. Es difícil para mí».

Fares Badawi, que nació y creció en el campamento de refugiados de Yarmouk y que actualmente vive en Alemania, explicó que su tío y sus primos están en Gaza, «abandonaron su casa. Están sufriendo ahora mismo».

El judoka afincado en Alemania no dejó puntada sin hilo en la entrevista posterior a su debut olímpico y habló también del sportwashing olímpico y dio otra lección a Occidente: «Creo que aquí, en los Juegos Olímpicos, estamos para hacer la paz, pero si haces la guerra en nuestro país y quieres hacer la paz aquí, es como si tuvieras dos caras».