23 AGO. 2024 Ines al-Gul y su desalinización casera para sobrevivir en Gaza En medio de una severa escasez de agua, la ingeniera Ines al-Gul ha desarrollado en Gaza un sistema de desalinización casero con el que proporciona agua potable a sus vecinos. A pesar de los constantes bombardeos, vigila con determinación su artilugio, que solo necesita la luz del sol para funcionar. Palestinos se reúnen para llenar sus bidones con agua de las cisternas en Jan Yunis. (AFP) AFP En medio de la destrucción de Gaza, Ines al-Gul, ingeniera palestina, ha creado un sistema de desalinización casero con maderas y cristales para abastecer con agua potable a sus vecinos afectados por la escasez de este sustento vital. El artilugio ideado por Al-Gul consiste en un barreño construido con la madera de los pocos palés de ayuda humanitaria que llegan a Gaza y cristal recuperado de las ruinas de los edificios bombardeados. Debajo de los cristales, el agua salada procedente del mar o de la capa freática se evapora y se condensa en gotas de agua destilada que, a través de un largo tubo negro, llegan a otros conductos llenos de carbón activado para una mejor filtración. «Es un mecanismo muy simple, fácil de usar y fácil de construir», asegura esta ingeniera agrónoma de 50 años, que vive en la ciudad de Jan Yunis, en el sur del enclave. Conseguir agua bebible allí ya era difícil antes de la ofensiva israelí, pero la situación se ha agravado desde entonces y, según estima la oenegé Oxfam, la cantidad de agua disponible en este territorio palestino se ha hundido un 94%. Los 4,74 litros de agua por día disponibles por cada gazatí equivalen a «menos de un tercio del mínimo recomendado en las situaciones de urgencia», asegura la organización, que acusa a Israel de usar «el agua como arma de guerra». SOLO NECESITA SOL Sin suministros desde hace meses y con la única central eléctrica del enclave paralizada, el sistema de Al-Gul tiene la ventaja de que «no necesita electricidad ni paneles solares». «Solo nos hace falta sol», afirma la ingeniera. Este es uno de los pocos bienes que no escasea en Gaza, con una media de 14 horas de sol diarias en verano y ocho horas en invierno. En la escuela transformada en refugio de desplazados donde la ingeniera instaló su artefacto, varias familias esperan para rellenar sus botellas de plástico. El depósito de agua tiene una capacidad de 250 litros, pero se vacía rápidamente ante las enormes necesidades de la población. Los ataques israelíes han dañado o destruido las instalaciones de saneamiento y aprovisionamiento de agua, y es por esto que Al-Gul vigila su dispositivo con esmero. Pero con los bombardeos incesantes, «nada está jamás a salvo», recuerda.