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Dickens y las infancias desaparecidas


Cuando leía las historias de Dickens, las que relataban la gran desigualdad del siglo XIX, donde la miseria mataba la infancia, me parecía que aquel mundo formaba parte de un pasado que no volvería. La realidad del siglo XXI ha destrozado aquella percepción. El historiador Josep Fontana escribió que no siempre el progreso económico coincide con la buena calidad de vida del ser humano. Si hablamos de infancia, la verdad es mayor y no hay que ir muy lejos para constatarlo. Según el presidente de Unicef, en la CAV, aquí, el 20,1% de los menores vive en un riesgo severo de pobreza y en el Estado español esa situación la sufren 2,7 millones de niños y niñas. La tragedia se acrecienta si miramos hacia la migración. GARA acaba de publicar que EEUU, en cinco años, «ha perdido el rastro de 32.000 menores migrantes no acompañados». En una investigación realizada por “Lost in Europe”, la periodista griega Elli Zotou afirmaba que desde el 2016, tras llegar a Europa, habían desaparecido 55.340 menores, víctimas probablemente de la explotación y el trabajo forzado. Dickens cuenta que a los 12 años trabajaba más de diez horas y Oliver Twist, su personaje, puso nombre a la infancia más pobre del siglo XIX. Ahora las infancias rotas son números que sustituyen a las historias y... simplemente, desaparecen.