Con Malkovich y Ardant no es suficiente

Siempre es un placer ver actuar a John Malkovich y Fanny Ardant; les diría que merece la pena ver la película simplemente por eso, pero no va a ser así. Es de esas películas amables, livianas, que se mantienen en un terreno seguro, pero es demasiado insustancial. La que pretendía ser una comedia ligera que busca entretener con situaciones divertidas y personajes peculiares, queda atrapada en una fórmula repetitiva y superficial.

Narra la historia de Andrew Blake; un último impulso lo lleva a regresar al Estado francés. Cuando llega a la finca, donde nadie sabe quién es, lo confunden como mayordomo y él decide asumir el puesto.

A pesar de las buenas intenciones de la película de ofrecer un humor accesible y una narrativa reconfortante, el resultado final es una narrativa predecible y plagada de clichés. El guion recurre a chistes fáciles y tropos familiares que no sorprenden ni emocionan. Las escenas supuestamente humorísticas a menudo se sienten forzadas y carentes de gracia, dejando al espectador más con un encogimiento de hombros que con una sonrisa.

El ritmo es irregular, y la puesta en escena es muy insulsa, lo que hace que la película se sienta más larga de lo que realmente es. La falta de originalidad y creatividad en la dirección y el guion hace que la película sea fácilmente olvidable.

Con una narración predecible, personajes unidimensionales y una falta de frescura en su enfoque, la película no logra destacar casi en ningún aspecto.

Es cierto que nada molesta durante su visionado, pero tampoco hay nada destacable. Es una comedia que, aunque pretende ser encantadora y graciosa, termina siendo poco inspirada y monótona.