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HISTÓRICO LLAMAMIENTO DEL LÍDER KURDO

Una llamada a no tirar la toalla a pesar del «déjà vu»

El anuncio del líder del PKK sobre una posible disolución de la organización armada en el marco de un proceso de diálogo abre un escenario cargado de interrogantes. Mientras se buscan las respuestas en el pasado más reciente, urge cerrar uno de los conflictos más longevos de una región sumida en el caos.

Öcalan -izda.- se eleva sobre las montañas Qandil, bastión histórico del maquis kurdo. Su pensamiento también llega a lugares como el Centro de Mujeres de Qamishlo (Rojava) -dcha.-.
Öcalan -izda.- se eleva sobre las montañas Qandil, bastión histórico del maquis kurdo. Su pensamiento también llega a lugares como el Centro de Mujeres de Qamishlo (Rojava) -dcha.-. (Karlos ZURUTUZA)

Hoy comienza una nueva era. El período de lucha armada está terminando y se está abriendo la puerta a la política democrática». Así rezaba la carta que Abdullah Öcalan, el líder del PKK encarcelado desde 1999, dirigía a su pueblo no el 26 de febrero, sino el 21 de marzo de 2013. La misiva se leyó íntegra y por megafonía en las montañas Qandil.

Miles de kurdos se congregaban en el bastión del maquis kurdo para celebrar el año nuevo persa y kurdo. Había urbanitas de Erbil o Suleimaniya disfrutando de un día en el campo; también muchos guerrilleros que se reunían con sus familias por primera vez en mucho tiempo. Como siempre en Newroz, el ambiente era genuinamente festivo.

Tras la lectura de la carta de Öcalan tocaba recoger impresiones entre los asistentes. «No va a cambiar nada» era una respuesta recurrente, y también «no hay garantías por parte de Ankara». El más optimista despachó aquello con un «veremos»; el más cauto, con un «esto ya lo hemos vivido antes».

Permanecía grabada en la mente aquella imagen de cuatro años atrás. El 19 de octubre de 2009, un grupo de combatientes del PKK en uniforme cruzó la frontera entre el sur y el norte del Kurdistán a pie. A pesar del férreo control militar en la única vía terrestre entre Turquía e Irak, quedaron en libertad, incluso tras haber recibido la acogida más calurosa por parte de miles de kurdos que les esperaban en el lado turco de la frontera. ¿Había pasado realmente? Ahí están las fotos. La paz en Anatolia nunca había estado tan cerca, pero a Ankara le bastaron dos meses para dinamitar la ilusión con una ola de arrestos que incluían alcaldes electos, así como la ilegalización de la marca política kurda en Turquía por sexta vez.

Se puede seguir echando la vista atrás hasta ese 2004 en el que Recep Tayip Erdogan, hoy presidente de Turquía y entonces primer ministro, prometió solucionar la cuestión kurda, o incluso hasta 1993, cuando la muerte de Turgut Özal, el entonces mandatario turco, se llevó consigo otro esperanzador proceso de diálogo. Özal, quien siempre reconoció públicamente sus orígenes kurdos, fue hallado sin vida en su despacho. «Paro cardíaco» o «envenenamiento», según la fuente.

Precisamente, Zagros Hiwa, portavoz del PKK, trasladaba a GARA que las declaraciones de Öcalan son «una continuación de su iniciativa de paz de 1993» y recordaba que la organización había decla- rado más de diez altos al fuego unilaterales. El undécimo llegaba ayer mismo.

En realidad, se trata de una secuencia histórica grabada a fuego en el ADN de los kurdos del norte. Cada paso hacia el diálogo dado por el PKK ponía el balón en el tejado turco, pero este nunca volvía al terreno de juego. Precisamente por eso, la última llamada a la paz de su líder del pasado jueves no ha levantado a demasiados kurdos del banquillo.

«Es el déjà vu de siempre, ya sabes», resumía por teléfono desde Amed (capital del norte de Kurdistán) el periodista kurdo Mehmet K. para esta cabecera. Ocho años de cárcel en una prisión de máxima seguridad por «pertenencia a organización» obligan al informador a no revelar su verdadero nombre, ni siquiera cuando firma sus crónicas.

El último capítulo en esa cronología del fracaso parecía empezar a pergeñarse el pasado octubre. Entonces, un diputado del partido ultraderechista MHP y aliado del AKP en el poder pedía que Öcalan acudiera en persona al Parlamento para pedir públicamente el fin de la violencia y proclamar la disolución del PKK. Simultáneamente, el Gobierno turco hacía un gesto permitiendo, por primera vez en años, una visita al líder kurdo -primero familiar y luego política-.

Pero un atentado del PKK contra una empresa aeroespacial turca, que dejó cinco muertos, y la destitución de varios alcaldes kurdos para ser sustituidos por afines al régimen parecían interponerse. No fue así. Parlamentarios del prokurdo Partido Popular por la Igualdad y la Democracia (DEM) visitaron al líder kurdo dos veces más antes de la tercera y última, hasta el momento, del pasado jueves.

«Todos los grupos deberían abandonar las armas. El PKK debería disolverse. Hago este llamamiento y asumo la responsabilidad histórica», afirmaba Öcalan en el mensaje leído en rueda de prensa por miembros del DEM y retransmitida a través de las redes sociales.

El fundador e ideólogo del PKK hace hincapié en que el proceso requiere del «reconocimiento de una política democrática y de un marco legal», pero, a diferencia de ocasiones anteriores, no aporta detalles sobre demandas concretas ni tampoco una hoja de ruta.

Fuentes del DEM consultadas por GARA confirmaron que el mando del PKK en Qandil había sido consultado antes de la publicación del documento. Asimismo, subrayaron que se había optado por la discreción y que los detalles se discutirían «en una mesa de diálogo con el Estado turco y partidos políticos».

«A priori, parece un cheque en blanco. No sabemos nada de lo que piden a cambio de disolverse ni de las garantías de unos y otros, por lo que solo podemos especular», argumenta Dunya Basöl, analista político y profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Batman, en el este kurdo.

Este experto turco apunta a posibles concesiones como el reconocimiento de derechos lingüísticos que incluyen programas culturales en los ayuntamientos kurdos. Basöl también habla de aflojar la mano sobre los movimientos civiles, así como de una posible excarcelación de presos políticos. «En cierta forma, sería como volver a la Turquía de 1960, cuando los kurdos gozaban de más libertad de expresión y había menos tensiones», matiza el analista. El golpe de Estado de 1971 daría un drástico giro de timón a aquella situación de relativa bonanza.

«NUEVO PARADIGMA»

Desde el Instituto para la Paz Kurdo, una organización independiente de estudio con sede en Washington y varias delegaciones en Kurdistán, el investigador Kamal Chomani dice tener «sentimientos enfrentados» sobre el llamamiento de Öcalan. «Los antecedentes me empujan al pesimismo, pero no podemos tirar la toalla cuando puede haberse abierto un camino hacia la paz», explica Chomani. Apunta a un anuncio que se produce «en un momento histórico en el que se está remodelando Oriente Medio» y ve también una continuación del proceso de paz de 2013.

Entre las demandas posibles, continúa, podría incluirse el reconocimiento constitucional de la lengua kurda, una amnistía para los guerrilleros, cierta autonomía para los kurdos y una mayor integración de la política kurda dentro del Estado turco. «Esta sería una hoja de ruta que Turquía debería aceptar para lograr una paz duradera», zanja.

Chomani destaca que el conflicto kurdo «ya no es simplemente un ‘problema de seguridad’ ni un ‘asunto interno’», sino que se ha convertido en «una cuestión internacional que Turquía ya no puede ignorar».

Precisamente, los kurdos de la frontera sur de Turquía se autogestionan desde 2012 en las líneas trazadas por confederalismo democrático. Es el programa político y social esbozado por el propio Abdullah Öcalan durante su cautiverio.

Dicha afinidad ideológica ha sido respondida desde Ankara con la ocupación de enclaves kurdosirios a través de milicias islamistas afines, así como con la expulsión de cientos de miles de sus habitantes originales. Mientras tanto, los bombardeos contra las infraestructuras vitales en Rojava son constantes.

Con una Turquía en horas altas tras la caída del régimen de los Assad en Siria y su reemplazo por otro islamista afín a Ankara, ¿qué interés podría tener Erdogan en ofrecer nada a los kurdos?

Chomani cuestiona la naturaleza de la victoria para Turquía y apunta a una ecuación aún por despejar. «Turquía es militarmente más fuerte que en 2015, pero en términos económicos y sociales es más débil. Además, aún no sabemos cómo dirigirá el futuro del país Ahmed al-Sharaa (actual presidente de Siria). Soy de los que creen que se acercará más a los saudíes, rivales regionales de Turquía», dice el experto.

Mientras el PKK ha verbalizado su disposición a dejar las armas, las fuerzas kurdosirias de las FSD -parte del PKK, según Ankara- se han desmarcado de un hipotético desarme como parte de un potencial proceso de paz al otro lado de la frontera. Es ahí donde, dice Chomani, el PKK entra en un «nuevo paradigma» en el que se sustituirá la acción armada por la lucha social y política.

«La guerrilla habría dado ese paso en 1993 si la iniciativa de Özal hubiera tenido éxito», lamenta. Tres décadas y decenas de miles de muertos más tarde, el balón vuelve a estar en el tejado turco.



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