El plan de Donald Trump para vaciar la Franja de Gaza no es factible. ¿Por qué?

La Franja de Gaza tiene una población de más de dos millones de personas y, aunque vaciarla no significara dejarla sin habitantes, el proceso de expulsión conlleva unos gastos muy altos. Alojar a la gente en lugares habitables, con un mínimo en servicios, y darles medios de subsistencia para que no vivan una situación dramática no está en la agenda de Donald Trump e Israel, lo que conllevaría inevitablemente a un estallido popular incontrolable.

Vaciar Gaza significaría, en principio, llevar a la población a Egipto y Jordania, los dos países árabes vecinos de Palestina. Dichos países registran altas tasas de pobreza.

El régimen militar en Egipto y el monárquico en Jordania manejan con mano de hierro a sus poblaciones. El descontento popular no deja de crecer debido al empobrecimiento, la represión y la pacata posición política de dichos regímenes en cuanto a la causa palestina, esto es, la causa central del mundo árabe.

La hipotética llegada de palestinos a Egipto y a Jordania significaría echar más leña al fuego y sería la catálisis en un caldo de cultivo propicio que crearía una inestabilidad fuera de control. Ambos países, además, tienen extensas fronteras con el Estado sionista, por lo que esta situación podría provocar el estallido de ataques de todo tipo, sin jerarquía organizativa alguna, desde Jordania y Egipto contra Israel.

No se puede negar la experiencia y creatividad de los regímenes de Egipto y Jordania para desarrollar sus métodos de represión y control. Pero en caso de un aumento brusco de población -con la llegada de palestinos-, se necesitará una reconfiguración urgente de los servicios de seguridad para poder controlar el caos, y eso supone un gasto inmenso.

La Administración Trump no está dispuesta a asumir más gastos en Oriente Medio, ya que su plan pasa por mantener la superioridad militar de Israel y dirigir sus fuerzas al Pacífico para enfrentarse a China, entre otros objetivos.

Todo esto nos lleva a pensar que Egipto y Jordania no podrán apostar por una jugada perdida que podría terminar con la caída del poder.

EL TEJIDO SOCIAL Y LAS TRIBUS BEDUINAS

En la Nakba de 1948, primera fase de la limpieza étnica de Palestina, parte de la población se refugió en la Franja de Gaza y Cisjordania, controladas por Egipto y Jordania, respectivamente. En aquel momento El Cairo y Amman no reconocían a Israel y se encontraban en estado de guerra con el régimen sionista, por lo que no existía otro problema que no fuera vencer a Israel y devolver a la gente refugiada a sus tierras. Ya existían lazos familiares entre las poblaciones de Palestina, Jordania y Egipto.

En estas relaciones familiares encontramos otro «problema» al que se enfrentarían Egipto e Israel: entre los territorios de Egipto, la Franja de Gaza e Israel viven seis tribus beduinas con relación de sangre: los Tayaha, los Tarabin, los Qatatwa, los Rmeilat, los Hanayra y los Sawarka. Se estima que las tribus beduinas conforman el 35% de la población palestina de la Franja y, por lo tanto, una expulsión forzosa hacia Egipto fomentaría una reacción violenta por parte de dichas tribus en la península del Sinaí, a lo largo de la frontera con Israel. En ese caso, la línea de enfrentamiento con Israel se extendería a más de 200 km, en lugar de los 47 km entre la Franja y el territorio controlado por Israel.

Después del estallido de la guerra en Gaza, el Ejército egipcio envió dos divisiones de infantería mecanizada a 250 km de Gaza para controlar la ruta hacia la Franja y prohibir el movimiento de personas hacia Palestina. Fue una acción destinada a bloquear un probable flujo egipcio antiisraelí hacia Palestina. Tras la presentación del plan de Donald Trump, las dos divisiones, junto con el batallón de élite 101 de la fuerza especial egipcia fueron enviadas al mismo paso fronterizo para bloquear la salida desde la Franja hacia Egipto.

Las tertulias en la radio del Ejército israelí no dejan de repetir que el acuerdo de paz con Egipto es el logro estratégico más importante después de la creación del Estado de Israel. La institución militar es consciente de la importancia de exterminar a Hamas en Gaza y, después, gestionar los asuntos de la vida de la población palestina para que no rebrote el «terrorismo».

En el caso de Jordania, la situación no sería diferente, ya que se estima que la población jordana de origen palestino constituye casi dos tercios del total en el país. Desde el comienzo de la guerra, el Ejército jordano se desplegó a lo largo de la frontera con Israel y se reprimieron muchas de las manifestaciones contra el genocidio que se dirigían hacia la frontera.

La Liga Árabe dejó claro que no quiere el plan de Trump, porque simplemente no quiere ni refugiados ni problemas que pongan en peligro el poder en sus Estados.