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La industria minera mira ahora con interés a los fondos marinos

Durante la segunda quincena de marzo se reúne en Jamaica la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA). En sus manos está decidir si se da vía libre a la minería en las profundidades abisales. La industria presiona a favor de la apertura y las organizaciones sociales por la prudencia, habida cuenta de los peligros y las incertidumbres que encierra.

Activistas se manifiestan en Bruselas, frente al Parlamento Europeo, el 6 de marzo de 2023 para detener la minería submarina en aguas profundas.
Activistas se manifiestan en Bruselas, frente al Parlamento Europeo, el 6 de marzo de 2023 para detener la minería submarina en aguas profundas. (Kenzo TRIBOUILLARD | AFP)

De las tierras raras a los minerales estratégicos, el interés por las materias primas minerales no deja de crecer. La apuesta por los coches eléctricos y la necesidad de nuevas y mejores baterías son unos de los principales motivos, pero también el paulatino agotamiento de los yacimientos más superficiales y fáciles de extraer. El aumento de los costes de explotación y la tensa situación geopolítica están impulsando la búsqueda de alternativas. Y algunos han puesto sus ojos en el mar, en los fondos marinos.

Precisamente durante esta segunda quincena de marzo la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA, por sus siglas en inglés) se reúne en Jamaica, donde esta organización internacional tiene su sede. Su principal cometido es la gestión de las profundidades abisales y en sus manos está la redacción de un código minero que regule la minería en el fondo del mar. Un documento polémico que tendrá importantes efectos a largo plazo y que ha movilizado a la sociedad civil.

UN LARGO CAMINO

El origen de ISA se remonta a los años sesenta del siglo pasado, cuando se desarrolló el régimen integral de gobernanza de los océanos. En 1970, la Asamblea General de Naciones Unidas declaró que los recursos minerales de los fondos marinos eran «patrimonio de la humanidad» y, por consiguiente, su explotación debía hacerse «en interés de la humanidad en su conjunto mediante un organismo que se establezca al efecto». En esta declaración está el origen de ISA, que, sin embargo, no se creó hasta el 16 de noviembre de 1994, el mismo día que entró en vigor la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar que firmaron 167 Estados -entre los que no está EEUU- y también la UE.

Recién creada, los precios de las materias primas empezaron a caer y el interés por la minería en los fondos marinos decayó a la misma velocidad. Hasta ahora el organismo se había limitado a conceder contratos de exploración. Cualquier entidad que tuviera el respaldo de un Estado podía acceder a un contrato de este tipo para explorar una determinada zona del fondo del mar.

TIPOS DE DEPÓSITOS ABISALES

El interés se centra en tres tipos de depósitos minerales en aguas profundas. El primero serían los nódulos polimetálicos que se encuentran en las llanuras abisales parcialmente cubiertas de sedimentos finos. Los minerales se presentan en forma de trozos del tamaño de una patata, dispersos por el fondo. Contienen un buen número de elementos (hierro, cobre, manganeso, níquel, plomo, cobalto, zinc), así como litio, molibdeno, titanio y niobio en volúmenes interesantes, desde el punto de vista de la extracción. Este es el único tipo de yacimiento que, desde el año 2000, cuenta con norma de exploración.

Otro tipo de yacimiento son las llamadas costras de ferromanganeso ricas en cobalto. Se forman en las laderas y cumbres de los montes submarinos entre 400 y 7.000 metros por precipitación de minerales en suspensión en el agua del mar. Además de cobalto, también contienen numerosos metales como manganeso, hierro, cobre, níquel y varios metales raros, incluidos algunos elementos de las tierras raras.

Y, por último, los sulfuros polimetálicos. Se forman en los límites de las placas tectónicas y a lo largo de las dorsales oceánicas y los arcos volcánicos, a 2.000 metros de profundidad. Son ricos en hierro, cobre, zinc, plata y oro.

En 2022, se contabilizaban 1,5 millones de km2 con licencias de exploración, lo que equivale a la superficie de Mongolia. La mayoría de los contratos se habían concedido en el área Clarion-Clipperton en el océano Pacífico y algunos en el océano Índico.

OPERACIONES COMERCIALES

Hasta ahora ninguno de los contratistas había mostrado intención de iniciar la extracción industrial. De hecho, existen serias dudas de que haya compañías que hayan desarrollado una tecnología que permita la extracción de mineral de las profundidades abisales que pueda competir con la minería terrestre. EE.UU., con una de las tecnologías oceánicas más avanzadas, ni siquiera ha ratificado la Convención.

Sin embargo, en 2021 la república de Nauru anunció que pensaba patrocinar a la empresa canadiense The Metals Company para que extrajera metales en la zona Clarion-Clipperton. Esta petición obligó a ISA a acelerar el desarrollo de la legislación sobre minería, que ya llevaba varios años en discusión.

Para complicar más las cosas, en caso de que no se acuerde un código minero existe una cláusula que permitiría resolver provisionalmente las peticiones formuladas para la explotación del fondo marino, circunstancia que ha provocado un aumento de la presión, tanto de las empresas mineras como de las organizaciones ambientales.

Estas últimas confían en que la recién elegida, en enero de este año, secretaria de ISA, la oceanóloga brasileña Leticia Carvalho, sea capaz de proteger los océanos de la minería submarina. Su principal preocupación es que las prisas lleven a aprobar un código defectuoso, sin salvaguardas ambientales y plagado de lagunas que dejen las manos libres a los intereses empresariales.

Según confirmó Emma Wilson, de la ONG Deep Sea Conservation Coalition, el borrador que circula contiene más de 2.000 elementos que están en debate y que abarcan desde la distribución de los beneficios hasta la responsabilidad de los contratistas y las medidas de protección del medio ambiente. Muchas discrepancias para resolverlas en diez días.

UN MUNDO DESCONOCIDO

La principal dificultad es que el 75% del fondo marino está inexplorado y sin cartografiar. Se calcula que el 40% de la superficie está ocupada por llanuras abisales. Una de ellas es la zona de Clarion-Clipperton, en el Pacífico. Según un documento publicado por el banco público ruso Sberbank, que recoge las principales conclusiones de los estudios sobre las aguas abisales, estas zonas son ricas en especies biológicas, hasta el 90% de las especies recogidas eran desconocidas y algunas son tan raras que solamente se han encontrado en un radio de 200 km. De ahí el enorme peligro que representa la explotación industrial.

El informe señala que los mayores riesgos están asociados a las emisiones de las máquinas mineras. Si la concentración de partículas supera cierto umbral, que todavía no se ha establecido, las consecuencias pueden ser irreversibles. El documento señala que, 25 años después de que se realizaran trabajos de prueba en zonas limitadas, todavía se encuentran los rastros de las excavadoras, porque los ciclos bioquímicos no se han recuperado. También comprobaron que la actividad de los microorganismos se redujo cuatro veces después del experimento y calculan que tardará 50 años en recuperarse. Y subraya que hay una diferencia importante entre llevar a cabo un experimento y el trabajo de extracción industrial: en este último caso, acarrear los nódulos hasta la superficie alterará el entorno, afectando a los microorganismos y al proceso de acumulación de los sedimentos en la roca porosa.

Los científicos concluyeron que la resistencia del océano a la minería es baja. El océano profundo es un entorno muy estable en el que los organismos han evolucionado hasta adaptarse a condiciones extremadamente limitadas. Esto los hace más vulnerables a los cambios. Existe un alto riesgo de extinción de especies endémicas y su desaparición tendría consecuencias impredecibles en los ecosistemas vecinos.

A partir de estos trabajos, en un taller celebrado en Manoa (Hawai), en octubre de 2007, se presentaron los fundamentos y las recomendaciones para el establecimiento de «áreas de referencia para la preservación» en la zona Clarion-Clipperton, donde se prohibiría la extracción de nódulos para preservar el ecosistema.

A la vista de la incertidumbre que rodea la minería en aguas profundas y los importantes impactos de esta actividad, doce países se posicionaron por detener estos proyectos. En este momento, son ya 36 los Estados que apuestan por la prudencia. El resultado de la trigésima asamblea de ISA que se está celebrando estos días en Jamaica marcará el futuro.



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