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Oscuridad


Hace unos meses cerró el último videoclub de Madrid. En su catálogo tenía unas cincuenta mil pelis; esas grandes plataformas que están acabando con el cine disponen de mil o dos mil. Programador de la Cineteca de Madrid, Vicente Monroy acaba de publicar “Breve historia de la oscuridad. Una defensa de las salas de cine en la era del streaming”. Este apabullante capitalismo algorítmico, a cuyas reglas estamos más sometidos que nunca, necesita la luz, la transparencia, tanto para meternos sus productos hasta el hipotálamo como para el control absoluto que aspira a tener sobre los individuos. Afirma Monroy: “Donde hay más luz de la necesaria, todo son tinieblas”; y reivindica la oscuridad, la necesidad de mantener en nuestras vidas zonas en sombras, el derecho a cerrar los ojos, no para no ver la realidad, sino para tomar distancia y poder verla. Y para imaginar mundos posibles.

Consumimos más productos audiovisuales que nunca en todo tipo de artefactos mientras los cines se vacían y van desapareciendo dejándonos huérfanos de su oscuridad y de su misterio, de su punto de fuga. Y nos quedamos con las plataformas, “que alimentan una manera de consumir películas bastante reaccionaria”, afirma Monroy.



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