Estupor y temblores
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Así, con estupor y temblores (como Amelie Nothomb), me sitúo ante el panorama que se nos está quedando en la industria musical patria. Como si quisiéramos dar tanto asco como España. Como si el tejido social y musical abertzale, feminista… no llevara décadas trabajando con su hambre en pro de la cultura, como si el pasado de resistencia que os trajo hasta aquí importara tres cojones. Así vamos.
Ellos tienen el Movistar Arena, nosotros el BEC. Ellos dicen mierda, nosotros amén.
Pero mira, a mí que me roben los ladrones me parece normal. Los bancos, las eléctricas, los políticos de derechas… los de toda la vida. Pero ahora el tentáculo capitalista, las formas más de ladrón clásico, se están instalando en la euskal cultura y más vale que le pongamos remedio cuanto antes si no queremos que muera la raíz y crezca encima un centro comercial musical. Con eslóganes y luces y ofertas de mierda.
Desde la izquierda cultureta levantamos la cabeza por encima de algunos hombros al hablar de la música en nuestro país, y no es para menos. Es para estar orgullosas de la txabaleria que se ha manchado las uñas en gaztetxes y txoznas. Por los millones de horas de asambleas y barras, de frío en los huesos, de barro en las martins, de desalojos y violencia. Por los grupos cuyo objetivo es llegar para decir, por los bafles rotos, cambiarse en un baño con el suelo pegajoso y salir a darlo todo.
Pero ahora nos hemos creído que estamos yendo a un festi financiado por Petronor a hacer la revolución. Nos hemos dejado decir que ir a un concierto patrocinado por un banco es un acto comunitario que hace país. Nos hemos intoxicado de la cultura del sold out mientras se nos llenan las cunetas de músicas poco cosméticas y artistas comprometidas agonizando.
Y si queréis ser la grieta en el sistema, aprended de Fermín. Usad los altavoces para algo más que llenaros los bolsillos. Y si lo que queréis es forraros cantando al amor romántico, no os apropiéis ni uséis las fórmulas de la resistencia.
No seáis el puto enemigo.