Raimundo FITERO
DE REOJO

El poder de las bacterias

Cada vez que nos adentramos en los vericuetos científicos de definir lo que es la vida, las aguas pantanosas del principio del todo nos vuelve a provocar esa sensación de desarraigo, de incansable desasosiego para saber cuándo fue ese momento en que empezaron a existir seres vivos allá dónde empezaran. Si eres creacionista, te agarras al cuento, las leyendas y creencias y si te apoyas en el Big Bang, entras en el túnel de la risa o de la incongruencia debido a la ignorancia que te vuelve a convertir en sujeto pasivo de algo que dan ganas de resolver por la vía de la revelación o simplemente por la negación. No existió nunca una primera vez, ya estaba todo antes de la nada.

Células, virus, bacterias, átomos, asuntos que escuchamos o leemos como si fueran un misterio teosófico, como si toda la teología de la biología se basara en creer, en sentirse preso en unas circunstancias donde lo nano es más fuerte que lo maxi, una nueva religión del algoritmo, la física cuántica y el futuro de Nico Williams. Ahí estamos, descubriendo como si fuéramos bebés todo lo que nos rodea, nos funda, nos fundamenta y nos conforma.

Porque ahora escala a los noticiarios del mundo un estudio de una universidad británica donde un joven investigador nos dice que han logrado, a partir del plástico de las botellas de agua y tras un proceso liderado por una bacteria en concreto, una entre millones, convertir el plástico en paracetamol. Este poder es más que divino. Bacterias al Poder. Vuelvo a mi infancia y me convierto en el Profesor Bacterio. El tinto de verano es un combinado secreto de bacterias reserva.