88 horas rescatando la verdad bajo un manto de cadáveres y manipulaciones
Los días del jueves 11 al domingo 14 de 2004 son los más intensos de quince años de GARA. Todas las misiones del periodismo se pusieron a prueba: hallar la verdad entre mentiras, interpretar una realidad muy confusa y reflejar un enorme drama humano iniciado en Madrid y seguido en Iruñea y Hernani. Todo bajo un clima emocional apabullante.
Tras dos semanas de campaña electoral con cierres muy largos, el despertar es especialmente brusco. El móvil escupe las primeras señales del drama cuando aún no son las 8.00. Explosión en Madrid. Varios muertos en un tren. Toca correr. Para las 9.00 ya hay luces en la redacción. Y un escalofrío: van ya 30 muertos. El lehendakari Ibarretxe sentencia: «No son vascos, son alimañas». En la mente de todos, la furgoneta interceptada a ETA en Cuenca con 500 kilos de explosivo, doce días antes. Y tres meses antes, un supuesto plan para atentar en Chamartin.
Tarda en circular el aviso de Otegi en una emisora menor: parece un atentado islamista. GARA empieza a ser protagonista: la Guardia Civil pregunta, pero no, no ha habido aviso alguno de ETA. Más datos: son varias bombas, indiscriminadas, y en barriadas como el Pozo del Tío Raimundo. No puede ser. El drama abruma, la angustia crece: ya no son 30, son 60. Las primeras imágenes de trenes reventados y cadáveres junto a la vía sacuden a la redacción. No la paralizan, como nos había ocurrido dos años y medio antes, ante la alucinante escena de las Torres Gemelas cayendo.
En GARA acaba de cambiar la dirección, con Josu Juaristi al frente. Decidir es más difícil que nunca, pero se marcan unos pocos criterios muy acertados: subrayar la magnitud del drama (34 páginas, el mayor despliegue en la historia de este diario), situarlo en un contexto mundial y no dejar duda alguna sobre la posición editorial. Arranca así: «La masacre cometida ayer en Madrid es una barbaridad inadmisible, sea cual sea su autoría».
Ya no son 60, son 100, y luego 150, y al final 190. La sensación es mareante, la mañana avanza muy lento. A las 13.00 Otegi reitera que no contempla la autoría de ETA «ni como hipótesis». Pero nada más acabar entra en pantalla Acebes: ha sido ETA. Cualquier periodista con cierta experiencia sabe cuál es el dato clave: el tipo de explosivo. Acebes no dice nada. Y empieza a circular que Carod-Rovira sabe que los servicios de espionaje internacionales apuntan al islamismo sin duda alguna.
No hay hambre, sí necesidad de oxígeno. Pero la salida de la redacción es corta: agencias españolas hablan de Tytadine, el explosivo de ETA. Aznar no concreta nada. La Tytadine lo cambia todo, pero ¿es posible que alguien se lo haya inventado? Los teletipos se revisan de arriba a abajo: en ningún sitio se detalla quién certifica ese dato esencial. ¿Es posible que «fuentes antiterroristas» estén mintiendo?
La tarde es terrible, aplastante, con un ojo en la pantalla del ordenador y otro en la del televisor. Llueven rumores que obligan a valorar con más detalle que nunca la credibilidad de cada fuente. GARA mira a todos y todos miran a GARA: una llamada de ETA podría aclararlo todo. Avanzada la edición de este día terrorífico, los acontecimientos se aceleran. A las 20.15 Acebes reconoce el hallazgo de un Corán en una furgoneta usada en la masacre. A las 21.30 trasciende que un medio árabe de Londres tiene una reivindicación.
Viernes 12
El primer dato, en el kiosko: titulares ambiguos en medios como ``El País'', que había titulado el vespertino de la víspera: ``Matanza de ETA en Madrid''. El día es muy largo para sostener la patraña. Las bolsas del mundo caen, el capital teme ¿a ETA? no, a Al-Qaeda. Acebes titubea: «¿Cómo puede ser que después de 30 años de atentados ETA no sea la prioridad?».
Son las 18.00 cuando llega a GARA la llamada más esperada. De forma inhabitual, el interlocutor pide hablar con redacción y que su voz sea grabada y comprobada: «ETA no tiene ninguna responsabilidad con los atentados de ayer». Contacta también con ETB, donde confirman que es el mismo comunicante que hablaba en un vídeo reciente de la organización.
Las manifestaciones convocadas «por las víctimas y la Constitución» dan la vuelta. Se grita: «Queremos saber la verdad». Entre tanto, en su cuarta comparecencia, Acebes admite que no es Tytadine, solo dinamita.
Sábado 13
El trauma y el dolor siguen ahí dentro, pero la tensión de la incertidumbre se ha disipado. Amanece más claro tras 48 horas de tremenda presión, pero con la satisfacción de haber aportado algo a la verdad, de haber cumplido la función de informar. Incluso algunos redactores pueden librar antes del domingo electoral, que también va a ser potente. Pero la sombra vuelve a hacerse a mediodía, revive el estupor, esta vez mezclado con rabia. Un policía y su hijo han matado a Ángel Berrueta. GARA llega en minutos. La tensión es brutal: «¿Diréis también que ha sido ETA?» «¡Qué fácil es matar a un lechero!». Un policía amaga con golpear a los concentrados. Luego cargarán en la misma puerta del tanatorio.
Escribir esa crónica se hace especialmente doloroso, pero con la última línea no acaba la jornada. Es cerca de medianoche cuando a GARA llega un comunicado de ETA, remarcando que no tiene nada que ver en la masacre y haciendo ver a Aznar lo que ya se le espeta en las calles de Madrid: es el precio del apoyo a Bush en la guerra de Irak.
La edición se cierra a toda prisa entrada la madrugada, y es entonces cuando podemos leer con detenimiento que han sido detenidos tres marroquíes y dos hindúes por la matanza, pese a lo cual Acebes deja abierta la hipótesis de ETA. A la salida de la redacción de Iruñea, a una hora intempestiva, hallamos a decenas de jóvenes ante la sede de UPN-PP, gritando que quieren saber la verdad antes de votar.
Domingo 14
La jornada electoral siempre es monotemática, pero no esta vez. Madrid sigue estremeciendo, con el IFEMA convertido en una morgue gigantesca. También Iruñea, donde GARA recoge testimonios de los comerciantes que vieron morir a Berrueta: «Ni siquiera quiso discutir». Pero una tragedia lleva a otra: a las 12.30 en Hernani parte una marcha por la muerte alevosa de Iruñea, la Ertzaintza carga, Kontxi Sanchiz cae víctima de un infarto. La familia pide ayuda, pero un agente responde: «No me importa». La caza de brujas del PP se ha cobrado dos víctimas.
El día vuelve a acabar muy de madrugada. Las urnas han mandado a Aznar al rincón de la historia, pero no hay ganas ni fuerzas para celebrarlo tras 88 horas que nunca se podrán olvidar.