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Las ruinas de Lemoiz siguen dando guerra 30 años después

Los edificios de cemento de la proyectada central nuclear de Lemoiz siguen constituyendo un problema cuando se han cumplido 30 años desde su paralización definitiva. Ni el Ministerio ni Iberdrola tienen previsto ningún plan después de que se rechazara su desmantelamiento y demolición. El lugar es fuente de problemas puntuales, como los robos de hilo de cobre, además de ser un foco de suciedad y contaminación visual.

Los edificios de cemento, ya en ruinas, de lo que iba a ser la central nuclear de Lemoniz continúan en la costa vizcaína cuando se cumplen treinta años de la paralización de sus obras, sin que sus propietarios, el Ministerio de Industria e Iberdrola, tengan previsto su desmantelamiento.

Los trabajos de construcción de esta central fueron detenidos finalmente como consecuencia de una moratoria nuclear aprobada el 28 de marzo de 1984. Antes se habían paralizado ya a consecuencia de la acción armada de ETA y de la fuerte oposición popular.

Tras la detención de la planta, han sido varios los proyectos planteados para dar un nuevo uso a estas instalaciones, como un parque temático dedicado a la energía y la ciencia anunciado por la Diputación de Bizkaia en 2002 o la posibilidad, apuntada por Iberdrola en 2007, de reconvertirla en una central de ciclo combinado.

Ninguno de ellos, sin embargo, se ha visto materializado y los 55.000 metros cuadrados de instalaciones inacabadas -edificios e infraestructuras básicas, porque los componentes y equipos se fueron vendiendo- continúan junto al mar, pese a que en 2007 el Ministerio de Industria inició el procedimiento para su venta.

«En estos momentos, no hay previsto nada en estos terrenos a corto y medio plazo», ha confirmado a la agencia Efe un portavoz de Iberdrola, preguntado por si pudiera existir alguna previsión de reutilización de estas instalaciones.

Juan Luis Olaran, miembro de la agrupación ecologista Talaia Elkartea de Lemoiz, asegura que la mayor parte de los vecinos de este municipio vizcaíno de apenas 1.000 habitantes considera que los restos de la central se han convertido en «una ruina», que se mantiene en «un estado lamentable».

«Puesto que los edificios siguen ahí, debería dársele alguna utilidad, porque da una imagen penosa de un entorno natural tan bonito como era aquel, en el que había una cala preciosa», recuerda Olaran.

Destruir, «muy complicado»

Explica también que en 1992 fue invitado por Iberdrola, junto al resto de corporativos de esta localidad, a visitar la obra, ya paralizada, de esta central. «Yo mismo dije que lo mejor que se podía hacer era destruir las instalaciones, pero sus responsables aseguraron que técnicamente era muy complicado porque no había experiencias previas en demolición de centrales nucleares», apunta el representante de Talaia.

Mientras sigue sin tomarse una decisión sobre las ruinas, los edificios desocupados de la central atraen como un imán a ladrones de cable de cobre u otros materiales y jóvenes que acceden a su interior «de manera ilegal». El último caso ocurrió el pasado 22 de julio, cuando la Ertzaintza comunicó que había detenido a seis jóvenes que se adentraron en las instalaciones provistos de herramientas para, al parecer, cortar la valla que impide la entrada.

La paralización de Lemoiz ha sido evocada durante todos estos 30 años muchas veces tanto en el ámbito político como en el de la oposición a macroproyectos contrarios al medio ambiente. Por ejemplo, la reciente marcha en bicicleta contra el Tren de Alta Velocidad concluyó en Lemoiz una de sus etapas. Para el movimiento Mugitu!, «el TAV y Lemoiz tienen una relación totalmente clara, porque el tren necesita una ingente cantidad de energía en su funcionamiento y construcción».