11 FEB. 2015 Kronika | Encuentro Atxaga-Wertenbaker ¿Qué aguanta más peso, una rama de cerezo o un recuerdo de la infancia? Los niños Chris Wertenbaker y Beñat Toyos tienen ya más de 70 años y ya no trepan a los cerezos. «Es probable -aventura Bernardo Atxaga- que nunca lo hicieran salvo en una escena de los documentales sobre Euskal Herria que Orson Welles realizó para la BBC en 1955». «The land of the basques», así se titulan, fueron rodados en Etxalar y Ziburu, localidades en las que vivían Beñat y Chris, quienes oficiaron de guías al autor de «Ciudadano Kane» para su luminoso e idealizado retrato cinematográfico del País de los vascos. Patxi IRURZUN El pasado lunes, Wertenbaker y Toyos dieron inicio al festival de cine documental Punto de Vista, rememorando aquel rodaje y acompañados del escritor Bernardo Atxaga, que reflexionó sobre la visión romántica que documentales como los de Orson Welles han ofrecido sobre los vascos. Pero, ¿cómo y por qué acabó Orson Welles en Ziburu, fascinado por la pelota, los contrabandistas, el euskara o los «pescadores» de paloma en Etxalar? El niño Chris Wertenbaker, que es hoy un neurooftalmólogo jubilado y vive en Nueva York, explicó que la conexión vasca del cineasta estadounidense comenzó, precisamente, en Iruñea, durante unos sanfermines, cuando su padre y Welles se conocieron. Charles Wertenbaker, periodista y editor de «Time-Life», probablemente habló a Welles de la caza de la paloma de Etxalar (o la «pesca» de la paloma, como la definió, sorprendido por el uso de las redes), técnica que conocía bien pues llevaba unos años viviendo en Ziburu junto a sus hijos y su mujer, la escritora Lael Tucker. Poco después, Wertenbaker moriría y, cuando en 1955 Welles se desplazó a Ziburu a rodar su documental, fue su hijo -quizás por exigencias del guion, buscando un pellizco sentimental- quien sustituyó al padre y ejerció de pequeño cicerone. Atxaga, por su parte, apuntó que el interés de Orson Welles por Euskal Herria se insertaba dentro de una tradición romántica, para la cual lugares como Euskal Herria se convertían en pequeños paraísos terrenales y además a la vuelta de la esquina: Ziburu, en realidad, no quedaba tan lejos del que entonces era el centro del mundo y de la vida artística, París. Y a ello se sumaba un magma que palpitaba bajo la piel de ese pequeño y aparentemente pacífico edén: un submundo fronterizo de contrabandistas que tocaban el tamboril en sus ratos libres y de espías que jugaban a pelota; de niños a los que los nazis habían torturado pero no habían delatado a nadie y de mujeres que daban de comer a los alemanes mientras ocultaban en el sótano a miembros de la resistencia... ¿Cómo no podía atraer un lugar y unas gentes como aquellas a alguien como Orson Welles? Ziburu se convertía en un escenario perfecto para un guion que quizás ya había pergeñado en su cabeza antes de conocer Euskal Herria y que la realidad no podía alterar. Un guion del cual, en la conferencia del pasado lunes, desvelaron parte de la tramoya, por un lado, sus intérpretes, Chris Wertenbaker y Beñat Toyos -quienes indicaron que algunas secuencias se rodaron en realidad en París-, y, por otro lado, el propio Atxaga, quien dijo que la escena del cerezo resultaba bastante improbable en la realidad, pues en los pueblos es de sobra conocido que el cerezo es un árbol de ramas frágiles, al que resulta arriesgado trepar (pese a lo cual Wertenbaker y Toyos insistieron en que ellos lo hacían con frecuencia). La realidad y su representación, en definitiva, o esa realidad alterada por el paso del tiempo, por los recuerdos, quizás sustituidos por escenas en blanco y negro de un documental... De todo ello fue de lo que se habló en esta conferencia inaugural del festival Punto de Vista de Iruñea, en el marco del cual se proyectarán los dos documentales de Orson Welles (el sábado 14 a las 20:00h) con -así lo prometió Oskar Alegría, director artístico del festival- nuevas sorpresas.