Txus Najera Allo
Colectivo Malatextos
GUTUNAK

Pactos de estado

Cada vez que los líderes de los partidos que hasta el momento se han ido alternando en el poder actúan con responsabilidad y altura de miras, podemos echarnos a temblar. Los llamados pactos de estado a cuya firma pretenden atribuir profundas razones que van más allá de lo que personas limitadas como nosotras podríamos llegar a entender, únicamente contribuyen a consolidar los rasgos de régimen del actual estado de las cosas, acentuando los aspectos menos democráticos del mismo aludiendo a alguna necesidad imperiosa: la estabilidad social, la sostenibilidad de la economía, la seguridad... algo que no han podido garantizar, al contrario, que han perjudicado, con sus políticas de belicismo internacional, de xenofobia, de debacle medioambiental, de corrupción, de especulación, etc, llevándonos a un escenario de crisis multifactorial y de guerra permanente.

La pasada legislatura, con el PSOE en el Gobierno, obra y (maldita la) gracia de un bipartidismo todavía pujante en aquel momento, se llevó a cabo una reforma de la Constitución que priorizaba el pago de la deuda y el control del déficit público por encima de otros aspectos «menores», como los derechos sociales más básicos o los servicios públicos. De aquella reforma pudimos aprender dos cosas: la primera, que la llamada carta magna no es intocable, por lo menos cuando les conviene a estos partidos. La segunda, que los mercados y la Troika protagonizan un proceso constituyente que a la ciudadanía se le niega.

En la actualidad, con el PP al mando de la nave, el pacto entre los grandes partidos (ya no tan grandes) se hace al calor de unos recientes atentados, algo que consta en los primeros capítulos del manual del populismo, ese que dicen repudiar. Gracias a un PSOE que ha pasado de promover la alianza de las civilizaciones a ser cómplice de la «mano dura», de golpe y porrazo cual Ley Mordaza o TTIP (tratado que se negocia con ocultismo entre EEUU-UE y que di- lapida nuestros derechos sociales y laborales), la cadena perpetua se utilizará para castigar a los malos-malísimos. Bueno, a determinados malos-malísimos porque justo en hace poco el juez Velasco de la Audiencia Nacional, órgano muy pero que muy independiente del poder político, ha archivado la petición de detención, por parte de Argentina, de Martín Villa y otros colaboradores del franquismo por supuestos crímenes en ese período. Alguien debería explicarnos todo esto...

Como anécdota foral, la de UPN, que no elude su responsabilidad de estado y siempre se apunta a estas citas, haciendo de partido-florero. Algo va sacando, por supuesto y en esta ocasión ha podido colar un gol, que personas condenadas por terrorismo no puedan ser docentes, aun habiendo cumplido toda su pena. Desde luego, el empeño político de aumentar discrecionalmente los castigos que desde la justicia, bien o mal, se imponen, habla de auténtica injerencia.

Dada la tendencia de criminalización que padecemos, el día que cualquiera pueda ser terrorista, las cárceles se llenarán de gente, las calles y los centros de trabajo, de precariedad y los claustros escolares, de corruptos en programas de reinserción, dando clases a la chavalería sobre cómo funciona el asunto.