Cuestión mental
Se asombran en la prensa de Madrid (revista «Scherzo», enero de 2015) de que la Orquesta Sinfónica de Euskadi publique un disco monográfico dedicado a Manuel de Falla bajo el epígrafe de «Basque National Orquestra». No es para menos. La etiqueta «nacional» le viene grande a la EOS, y prueba de ello es que solo la utiliza para el mercado internacional, como una marca comercial, nunca en casa. Es como si sus responsables -de los músicos no hablaremos esta vez, para no liarla parda- se avergonzaran de decir aquí, en Donostia, en Bilbo o en Iruñea, que la orquesta que gestionan es la Orquesta Nacional Vasca, entidad que, ya les puedo adelantar, no veremos ni a medio ni a largo plazo. Si la independencia es sobre todo una cuestión mental, como proclama Ortuzar, he aquí un curioso caso de diglosia cultural.
Con todo, deberíamos distinguir la anécdota de la categoría. Y la categoría es que los vascos no tenemos ni una sola institución «nacional» ni dentro ni fuera del mundo de la cultura. En Catalunya, sin ir más lejos, hay dos orquestas nacionales (la senior y la joven), una biblioteca nacional, un museo nacional, un archivo nacional, un teatro nacional... ¿Sigo? No siempre el nombre hace la cosa, pero parece que en este terreno andamos algo despistados cuando en Barcelona utilizan el concepto «nacional» con absoluta normalidad, sin necesidad de ocultarse ante nadie. Habrá quien crea, tal vez, que esta carta se inscribe en la supuesta campaña de acoso y derribo de la izquierda abertzale hacia el PNV; mucho me temo que no habrá entendido nada.