GARA Euskal Herriko egunkaria
Una mirada serena al proceso vasco

«En España, nada significativo hasta las elecciones; en Francia, quizá sí»

Este abogado (Sudáfrica, 1950) es una de las figuras globales más relevantes en la mediación internacional de conflictos. Trabajó con Mandela y participó en la Comisión de Verdad y Reconciliación. Copresidió la Comisión de Revisión de Sentencias que decidió la liberación de presos en Irlanda. Colabora para la resolución del conflicto vasco desde 2009. Y sabe mucho.


Culto, educado, intelectualmente comprometido y siempre bien documentado, este africano se ha bregado en mil batallas en procesos de transición de la guerra a la paz, en todos los continentes, con culturas y mentalidades de todo tipo. Repasa con GARA la situación del proceso vasco, sus dificultades e intríngulis, sus retos y previsiones. Y todo ello desde un prisma político y, a la vez, íntimo y personal.

Pasados tres años y medio desde Aiete, ¿cómo se explica que se haya avanzado tan poco? En otras palabras, ¿ve la botella medio vacía o medio llena?

Me inclino siempre a ver la botella media llena. Es verdad que a nivel político estatal han ocurrido pocas cosas, los gobiernos han hecho ciertamente todo lo que podían para frustrar los avances, el Gobierno español y también el francés podían haber hecho mucho más. Pero una vez dicho eso, a nivel de la sociedad civil han habido avances, hablando en general, la sociedad vasca ha cambiado en actitud, a nivel de respeto mutuo y pienso que en el trabajo de base que se ha hecho, por ejemplo en el tema de víctimas, ha habido avances interesantes, aunque aún no estén consolidados.

¿Puede considerarse esta situación como un impasse lógico, como algo común en el normal funcionamiento de todo proceso de paz, o cree que es algo más preocupante, que delata intenciones ajenas e incapacidades propias? En caso de mantenerse durante mucho tiempo las cosas así, ¿corren el riesgo de pudrirse?

Hay algo realmente único en esta situación de impasse, no puedo pensar en ningún otro proceso de paz donde el Gobierno se niegue a comprometerse en temas que son centrales para llevar hasta el final el proceso de paz. ETA ha dejado definitivamente la lucha armada y se ha comprometido al desarme, pero el desarme necesita la participación del Gobierno.

No es solo una cuestión de entregar las armas, es también una cuestión de qué ocurrirá con la gente encargada de dar ese paso, ¿serán inmediatamente detenidos y encarcelados durante cuarenta años? Tiene que haber una discusión, un compromiso sobre todo eso. Hay organizaciones y figuras internacionales que podrían desear verificar que las armas se dejen fuera de uso operativo, pero no pueden tomar ese riesgo a menos de que exista una participación del Gobierno, porque si lo hicieran cometerían un delito serio y podrían ser detenidos, interrogados y encarcelados por recibir las armas de ETA.

En el tema de los presos políticos, que es un tema central en la resolución de todo proceso de paz, también tiene que haber un compromiso. No estoy diciendo que sean liberados mañana, pasado o la semana que viene, pero digo que tiene que haber un compromiso. Sí, realmente es algo único el comportamiento del Gobierno y su falta de compromiso. Su hostilidad a la hora de abordar las consecuencias del conflicto es algo muy perturbador e inquietante.

Además, la repatriación de los presos no es una cuestión política, es un tema de derechos humanos. Es una cuestión politizada, de acuerdo, pero hablamos de derechos humanos y todas las partes deberían apoyarla puesto que no generaría ningún problema de seguridad ni amenaza política alguna. No es el caso, en absoluto. No hay excusa para no hacerlo, a no ser que se esté desarrollando específicamente e intencionadamente por parte de algunos una mentalidad que busca por todos los medios frustrar el proceso de paz.

De su respuesta se desprende que las represalias españolas y francesas de febrero de 2014 contra los verificadores han tenido un efecto negativo. ¿Cómo han encajado aquel golpe?

Sin duda, han tenido un efecto negativo y hay que reconocerlo. Cuando decidieron dar ese paso, desde la perspectiva de Madrid se intentó destacar que cualquiera que se implicara en el proceso de desarme de ETA podría correr el riesgo de cometer un delito criminal, y efectivamente los actores internacionales no quieren necesariamente correr ese riesgo.

La reconciliación y la convivencia han avanzado a pie de calle, pero no entre los partidos políticos. ¿A qué atribuye esta contradicción? ¿Es un problema de cultura política? ¿Echa en falta más liderazgo?

(*) Facilitator, miembro del Grupo Internacional de Contacto

Es una cuestión interesante. En temas como memoria, víctimas, construir nuevos puentes.. se ha hecho un buen trabajo y pueden constatarse avances. Pero pienso que como seres humanos, como naciones, todos somos diferentes y los anglosajones tratan los problemas de manera muy diferente a los latinos. Son más pragmáticos y racionales. Los españoles, -y en cierta medida ustedes los vascos también- son más emocionales, más orgullosos, más épicos, y ese tipo de reacciones que uno palpa supongo que ciertamente hacen más difícil la búsqueda de soluciones. Los africanos, por ejemplo, también son muy diferentes. En la tradición y en la cultura de África está muy arraigado sentarse en torno a una mesa, debajo de un árbol, y discutir constructivamente sobre temas conflictivos, la mediación social es parte de la cultura.

No es una frase mía, pero hace años ya me avisaron que para los españoles la venganza era una parte sustancial de lo que entendían como justicia. Es una dificultad añadida.

Usted siempre habla bien de la implicación de los agentes políticos y sociales vascos. ¿Cómo valora entonces que ni siquiera haya una ponencia de paz activa en el Parlamento de Gasteiz?

Es verdad. Me parece que lo que está socavando la cooperación entre diferentes partidos es la competición constante entre PP y PSOE para apelar a esa porción del electorado que ha sido persuadida de que cualquier tipo de acuerdo o compromiso con la izquierda abertzale o ETA es una perversidad política y moral, algo que equivale al mal. Como resultado de esa competición, el PP dice que no va a participar. Si el PP no participa, tampoco el PSOE por miedo a ser acusado, por decirlo suavemente, de blando frente al terrorismo. Y si ninguno de los dos participa, es muy difícil que el PNV participe, aunque dice querer seguir haciéndolo. El problema es esa maldita competición.

Hablemos del Gobierno español. Los británicos supieron en cierta medida comerse su orgullo, mostraron generosidad y pragmatismo, hicieron concesiones. Los españoles, por el contrario, defienden la opción policial, la rendición incondicional, no trabajan una pedagogía positiva para crear una atmósfera que propicie espacios para la política y los acuerdos... ¿Podemos esperar algo del Gobierno español?

Nada va a ocurrir en el Estado español hasta las próximas elecciones generales, en noviembre; cuando digo nada, quiero decir nada significativo. En mayo también hay elecciones... aquí hay demasiadas elecciones en fechas diferentes y es un problema. En Sudáfrica se vota un mismo día para las diferentes elecciones... no sé, es algo que no termino de entender bien. Hay que esperar y ver qué ocurre en otoño, pero las previsiones dicen que el PP perderá su mayoría absoluta, su dominio abrumador, y que se abrirá espacio para nuevos acuerdos políticos.

Ese es un tema, pero hay otro también. Podemos esperar que el Estado francés tome algunas iniciativas, sabemos que la ministra de Justicia francesa es una persona sensible con los derechos humanos y podemos esperar que quizá haya movimientos allí. Hasta ahora apos- taban por examinar primero con España lo que se debía o no debía hacer, pero espero que en el nuevo contexto, en los próximos meses, algo puede cambiar y esos cambios pondrán más presión en la buena dirección sobre el Gobierno español.

¿Cómo interpreta que el Gobierno español defienda la inmunidad para las FARC y exija para los vascos mantener la ley y la cárcel?

Estoy trabajando con las FARC y he estado varias veces en La Habana asesorando sobre el proceso de desarme. Ciertamente, la posición del Gobierno colombiano no tiene nada que ver con la del español, es mucho más madura y racional. Qué quieres que te diga, no lo puedo entender, no tiene ningún sentido.

Permítame proponerle un ejercicio de imaginación. Desde la experiencia de alguien como usted que tuvo un papel clave en el llamado programa de liberación acelerado de presos en Irlanda, ¿cómo imagina un programa similar para liberar de manera anticipada a los presos vascos? ¿Cuáles serían sus condiciones?

Si fuera el encargado de redactar una propuesta para un proceso de liberación acelerada de presos, lo primero que haría es dividir a los presos en diferentes categorías:

Los presos con una edad particular, es decir, avanzada, y los gravemente enfermos: con estos dos grupos bastaría un permiso especial por razones humanitarias para liberarlos.

Después, con el resto miraría la naturaleza del delito cometido. Con todos los que han sido encarcelados tras ser condenados por asociación con ETA, pero que no han participado en ningún tipo de violencia y no tienen delitos de sangre, miraría sus casos personales, sus sentencias, y tendría muy en cuenta el hecho de que la organización a la que fueron asociados efectivamente ya no existe, ya no es una amenaza para la seguridad, ya ha decretado el fin de la lucha armada y se muestra dispuesta a desarmarse. Toda esa gente podría ser liberada inmediatamente, su liberación no tendría ningún impacto en ninguna víctima individual.

Luego queda la gente que ha estado activamente involucrada en la organización, y en esta categoría están aquellos que han participado en acciones contra la vida y las propiedades. Con la gente de este grupo que no está directamente implicada en atentados con resultado de muerte, miraría a dispensaciones judiciales especiales asociadas a peticiones concretas y personales. Tendrían que mostrar un compromiso con una línea de no-violencia, con el abandono de la lucha armada, de no militar en el futuro en ninguna otra organización armada... Con la gente dispuesta a comprometerse a esos niveles, buscaría la fórmula de recortar las penas significativamente y podrían ser liberados muy pronto, o quizá instantáneamente.

Y luego hay que mirar a los presos cuyas acciones ocasionaron muertes y severos daños a la propiedad, cuya liberación sí tendría un impacto civil. Habría que actuar con mucha, mucha sensibilidad, mirando el delito concreto... Pero podría funcionar aquí el modelo que pusimos en marcha en Irlanda. Como punto de partida, tendrían que mostrar un compromiso inequívoco con la no violencia, sabiendo que no habría liberaciones incondicionales pero sí reducciones significativas de penas... Técnicamente hablando, en Irlanda encontramos fórmulas concretas para rebajar las penas, para pasar de 20 años efectivos a 10, pero nadie que salió lo hizo incondicionalmente. No podían decir cualquier cosa ni actuar de cualquier forma en público, no podían ser un peligro... y si rompían el contrato establecido, volvían a la cárcel.

Todo este proceso podría tardar, desde ahora y hasta que el último de los presos políticos vascos saliera en libertad, entre cinco y siete años.

¿Ve otros factores de desbloqueo en el horizonte, por ejemplo la salida de prisión de Arnaldo Otegi?

Creo que la liberación de Arnaldo Otegi puede marcar la diferencia. Y diciendo eso no digo, de ninguna manera, que sea crítico con la dirección actual de la izquierda abertzale. Pero, sí, Arnaldo tiene un carisma que puede marcar la diferencia y espero que el tiempo que ha pasado en la cárcel, esos seis años, junto con los que ya ha pasado antes, le haya dado la oportunidad de observar, de ver lo que pasa, de dotarse de una objetividad en la distancia que le permita hacer un análisis y una valoración de cómo trabajar y hacer frente a los retos de una manera más inclusiva e integrada con el resto de líderes y fuerzas vivas de este país. Sí, su liberación puede ser un punto de inflexión, particularmente porque coincidirá con una fase política muy interesante. Estoy deseando volver a verlo y ver qué ideas trae y cómo las implementa en un contexto que ciertamente será muy movido.

Personalmente, ¿qué ha aprendido usted de Euskal Herria y del carácter de su gente?

He aprendido muchas cosas, sin duda. Primeramente, la existencia de un pueblo entrañable y hospitalario. Por ejemplo, siempre me ha llamado la atención cuando recibo correos de amigos vascos, sean hombres o mujeres, cómo se despiden con abrazos o besos. Para los anglosajones eso es algo extraño. Por otra parte, algo que me parece muy relevante y significativo es el fuerte sentido de la comunidad y de la familia. Para mí, por ejemplo, ver a tres diferentes generaciones interactuando juntas y ayudándose es un valor humano muy importante, muy honorable y que no se ve fácilmente en otras partes.

No es un adivino. Ni usted ni nadie puede predecir el futuro, pero volviendo al ejercicio de imaginación, ¿cómo imagina el futuro de este pueblo, de la gente que vive en esta parte del mundo?

Es complicado, pero si me permites la especulación, mirándolo como tendencia general, diría que las próximas generaciones serán cada vez más cínicas con los políticos, con el poder político tradicional, con las viejas formas de hacer política. No solo aquí, en Europa, es una dinámica global poderosa y muy interesante. Cada vez emergen nuevas fórmulas políticas que se asocian con la gente corriente, se generan nuevas identificaciones, nuevas interacciones. La política va a cambiar irremediablemente, se van a abrir nuevas oportunidades, será cada vez más descentralizada, y con ello la gente y los pueblos también cambiarán. Serán cada vez más autónomos, no uso la palabra independencia puesto que supongo que con el cambio del sentido de la política el propio significado de la palabra puede también cambiar.

Mi visión de futuro es que el pueblo vasco podrá celebrar su identidad con más fuerza que hasta ahora. Pero esa identidad será más dinámica, más inclusiva que hasta ahora, menos unida a partidos políticos poderosos y centralizados, que marcan la agenda del país y que en sí mismos fortalecen el parroquianismo y cierto sentido nacionalista demasiado fuerte.

Por otra parte, miro también al genio empresarial, que me parece algo inherente al pueblo vasco, y veo mucho talento y potencial, crecimiento equilibrado y prosperidad para esta parte del mundo.

«Los partidos siempre se adhieren a la misma posición, siempre golpean los mismos clavos»

¿Se ha sentido usted alguna vez cansado, asqueado, con sentimientos angustiosos del tipo de «con estos no hay nada que hacer, lo dejo, lo que no es posible no es posible y además es imposible»? ¿Hasta qué punto le afectan los comentarios de la prensa de Madrid que indican que usted comparte una agenda secreta con la izquierda abertzale, que preguntan qué demonios hace en este asunto y sugieren que se está enriqueciendo con la «industria de la negociación»?

Mire, lo que probablemente me cansa y me harta más es el hecho de que haya sido tan difícil, algo casi imposible, conseguir una discusión racional con el Gobierno español, tener que oír siempre lo mismo, todo el tiempo y en cualquier circunstancia, sobre que no quieren esto, que no pueden aquello...

Y algo parecido pasa también aquí cuando hablo con los diferentes partidos vascos, casi siempre se adhieren a la misma posición, siempre golpean los mismos clavos. Sí, a veces es un poco frustrante. Pero sabemos que la paciencia, la perseverancia y el tiempo hacen su trabajo y nos mantenemos fuertes.

En relación a la mala imagen que desde cierta prensa de Madrid se está alimentando sobre nosotros y nuestro trabajo, debo decir que la primera vez que leí que era un mercenario que se estaba enriqueciendo con la sangre de otros ciertamente me molestó bastante. Se ha escrito tanto y con tanto veneno sobre el dinero que ganamos... Y es algo ridículo, totalmente falso, no estamos aquí para ganar dinero, y el que ganamos no es de ninguna manera comparable con el que, por ejemplo, yo ganaría en mi profesión como abogado comercial.

Pero lo que encuentro más increíble es ese cierto periodismo que escribe esas cosas en vez de comprometerse intelectualmente con la solución del conflicto y contribuir de manera constructiva al debate político. Ese periodismo me molesta más que las declaraciones de ciertos políticos. Pero el impacto de esas informaciones no nos desalienta para continuar y la razón es sencilla: la gran mayoría de la gente con la que trabajamos aquí aprecia nuestro esfuerzo, nuestra contribución -¡claro! en Madrid sería otra cosa-, tenemos una acogida cálida y agradecida, y esto para mí es mucho más fuerte que toda esa interesada negatividad. M.Z.