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EDITORIALA

Una industria mortífera para la infancia


El Fondo de la Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) ha verificado más de 170.000 violaciones graves de los derechos de los niños y niñas desde 2010. Esta cantidad da la cifra de 45 violaciones al día durante toda la década. Un dato escalofriante, especialmente si tenemos en cuenta que el informe hecho público ayer solamente recoge las agresiones que el organismo considera graves, esto es, la muerte, la violación, el secuestro o el reclutamiento forzoso de menores en escenarios de conflictos armados. No obstante, lo más terrorífico de estos números es que no son datos estadísticos fruto de estimaciones más o menos correctas, sino que son casos concretos documentados individualmente: bombardeos de localidades, ataques de grupos armados, etcétera.

Son cifras terribles que muestran la cara oculta de las guerras, la que sufren las personas que no están directamente involucradas como combatientes. Unicef es contundente al señalar que los contendientes no respetan las más elementales reglas de la guerra y que, por supuesto, no garantizan la protección de los pequeños. Además de un seguimiento más exhaustivo, el organismo internacional apunta dos causas en el aumento del número de violaciones graves contra menores: el aumento de países involucrados en conflictos y la mayor duración de las guerras con matanzas cada vez más sangrientas. El informe denuncia como especialmente graves –por ser los causantes de la mayoría de las víctimas infantiles– los ataques aéreos y de artillería y el uso de minas terrestres.

Guerras con más países implicados, más largas y más crueles hacen de la producción de armamento un negocio cada vez más lucrativo. Y por muchos filtros que se pongan a la venta de ese armamento, siempre termina sobrevolando las cabezas de la población civil y matando menores, tal y como constata el informe de Unicef. Además de apelar a los contendientes en las guerras a que respeten a los menores, también convendría empezar a presionar para reconvertir esa pujante industria de la muerte.